Boda de Lola con look de novia de Eduardo Ladrón de Guevara© KIWO

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Así transformó Lola el vestido de novia de su madre con encajes de su bisabuela para su boda en Madrid

Para su enlace, celebrado el 31 de mayo, confió en el diseñador Eduardo Ladrón de Guevara, quien también estuvo detrás de su velo de plumeti con tejido parisino


Colaboradora de Novias
8 de agosto de 2025 - 6:30 CEST

¿Puede un vestido de invitada inspirar a una prometida o lograr que esta se decida por su diseñador? La respuesta es sí y como muestra la historia de Lola, la elección del creador de un look a medida tan importante tiene mucho de emocional. Esta novia viral que celebró su boda en Madrid a finales del mes de mayo supo a qué atelier acudir en cuanto se comprometió. Eduardo Ladrón de Guevara está detrás de su look, basado en el estilismo nupcial de su madre y con piezas antiguas que pertenecían a su abuela y a su bisabuela. “´Él le hizo el vestido de madrina a mi madre en la boda de uno de mis hermanos y fue un espectáculo”, nos cuenta. Y con ese recuerdo en mente, se acercó a su espacio en la capital.

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Boda de Lola con look de novia de su madre encaje© KIWO

Su madre, la inspiración de su diseño a medida

Lola tenía claro que quería un vestido de novia muy personal, repleto de elementos que eran reliquias familiares y, por tanto, el trabajo con estas piezas debía ser impecable. “Como iba a ser un vestido muy delicado y sentimental (para mí) por todas las telas que se iban a usar, tenía que ser alguien que no tuviera ninguna duda y que diseñara y cosiera de ensueño. Solo podía ser él con su magnífico equipo y sus diseños”, revela.

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Al principio nuestra protagonista se sintió perdida durante mucho tiempo. Era complicado dar en el clavo con aquello que le gustaba. Sabía que quería encaje, pero le convencía en una versión sutil, integrado con mucho gusto y de forma armoniosa. “Entonces, me vino a la cabeza el vestido de novia de mi madre: era de dos piezas y me encantó, pero claro me estaba muy pequeño y era más apropiado para el invierno”, recuerda. 

Y a pesar de ello, decidió darle una oportunidad: “aun así, la forma de la falda y los encajes eran una pasada. Mi madre, que ya conocía a Eduardo, me propuso ir a verle. Le conté como era el vestido original de mi madre y antes de hacer el boceto me dijo que le gustaría verlo. Así que volví al día siguiente con él y a partir de ahí me hizo un boceto que ha sido tal cual el vestido. Una verdadera obra de arte”. 

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Tras el diseño sobre el papel, en esa misma cita, también escogieron los tejidos que protagonizarían la prenda. Y entraron en juego los elementos más especiales del look, que iba a estar confeccionado en seda natural 100%. “La seda iría junto a todos los encajes del vestido de mi madre. Además, mi madre tenía guardados otros encajes antiguos de mi abuela y bisabuela, por si no alcanzaba en alguna zona. Algunos de ellos estaban amarillentos o rotos por el paso del tiempo, así que hubo que tratarlos cuidadosamente…¡y quedaron como nuevos!”, señala.

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La pieza se realizó en cuatro pruebas. En la primera dieron forma a la toile, para que Lola se imaginara el resultado final. “Al principio no te ves. No sé qué cara puse, pero Eduardo cogió el vestido original de mi madre, lo cortó y empezó a colocarme todos los encajes encima, jugando con ellos”, relata.  

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En las otras tres visitas al taller, nuestra protagonista ya se encontraba más cómoda, le gustaba cómo se iba dando forma al diseño. En ellas el reto principal que encontraron fue conseguir ajustar las mangas a su medida, dado que al ser de una seda natural, no contaban con nada de elástico y durante la boda podían romperse. Conviene resaltar que la novia quería llevar su diseño de principio a fin, no se cambió en todo el día.

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El recuerdo más bonito de las pruebas

“Eduardo fue muy meticuloso y cuidadoso en todo el proceso. Lo que más me gustó fue que utilizó absolutamente todo el vestido de mi madre. Tanto así que, en la última prueba, cogió los puños de la camisa de mi madre y los colocó en la parte delantera del vestido. Ese toque me pareció precioso”.

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Un ramo de tulipanes blancos

En el estilismo, más allá de la prenda más destacada, captaba todas las miradas el ramo nupcial, que era de tulipanes blancos, una flor que siempre ha decorado la casa de Lola y que quería tener presente en su gran día. En Flores Búcaro entendieron su idea de diseño floral sencillo y atemporal: “Me conocen desde que era pequeña, y Cristian es como de la familia; tenía que estar presente en un día así. Los tulipanes son flores son muy delicadas y no aguantan bien el calor, por lo que necesitan estar siempre en agua. Para que no se vieran marchitos, Cristian me preparó dos ramos: uno para la Iglesia (que ofrecí a la Virgen) y otro para la finca”, indica. 

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Otro coqueto accesorio al que no quiso renunciar fue el velo. Si bien rechazó que su vestido llevara cola, sí que quiso un velo extenso para su enlace religioso. Encontró la horma de su trabajo en un tejido poco convencional, lo cual hacía este complemento tan especial como el resto del diseño. “Eduardo me ofreció una tela maravillosa que tenía de París, de plumeti y plisada”, nos explica.

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La indecisión llegó con el calzado, pues la altura de Lola y el color eran dos detalles importantes a tener en cuenta. De esta forma lo expone ella: “aunque sea alta, me encantan los taconazos de tacón fino, y como buena amante del color verde, tenía que estar presente en los zapatos. Quería unos hechos, pero todo lo que encontraba eran dorados y plateados y no era lo que tenía en mente. Entonces Eduardo me habló de Ceibo, donde te los hacen personalizados, y allí que fui. Diseñé unas sandalias de tiras blancas muy novia, con una tira verde. Después me compré unas alpargatas en Castañer, y otra idea genial que me dio Eduardo fue añadirles uno de los encajes antiguos de mi madre. Quedaron exquisitas”. 

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Como joyas, llevó el anillo de compromiso que le regaló su marido, Giovanni y unos pendientes que sus abuelos regalaron a su madre para el día de su boda. Ademas lució un tocado en forma de racimo de uvas, una creación exclusiva que también le hizo el propio Eduardo Ladrón de Guevara. “La temática de la boda eran las uvas, así que crearon una réplica con flores hechas de parafina. Quedó precioso”, admite. Decidieron como sería esta pieza una vez que ella se decantó por un peinado. 

En su look de belleza fueron claves un maquillaje natural, ideado por David Francés, que dejó su rostro fresco y limpio y un semmirrecogido de Gema Ledesma, que supo domar a la perfección sus ondas. 

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"La verdad es que me reí muchísimo durante todo el proceso y quien conoce a Eduardo, sabe perfectamente de qué hablo. Tiene un sentido del humor único. Me hizo mucha gracia que, al inicio de las pruebas, sacó una sidra para brindar todos y estuve súper a gusto", confiesa nuestra protagonista.  

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Los detalles de su boda en Madrid

El look de la novia es uno de los muchos ingredientes del gran día de Lola. Aquella jornada memorable tuvo lugar el pasado 31 de mayo, pero antes de convertirse en marido y mujer nació una historia de amor que unió a nuestra protagonista con Giovanni, que comenzó de forma inesperada, durante el periodo universitario. “Yo me fui de Erasmus a Roma y una noche nos conocimos por amigos en común”, revela. Aquello fue más que una chispa y su relación creció hasta que: “cuando llevábamos 10 años me pidió matrimonio. Nos fuimos a hacer el Camino de Santiago y Giovanni me sorprendió al final, en el Faro de Finisterre. Y digo ‘me sorprendió’ porque algo me decía que lo haría en nuestra casa”. 

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La elección de la fecha de su ‘sí, quiero’ fue intencionada, dado que el novio es de Roma y el 2 de junio es festivo en la capital italiana. “Lo organizamos para que fuera un puente para ellos y pudieran pasar más tiempo en Madrid”, comenta Lola. La ceremonia católica tuvo lugar en la madrileña Basílica de la Milagrosa, una iglesia a la que los dos estaban muy unidos. “En el cursillo prematrimonial conocimos al Padre Juan Ramón, muy cercano, además de que habla italiano. Fue él quien celebro la ceremonia, preciosa, mitad en castellano y mitad en italiano”. 

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"En medio de la ceremonia, me acordé de que se me había olvidado el libro de testigos… Aunque es solo un recuerdo para nosotros, lo había hecho con muchísimo cariño. El cura tuvo que avisar que se firmaría en la finca y mi hermano tuvo que acercarse a mi casa a buscarlo. Todo el mundo te dice que pasa todo muy rápido, pero hasta que no lo vives, no te lo crees. Salió todo genial. No cambiaríamos nada", rememora Lola.

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Organización a dúo

La celebración posterior tuvo lugar en Soto de Mozanaque, dado que los novios buscaban un espacio agradable cercano a Madrid. “Es un lugar espectacular, donde se come de maravilla”, defiende Lola. Para elegir cada uno de los detalles de este momento de la jornada, al igual que de la ceremonia anterior, los novios no contaron con ayuda externa. Renunciaron también a tener wedding planner aquel día. “¡Como economista que es él y yo arquitecto, hicimos un tandem perfecto! Yo decorando de la mano de Cukami Studio y él poniendo orden con los números”, matiza.

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Una decoración con temática

Precisamente de la decoración se encargó la propia novia. Hace un año dio un paso hacia adelante y emprendió su propio proyecto, Cukami Studio, especializado en papelería para bodas y otros eventos. Conocedora de los procesos y detalles clave a la hora de dar forma al montaje nupcial, apostó por crear todo un concepto en torno a su ‘sí, quiero’: “la temática giraba en torno a los racimos de uvas verdes, y estaban presentes en todos los detalles: en la web, en las invitaciones, en el libro de testigos, en los misales, en las minutas…”.

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La temática se exportó a todos los elementos de la papelería nupcial. Los misales, decorados con uvas y una ilustración de la iglesia, contaban con una medalla de La Milagrosa bendecida para la ocasión. “Cuando hicimos la entrada al banquete, en lugar de servilletas, preparamos maracas decoradas en verde para simular racimos de uvas. Fue duro pintar 220 maracas, pero mereció la pena. Quedó precioso y muy divertido”, reconoce. 

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La pareja no se olvidó de sus raíces: "queríamos que Italia y España estuvieran presentes. El seating plan y los meseros representaban monumentos de Roma y Madrid, hechos a tinta, uniendo las dos ciudades tan importantes para nosotros y durante la hora loca, repartimos chupitos de limoncello, máscaras venecianas y flores para el pelo, al estilo de las sevillanas". 

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"Lo más especial del día fue tener a todos juntos... La familia y los amigos fue, sin duda, lo más especial. Que vinieran desde Italia, que se conocieran entre ellos, que compartieran ese día con nosotros; nos hacía una ilusión enorme", apunta Lola.   

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Tras haberse casado, Lola comparte que no conviene planificar la boda con demasiada antelación. Ella y su marido lo hicieron a un año vista y se les hizo largo, “¡se te ocurren demasiadas cosas!”. No obstante, considera que lo más urgente es cerrar con tiempo la fecha, el espacio, el fotógrafo, el videografo y la música. “Y lo más importante de todo: dejarse llevar. Confía en los profesionales que contratas, porque si algo aprendimos es que, cuando delegas en buenos equipos, todo sale redondo”, concluye.

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