Los padres y las madres siempre han de ser el mejor ejemplo de sus hijos. Desde que estos son muy pequeños, observan y copian gestos, modales, hábitos, formas de hablar… y, a medida que van creciendo, necesitan algo más: Daniel Bermúdez, profesor y autor del libro Hijos, nosotros también somos influencers (Ediciones Alfar), asegura que los padres son referentes, influencers, para ellos, pero es algo que requiere de trabajo constante y de presencia, de mucha presencia.
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Hemos hablado de Daniel Bermúdez sobre este rol (inesperado para muchos padres) y nos explica cómo ejercerlo de manera positiva, incluso cuando parece que nada de lo que papá y mamá les dicen les parece bien y que solo sus amigos (o los influencers de las redes sociales) cuentan y que solo a ellos siguen en la manera de pensar y de actuar. Eso es lo que nos ha contado:
Convertirnos en los influencers de nuestros hijos es una tarea exigente pero profundamente gratificante. Requiere de nosotros una mezcla de paciencia, creatividad, compromiso y amor incondicional.
¿Somos, de verdad, los padres influencers de nuestros hijos?
Sí, siempre lo somos, aunque no lo busquemos. La ciencia lo respalda: los hijos aprenden por observación, imitación y repetición. Incluso antes de hablar ya están mirando cómo actuamos. Las rutinas, el lenguaje, las reacciones emocionales, la forma de resolver problemas… todo influye. Los padres son los “influencers originales” antes que las redes.
Para lograrlo, es imprescindible entender primero que los jóvenes buscan guía, inspiración y modelos a seguir que estén en consonancia con su realidad y aspiraciones. Aquí, las familias deben transitar del mero rol de cuidadores a ser influenciadores activos, comprometiéndose a entender y participar en los mundos de sus hijos, estableciendo una presencia constante, positiva y relevante.
Debemos aspirar a ser el tipo de influencer que, incluso sin pedirlo, nuestros hijos deseen seguir y emular. Esto requiere de nosotros, como padres y madres, una autorreflexión continua y un compromiso con nuestro crecimiento personal y ético.
Convertirnos en los influencers de nuestros hijos es una tarea exigente pero profundamente gratificante. Requiere de nosotros una mezcla de paciencia, creatividad, compromiso y amor incondicional.
¿De qué manera influyen o son referentes los padres de sus hijos?
Como un youtuber siempre está "online", un padre o madre influencer necesita estar constantemente presente y comprometido. No se trata de invadir cada espacio o momento de la vida de nuestros hijos, sino de estar disponibles, ofreciendo consejos, compartiendo experiencias y modelando comportamientos de manera consistente. La perseverancia en este rol no significa una vigilancia constante, sino una presencia que asegure que nuestros hijos puedan reconocer y a la que puedan acudir. Al igual que un creador de contenido no cesa en su intento por mejorar y conectar con su audiencia, nosotros no debemos cesar en nuestro intento por ser influencias positivas y relevantes en la vida de nuestros hijos.
Nuestra influencia como padres llega por diferentes vías: por lo que decimos, a través de mensajes verbales, consejos o normas; por lo que hacemos, ya que nuestras acciones siempre tienen más peso que las palabras; y también por lo que transmitimos sin darnos cuenta, como nuestras emociones, hábitos o actitudes. Un hijo observa cómo gestionamos un conflicto, cómo tratamos a los demás o incluso cómo hablamos de nosotros mismos, y todo ello se convierte en aprendizaje.
¿Sigue esa influencia presente en la adolescencia, cuando a veces parece que los hijos llevan la contraria en todo?
Sí, aunque se disfraza. La adolescencia es la etapa de la autonomía y la confrontación con el mundo y con la propia familia. Sin embargo, el modelo familiar sigue siendo el punto de referencia de fondo. Muchas de las decisiones de un adolescente (con quién se relaciona, qué límites respeta, cómo afronta riesgos) tienen detrás lo que aprendió en casa. La influencia quizá no se note en lo inmediato, pero aparece con fuerza en momentos clave.
Es un momento donde debemos tener muy presente la firmeza, la calma y la negociación. El adolescente, aunque no lo parezca, sigue necesitando la firmeza de unos límites que aplicados y propuestos con calma tendrán más garantías de cumplirse. Por supuesto que nunca exento de negociación dentro del marco y límites de lo establecido en la familia.
¿Cómo pueden los padres volver a ejercer de referente para sus hijos cuando estos se dejan guiar más por lo que dice su grupo de iguales?
No se trata de competir con los amigos, sino de mantener el vínculo y la coherencia. Si los padres logran ser una figura confiable, abierta al diálogo, que escucha sin juzgar, el hijo recurrirá a ellos cuando necesite seguridad. La clave está en conectar, no imponer: menos sermones, más conversaciones reales.
Tal y como cuenta el libro, en su capítulo de “Una buena conversación”, crear un vínculo de confianza a través de las conversaciones en casa con nuestros hijos es fundamental para fomentar un entorno en el que se sientan seguros y apoyados para compartir sus pensamientos, emociones, y experiencias, incluidas aquellas situaciones complejas o difíciles. Este vínculo de confianza se construye a través de la calidad de las interacciones diarias, incluidas las conversaciones significativas que tienen lugar en el hogar. Cuando los padres se muestran abiertos, receptivos y empáticos durante estas conversaciones, envían un mensaje poderoso a sus hijos: "Estoy aquí para ti, puedes confiar en mí".
La confianza se fortalece cuando los niños experimentan una respuesta consistente y predecible de sus padres y madres frente a sus inquietudes y curiosidades. Al validar sus sentimientos y mostrar interés especial en sus pensamientos, la familia promueve un clima de seguridad emocional. Este ambiente es crucial para que los niños se sientan cómodos al compartir aspectos íntimos de sus vidas, sabiendo que recibirán apoyo y orientación sin ser juzgados.
Si los padres son influencers, ¿cómo serlo de manera adecuada? ¿Cómo influir con liderazgo en niños y adolescentes para ayudarles a sacar su máximo potencial?
Para ejercer una influencia adecuada y convertirse en los influencers más significativos, los padres deben adoptar un modelo de liderazgo positivo que se enfoque en el acompañamiento, no en el control. Esto implica mantener una firmeza con cariño, estableciendo límites claros mientras se ofrece un apoyo incondicional. La herramienta más potente de influencia es la coherencia: modelar activamente los valores que se buscan inculcar, como la resiliencia, el respeto, la empatía y el esfuerzo, demostrándolos en la vida diaria. Además, es muy importante otorgar espacios de autonomía para que los niños y adolescentes aprendan a tomar decisiones y asuman responsabilidades, entendiendo que el objetivo no es dirigir cada paso, sino guiar su crecimiento.
El adolescente sigue necesitando la firmeza de unos límites que, aplicados y propuestos con calma, tendrán más garantías de cumplirse
Una influencia efectiva también radica en ayudar a los hijos a desarrollar herramientas internas que potencien su máximo potencial. Esto incluye fomentar la Inteligencia Emocional para que puedan gestionar sus sentimientos y usar el autoconocimiento para fijar metas claras y realistas. Desde la perspectiva de la psicología positiva, promover la gratitud ayuda a contrarrestar la negatividad de la comparación social en las redes.
Finalmente, es fundamental enseñar la importancia de una comunicación efectiva sobre sus aspiraciones y preocupaciones, y apoyar la creación de una red de apoyo sólida (familiares, amigos, mentores) que les ofrezca la orientación y el soporte emocional necesarios para tomar decisiones informadas a largo plazo.
Para ser un buen líder, un buen influencer y, sobre todo, un buen padre o una buena madre, es fundamental conectar emocionalmente con el hijo. ¿Cómo se logra esto en un mundo que parece absorber cada vez más nuestra atención y nuestro tiempo y los de nuestros hijos en una pantalla?
Con presencia real y consciente. Ésta se consigue dedicando tiempo exclusivo sin pantallas, mostrando interés genuino por lo que les gusta y practicando la escucha activa. No importa tanto la cantidad de tiempo como la calidad: unos minutos diarios de conexión auténtica —leer juntos, hablar de su día o compartir un paseo— valen más que horas sin atención. En el libro se proponen múltiples maneras de pasar tiempo con nuestros hijos: salir de viaje, dar un paseo, hacer la compra o incluso resolver gestiones cotidianas. En todas esas situaciones se generan contextos emocionalmente conscientes que nos ofrecen la oportunidad de abrir espacios de diálogo y conversación.
Si logramos mantenerlos en el tiempo, se convierten en una rutina natural que dará sus frutos en etapas clave como la adolescencia, cuando será fundamental contar con el hábito adquirido de conversar y apoyarnos en la familia. Lo ideal es empezar desde que son pequeños, aunque siempre estamos a tiempo de comenzar más tarde. Lo importante es aprovechar cada ocasión para estar presentes, porque son precisamente esos momentos compartidos los que fortalecen el poder de la palabra y el diálogo en la relación con nuestros hijos. Y ahí, sin duda, se encuentra uno de los grandes secretos de la influencia positiva en la familia.
¿Cómo hablar con los hijos para que de verdad escuchen (y hagan caso) a los padres?
Para que nuestros hijos nos escuchen no basta con dar sermones eternos; es mucho más eficaz transmitir mensajes concretos y, sobre todo, escuchar primero. La neurociencia demuestra que la atención y la memoria del cerebro infantil y adolescente funcionan mejor con mensajes breves, claros y emocionalmente relevantes. Los sermones largos saturan y generan desconexión. En cambio, cuando los padres escuchan primero, activan en el hijo circuitos relacionados con la empatía y la validación emocional, lo que reduce la activación de la defensa y la oposición. Esto facilita que el niño o adolescente se sienta comprendido y, por tanto, esté más dispuesto a escuchar y procesar el mensaje. Dicho de forma sencilla: cuando un hijo se siente escuchado, el cerebro se abre; cuando solo recibe un sermón, el cerebro se cierra.
Además, los hijos perciben que las decisiones compartidas suelen dar mejores resultados que las tomadas de forma unilateral. Esto no significa que no debamos fomentar su autonomía e independencia en ciertas cuestiones; al contrario, también deben aprender de sus propias experiencias. Pero cuando sienten que han participado en el proceso, que su voz cuenta, es mucho más fácil que asuman la decisión final. De lo contrario, si se sienten excluidos, aparece la resistencia y esa sensación de que “no nos hacen caso”.
¿Por qué es necesario que los padres y las madres sean conscientes de la capacidad que tienen de influir en sus hijos?
Porque la influencia siempre existe, incluso cuando no somos conscientes. Si no se ejerce de manera intencional, se hace de manera inconsciente (y a veces negativa). La consciencia permite educar con propósito: transmitir valores, acompañar en la gestión emocional, enseñar a vivir en un mundo complejo.
La calidad de influencia que ejercemos sobre nuestros hijos es tan importante como nuestra presencia. Ser un influencer positivo implica modelar valores como la empatía, la resiliencia, la honestidad y el respeto. Significa también fomentar en nuestros hijos la capacidad crítica, animándolos a cuestionar, aprender y formar sus propias opiniones. Debemos aspirar a ser el tipo de influencer que, incluso sin pedirlo, nuestros hijos deseen seguir y emular.
Esto requiere de nosotros, como padres y madres, una autorreflexión continua y un compromiso con nuestro crecimiento personal y ético. Porque, ¿qué padre o qué madre no quiere lo mejor para su hijo o hija? Todos lo queremos, por ello, mientras antes seamos conscientes de que verdaderamente influimos en nuestros hijos, antes asumiremos esa responsabilidad como una de las más importantes de nuestra vida. Ser un influencer positivo para nuestros hijos.