El consumo de alcohol por parte de adolescentes ya no está tan normalizado como hace unos años, afortunadamente. Las familias y los propios chicos y chicas son cada vez más conscientes de las consecuencias de su consumo habitual cuando aún están en pleno proceso madurativo. De hecho, uno de los aspectos en los que antes se hace evidente el daño del consumo de alcohol en un menor es en el aprendizaje; les empieza a costar más aprender y memorizar, con la consecuente pérdida de rendimiento académico, como nos explica Paqui Mbomio, integradora social y responsable de Proyectos de la Fundación Alcohol y Sociedad.
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Aún así, aunque los adolescentes tengan más conciencia de los riesgos asociados al consumo de alcohol, sigue siendo esencial educarles al respecto. Para ello es necesario hablarles y de esas posibles consecuencias, pero con eso solo no basta: es fundamental darles las herramientas emocionales adecuadas para que sepan decir que "no" cuando se lo ofrecen. Es clave que no se dejen llevar por la presión de grupo y que tengan la suficiente confianza en sí mismos como para no consumir, aunque todos los demás lo hagan. Pero… ¿cómo? La responsable de Proyectos de la Fundación Alcohol y Sociedad da indicaciones muy claras para que puedan lograrlo.
Es fundamental que los padres y madres expliquen, con argumentos, por qué el alcohol no es adecuado para menores.
¿Cuáles son los riesgos del consumo de alcohol en la adolescencia?
El consumo de alcohol en adolescentes menores de edad presenta riesgos específicos porque se trata de una etapa clave del desarrollo físico, psicológico y social. En estos años el cerebro continúa madurando, especialmente las áreas relacionadas con el control de impulsos, la toma de decisiones y la gestión emocional. El alcohol puede interferir en estos procesos, afectando al aprendizaje, la memoria y al rendimiento académico, especialmente cuando el consumo se inicia de forma temprana.
En la adolescencia, la falta de madurez emocional y social hace que el alcohol tenga un impacto mayor en la forma de comportarse y relacionarse, especialmente en entornos de grupo, donde la presión social juega un papel relevante.
La investigación muestra que retrasar la edad de inicio es un factor clave de protección. Por eso, desde la Fundación Alcohol y Sociedad insistimos en la necesidad de un mensaje claro y coherente: en menores de edad, el consumo de alcohol es siempre cero, y la prevención debe basarse en educación temprana y acompañamiento familiar.
¿De verdad es posible evitar que adolescentes y preadolescentes consuman alcohol?
Sí, es posible, especialmente cuando se actúa desde la prevención y se trabaja de forma temprana. La experiencia de más de dos décadas de la Fundación Alcohol y Sociedad demuestra que la educación basada en información objetiva y adaptada a la edad tiene un impacto real en el comportamiento de los menores. Retrasar la edad de inicio ya supone un importante factor de protección.
Evitar el consumo no depende de prohibiciones aisladas, sino de generar una percepción clara del riesgo y de dotar a los menores de argumentos para comprender por qué no deben beber alcohol. Cuando estos menores entienden las consecuencias reales del consumo y no reciben mensajes contradictorios por parte de su entorno, es más fácil que adopten decisiones responsables.
Los datos avalan esta afirmación ya que, según el Instituto Deusto de Drogodependencia, siete de cada diez menores que han participado en el programa Menores ni una gota, modifican positivamente su conducta respecto al alcohol. Esto demuestra que la prevención funciona y que invertir en educación es la vía más eficaz para reducir el consumo en menores.
¿Cómo debe ser en casa, por parte de las familias, la educación en lo que al consumo del alcohol respecta?
La familia es el primer y más influyente entorno educativo del menor. La educación sobre el alcohol en casa debe basarse en una comunicación abierta, constante y adaptada a la edad, en la que se transmitan mensajes claros y coherentes. Es fundamental que los padres y madres expliquen, con argumentos, por qué el alcohol no es adecuado para menores.
Desde FAS insistimos en la importancia de evitar mensajes ambiguos o contradictorios o minimizar sus riesgos de cara a los menores de edad. El ejemplo de los adultos es un elemento clave en la construcción de actitudes y hábitos en los hijos.
El ejemplo de los adultos es un elemento clave en la construcción de actitudes y hábitos en los hijos.
Además, las familias deben sentirse acompañadas y contar con herramientas educativas que les permitan abordar este tema con seguridad. Informar, escuchar y establecer límites claros contribuye a reforzar la capacidad del menor para tomar decisiones responsables y afrontar la presión social.
Por ello, desde la Fundación Alcohol y Sociedad, estamos más que dispuestos a invitar a las familias a nuestras iniciativas para hacerles llegar dichas herramientas. En toda España se han beneficiado en conjunto alrededor de tres millones de estudiantes menores de edad y 50.000 familias de más de 20.000 centros escolares. por lo que el trabajo educativo de las propias familias es imprescindible para la prevención del consumo y abuso del alcohol, ya que el éxito de los programas de la Fundación se basa en la implicación de padres, profesores y menores.
¿Esta educación debería darse también en los centros educativos?
Sí, la educación preventiva debe formar parte del ámbito escolar. Como ya he dicho, el éxito de nuestros programas se basa en la implicación de familias, centros educativos y menores por igual, por lo que es fundamental incluir a los centros educativos en estas iniciativas. Los centros educativos permiten llegar de forma sistemática y equitativa a la mayoría de los menores, independientemente de su contexto familiar, y constituyen un espacio idóneo para trabajar la prevención desde edades tempranas.
Además, la escuela refuerza y complementa el mensaje que se transmite en el hogar. Cuando los menores reciben información coherente tanto en casa como en el centro educativo, aumenta su percepción del riesgo y su capacidad para interiorizar los mensajes preventivos. La experiencia de la Fundación Alcohol y Sociedad demuestra que los programas educativos son más eficaces cuando implican a toda la comunidad educativa y se integran dentro de una estrategia preventiva global y continuada.
¿Cómo debería ser esa educación en los centros escolares?
La educación sobre alcohol en los centros debe ser rigurosa, científica y adaptada a la edad del alumnado. No se trata de impartir mensajes alarmistas o moralizantes, sino de ofrecer información objetiva que permita comprender los efectos reales del alcohol y desmontar los mitos que lo rodean.
Es fundamental que esta educación sea participativa y fomente el pensamiento crítico y la toma de decisiones responsables. Los programas deben invitar a la reflexión, al debate y al análisis de situaciones reales con las que los adolescentes se encuentran en su día a día. Programas como Menores ni una gota o Las Caras del Alcohol responden a este enfoque, incorporando materiales específicos para alumnado, profesorado y familias.
Por muy bien que los padres eduquen a sus hijos, la realidad es que, cuando estos llegan a la adolescencia, es habitual que se dejen guiar por la presión de grupo. ¿Podemos hacer fuertes a los hijos y que no beban alcohol aún cuando los demás lo hacen?
Sí, es posible fortalecer a los menores frente a la presión del grupo, que es una de las principales causas del consumo en la adolescencia. Para ello es fundamental trabajar la autoestima, la seguridad personal y la capacidad de tomar decisiones propias.
La educación preventiva debe ayudar a los menores a desarrollar habilidades sociales que les permitan decir "no" sin sentirse culpables o excluidos. Saber argumentar su decisión y sentirse respaldados por su entorno reduce notablemente el impacto de la presión social. Cuando los adolescentes comprenden que no beber alcohol es una opción legítima y responsable, y no una imposición arbitraria, aumentan sus probabilidades de mantener esa decisión incluso en contextos sociales donde el consumo está presente.
La educación preventiva debe ayudar a los menores a desarrollar habilidades sociales que les permitan decir no sin sentirse culpables o excluidos.
¿No hacerlo no podría ser una vía de exclusión social para ellos? ¿O que sean vistos como “los raros” en determinados grupos?
Este temor es habitual, pero responde más a un mito que a la realidad. En condiciones normales, lo esperable en un menor es que no consuma alcohol, y cada vez más adolescentes lo perciben como tal, especialmente cuando esa decisión está bien argumentada y respaldada por adultos de referencia.
La prevención colectiva contribuye a cambiar las normas sociales. Cuando el mensaje de “si eres menor, cero alcohol” se refuerza desde la familia, la escuela y la sociedad, la abstinencia deja de ser una excepción y pasa a ser la norma, mientras que el consumo precoz se percibe como una conducta fuera de lugar. Además, los menores formados en programas de prevención, como los que ofrecemos desde la Fundación, muestran mayor seguridad y menor sensación de aislamiento, ya que cuentan con información y argumentos que refuerzan su decisión frente al grupo.
¿Cómo pueden los padres darse cuenta de que sus hijos consumen demasiado alcohol?
Existen algunas señales que pueden alertar a las familias, como cambios bruscos de comportamiento, alteraciones del estado de ánimo, descenso del rendimiento académico, aislamiento familiar, conflictos frecuentes o una mayor tendencia a ocultar información. No obstante, estas señales no siempre son evidentes ni exclusivas del consumo de alcohol, ya que también pueden estar relacionadas con otros procesos propios de la adolescencia.
Por ello, resulta fundamental que los padres mantengan una relación basada en la confianza y el diálogo continuo, que facilite la detección temprana de posibles conductas de riesgo. La observación atenta del comportamiento cotidiano y la comunicación abierta permiten identificar antes si el consumo se está volviendo excesivo.
En esta línea, el documental realizado con motivo del 25º aniversario de la Fundación Alcohol y Sociedad, Una conversación pendiente. Menores y alcohol, pone de relieve la importancia de que familias y adultos de referencia no eviten estas conversaciones y aprendan a abordarlas con naturalidad. A través de experiencias reales, se muestra cómo el diálogo cercano y la implicación familiar son herramientas clave para detectar y prevenir un consumo problemático en menores. En definitiva, la prevención es más eficaz cuando existe una comunicación fluida y una implicación activa de la familia, lo que permite actuar antes de que el consumo se consolide o derive en problemas más graves.
¿Qué hacer cuando ese consumo excesivo empieza a convertirse en una adicción?
Ante un consumo problemático, la intervención temprana es clave. El primer paso es reconocer la situación y abordarla desde la comprensión, evitando la culpabilización del menor y favoreciendo un entorno de apoyo. Es fundamental buscar ayuda profesional especializada y recurrir a recursos sanitarios y educativos adecuados. La coordinación entre la familia, los profesionales y el entorno educativo aumenta las posibilidades de éxito de la intervención.
Cuanto antes se actúe, mayores serán las probabilidades de revertir la situación y evitar que el problema se cronifique. La detección precoz y la actuación adecuada marcan una diferencia significativa en el pronóstico.
Cuando se ha sido alcohólico en la adolescencia, ¿deberá extremar las precauciones a lo largo de toda la vida adulta para no volver a recaer?
Más que centrarnos en etiquetas o trayectorias individuales, lo relevante es reforzar la prevención desde edades tempranas. La evidencia demuestra que cuanto más se retrasa el inicio del consumo y mejor informados están los jóvenes, menores son los riesgos asociados en etapas posteriores. Por eso, el foco debe ponerse en dotar a adolescentes y familias de herramientas para tomar decisiones responsables, fomentar habilidades personales y promover entornos de ocio seguros. La educación, el acompañamiento familiar y la coherencia de los mensajes son los factores que realmente marcan la diferencia a largo plazo, que es la principal labor de la Fundación Alcohol y Sociedad
