La suya fue una historia de amor que rompió moldes y que, contra quienes no veían futuro a la relación, fue capaz de vencer al paso del tiempo y a los pronósticos catastrofistas. Victoria de Suecia y Daniel Westling se dieron el 'sí, quiero' un 19 de junio de 2010, hace hoy 15 años. Si al cumplir la década tuvieron que festejar su gran día de forma comedida, debido a la comprometida situación sanitaria por el coronavirus, en este decimoquinto aniversario, auguramos, la celebración será mucho más notoria. Para conmemorar una de las bodas reales más espectaculares de nuestro siglo, recordamos los detalles más especiales del look de novia que llevó la princesa, algunos de corte tradicional y otros con su sello personal, que inspiran a las novias de hoy. Porque sí, algunas de sus elecciones de estilo siguen estando de plena actualidad.
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Un anillo de compromiso firmado por el joyero de la corte
La pareja contrajo matrimonio en la catedral de San Nicolás de Estocolmo, tras ocho años de una controvertida relación que el rey terminó por asumir. Ella era la heredera de la corona y él su entrenador personal, sin 'sangre azul', algo que a priori no encajaba con la visión de la casa real. Pero finalmente los reyes Carlos Gustavo y Silvia de Suecia aceptaron la unión, que se hizo oficial al anunciar el compromiso el 24 de febrero de 2009. En su mano, Victoria de Suecia lucía un anillo de compromiso que su prometido había pagado íntegramente, una sortija de diamantes de 3 quilates ideada por los joyeros de la corte real sueca, W. A. Bolin.
El esperado gran día llegó, con un imponente despliegue que casi alcanzó los 2 millones de euros y que contó con 1.200 invitados. A las 15:30 horas, la celebración daba comienzo en el templo. La princesa había escogido el mismo día que sus padres para pasar por el altar. Ellos lo hicieron el 19 de junio de 1976, ella en esa misma fecha, pero 34 años más tarde. Una decisión romántica a la par que osada y una anécdota interesante para una jornada en la que la pareja se convirtió en duques de Västergötland, desde que el arzobispo de Upsala, Anders Wejryd, los declaró marido y mujer.
El look de preboda para una cena en su honor
Además de un clima de lo más romántico, también destacó del enlace el look que llevó la novia. Victoria de Suecia se decantó por un único diseño para su boda, que llevó desde la ceremonia hasta el banquete, en el Palacio Real de la capital sueca. Eso sí, la noche anterior, la víspera del enlace, la princesa acudió a un festejo en honor a su matrimonio, con dos banquetes, en la Ópera Real de Suecia y en la Sala de Conciertos de Estocolmo. Eventos preboda en los que escogió el rosa, en un vestido empolvado, asimétrico, con lentejuelas y perlas cosidas a mano, confeccionado por Elie Saab.
De escote barco y color perla: las claves de su vestido
Ya en el gran día, su elección dejó a todos sin palabras. La royal había confiado en un reputado diseñador sueco, Pär Engsheden, para que hiciera realidad su vestido nupcial soñado. La pieza destacaba por sus líneas clásicas y minimalistas, que hacían contraste con los accesorios elegidos. El diseño, de color blanco perla, estaba confeccionado en satén de seda duquesa de doble cara y contaba con líneas limpias en una pieza de silueta 'A' con escote de pico en la espalda. Especialmente favorecedor era el corte delantero, vuelto, de tipo barco, casi Bardot, con mangas cortas, perfecto para presumir de hombros (como ya han hecho otras mujeres de la realeza) que a día de hoy es el favorito de muchas prometidas que se casan próximamente.
Destacó, de igual forma, su cola, de casi cinco metros de largo, una creación muy llamativa que iba unida al vestido a través de un amplio fajín, el cual se cerraba en la cintura gracias a unos botones forrados. A ello se sumaron unos complementos a caballo entre la tradición y la modernidad. Por un lado, un par de zapatos, obra de Roger Vivier, que la novia había encargado a su gusto y que estaban forrados con el mismo tejido que el traje. Además, siguiendo la estela familiar, Victoria de Suecia apostó por el velo de encaje de Bruselas de la reina Sofía de Suecia (que esta escogió en su enlace en 1858), que también habían llevado, previamente, su madre y su abuela en su boda.
Como peinado, la princesa se decantó por un recogido pulido, que dejaba todo su rostro al descubierto, maquillado de forma natural, dando protagonismo a los ojos y logrando una piel luminosa. El moño era clásico e iba decorado con una ramita de mirto, imperceptible a simple vista, que también estaba presente en su ramo de novia con cascada. Una creación del florista de la corte, Claes Carlsson, que estaba compuesta por lirio de los valles, rosa, orquídea phalaenopsis, peonía, clemátide, cosmos, flor de cera, guisante de olor, dicentra formosa, pelargonium de Mårbacka, lirio amazónico, gardenia, azalea, corazón sangrante y el citado mirto del arbusto familiar. La tradición se iniciaba con la princesa Margarita, quien se casó con Gustavo (VI) Adolfo en 1905 y trajo el mirto al país y lo ubicó en el Palacio de Sofiero, primero y al de Ulriksdal, después. Desde 1935 una rama de este arbusto se ha sumado a los ramos de todas las novias de la familia real sueca.
La tiara de los camafeos, una joya histórica
El toque final de su inolvidable estilismo lo puso una joya histórica con la que la heredera al trono hizo un homenaje a todas las mujeres de su familia que la escogieron: la tiara de los camafeos. Esta creación, que sujetaba su velo, fue vista por última vez públicamente el día de su 'sí, quiero'. La pieza está repleta precisamente de camafeos (ónix o ágata tallados con figuras en relieve) y perlas, engastadas en oro amarillo. Elaborada en Francia por Marie-Étienne Nitot, fundador de la casa Chaumet, se cree que fue un encargo de Napoleón Bonaparte como regalo para su primera mujer, Josefina, pues este orfebre se convirtió en el joyero de la corte imperial francesa y proveedor oficial de la esposa del emperador.
Cuando Josefina se trasladó al Château Malmaison y se separó de su segundo marido, Bonaparte, se llevó todas sus joyas y las mismas pasaron de generación en generación hasta que su nieta Josefina de Leuchtenberg se casó con Óscar de Suecia. Poco tiempo después se convirtieron en reyes de Suecia. Entonces, la tiara terminó por formar parte del joyero real de la casa de Bernadotte. La elección de la pieza por parte de la princesa pudo no ser casual: todo apunta a que tuvo en cuenta que el camafeo central contaba la historia de un amor imposible. Los expertos creen que representa el mito de Cupido y Psique, dos personajes que lograron entablar una relación aunque una era humana y, el otro, dios, y este tipo de parejas no podían prosperar según la mitología. Una idea que podría ser un guiño a su romance con Daniel Westling, contra viento y marea. Una unión que 15 años después parece fortalecida y de la que han nacido dos hijos en común.