El príncipe Simeón de Bulgaria, único hijo de la princesa Kalina y del explorador Kitín Muñoz, comienza hoy una experiencia transformadora. Tal como adelantó a ¡HOLA!, coincidiendo con su mayoría de edad, el pasado marzo, ha ingresado en el legendario templo Shaolin, ubicado en la región montañosa de Henan, en el centro de China. Este es un destino fascinante para los amantes de la cultura china y las artes marciales como él, ya que este monasterio no solo es conocido por su importancia espiritual, sino también por su influencia en el desarrollo del kung fu Shaolin, una disciplina que combina las técnicas de combate con la filosofía budista y una oportunidad con un acceso muy restringido y que le ha llegado a base de practicar distintas artes marciales desde que era niño.
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Desde hace siete meses, el 12 de noviembre estaba marcado en rojo en el calendario del nieto del rey Simeón II: su fecha de ingreso en el monasterio Shaolin de Henan con el fin de profundizar en su desarrollo espiritual, físico y mental. "Para un joven aceptado, vivir en Shaolin significa renunciar a la vida ordinaria y abrazar un camino de esfuerzo constante. La experiencia es dura, pero también transformadora: se busca formar no solo guerreros, sino individuos capaces de unir fuerza, sabiduría y compasión", aseguran en la propia página del templo que se fundó en el año 495 d.C.
La rutina diaria en allí está concebida como un camino de disciplina integral que combina cuerpo, mente y espíritu. El día comienza al amanecer, alrededor de las cinco de la mañana, con ejercicios de calentamiento y meditación que preparan tanto la energía física como la concentración interior. A continuación, los jóvenes dedican varias horas al entrenamiento de kung fu Shaolin, donde se trabajan técnicas de combate, acrobacias y resistencia, siempre bajo la exigencia de la coordinación y el control. La formación se completa con el estudio de textos budistas y de la filosofía Chan (una escuela espiritual dentro del budismo), que buscan armonizar la práctica marcial con la reflexión espiritual.
La vida en el templo es austera: la dieta vegetariana es sencilla y regulada, los dormitorios son compartidos y las comodidades mínimas, reforzando el desapego material. Todo ello se repite día tras día, en una rutina que convierte la perseverancia y la constancia en las claves de una experiencia transformadora.
La comunidad se organiza en torno a gestos de respeto y bajo una estricta jerarquía, en la que la obediencia a los maestros y el respeto por las normas monásticas son esenciales para mantener la armonía. Y, por encima de todo, el objetivo espiritual prevalece: la práctica del budismo Chan busca que cada discípulo alcance la iluminación, integrando fuerza, sabiduría y compasión en un mismo camino de perfección.
Al margen de la parte más auténtica y legendaria de la vida allí, el templo Shaolin y su espectacular bosque de pagodas es un gran reclamo turístico. Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1996, ofrece espectáculos de artes marciales, escuelas abiertas a visitantes y una infraestructura que atrae a miles de personas cada año, generando ingresos esenciales para la región; así, la dualidad entre espiritualidad y mercantilización define hoy su identidad, pues el templo busca formar individuos capaces de unir fuerza, sabiduría y compasión, mientras se proyecta como marca cultural global y destino turístico de primer orden. Aun así, hay que dejar claro que el acceso como visitante es abierto, pero la aceptación como discípulo o monje es muy restringida y depende de la vocación, la disciplina y la obediencia a las normas del budismo y el templo Shaolin.
