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2º Firmar con ellos un contrato en el que queden claras las pautas de actuación (suyas y nuestras)
Esta medida la recomiendan prácticamente todos los expertos. Puede ser un contrato verbal, pero si dejamos por escrito los límites y las normas de uso del dispositivo móvil, facilitará mucho las cosas a nivel familiar. Lo importante es que padres e hijos elaboren juntos ese contrato y que quede claro las pautas de actuación no solo para el menor, sino también para los progenitores: “una de las pautas es que si yo te comunico que me llega una foto obscena, tú no me puedes castigar porque yo no la he pedido”, recomienda la educadora social Marina Marroquí, autora del libro Eso no es sexo (editorial Destino). Esto que parece tan obvio, no lo es tanto; nuestros hijos pueden pensar que van a recibir una reprimenda por ello y esto “es peligroso porque se lo guardan, porque no existe esa comprensión, esa confianza”.
El contrato también debe incluir normas como el horario de uso, si puede llevarlo al centro escolar o no, si los padres pueden acceder par supervisar el contenido que ha consumido y los mensajes que ha recibido, las redes sociales a las que puede acceder...