La reina Sofía ha inaugurado diciembre con un gesto tremendamente nostálgico: rescatar una chaqueta que llevó por primera vez en 1998, hace ya 27 años y antes incluso de convertirse en abuela. Su aparición en Burgos, donde ha presidido la VIII edición de los Premios Evolución y la primera edición del Premio Emiliano Aguirre como presidenta de Honor de la Fundación Atapuerca, se enmarca dentro de un final de año especialmente intenso para ella. Noviembre fue un mes repleto de compromisos —su 87º cumpleaños, la imposición del Toisón de Oro, reuniones familiares y varios actos oficiales—, y diciembre ha arrancado con el mismo ritmo. Aun así, doña Sofía mantiene intacta su capacidad de convertir cada aparición en un pequeño acontecimiento estilístico, especialmente cuando lo hace recurriendo a piezas con historia.
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El look: una chaqueta de tweed con 27 años de historia
Para este compromiso en el Museo de la Evolución Humana, la reina emérita ha elegido una chaqueta de de Escada en tonos azules y verdes, con detalles en negro, solapas marcadas y botones dorados. Un diseño cien por cien noventero, de corte recto y hombreras, que conserva ese aire elegante y ligeramente vintage que caracterizó la moda de finales del siglo XX.
La ha combinado con pantalones rectos negros, un abrigo acolchado en el mismo tono —ideal para el frío burgalés—, bolso bandolera y un broche de mariposa con piedras multicolores que ha lucido en numerosas ocasiones y que, con los años, se ha convertido en una de sus joyas favoritas. El resultado ha sido una mezcla perfecta entre funcionalidad, memoria y estilo: un look cómodo, apropiado para un acto institucional y al mismo tiempo cargado de nostalgia para quienes siguen su trayectoria desde hace décadas.
La chaqueta como sello de identidad: tres décadas de un estilo fiel
Si hay una prenda que define el estilo de la reina Sofía, es la chaqueta. Desde hace más de treinta años la ha convertido en su uniforme no oficial: blazers estructuradas, trajes de dos piezas, americanas clásicas y tejidos nobles forman parte de su “ADN estilístico”. El tweed, además, ocupa un lugar preferente en su armario. Su textura robusta, sus combinaciones de color y su durabilidad encajan a la perfección con su forma de vestir: elegante, práctica y sin estridencias, pero siempre con un toque clásico que atraviesa generaciones. No es casualidad que esta prenda haya sobrevivido casi tres décadas intacta: Sofía siempre ha sido una defensora de la moda longeva, de calidad y sin fecha de caducidad.
El tweed: del campo escocés a símbolo de elegancia real
El tweed es hoy un tejido asociado a la aristocracia británica, a las grandes casas de moda y al lujo silencioso, pero su origen es mucho más humilde. Nació como un tejido resistente destinado a los agricultores y trabajadores rurales de Escocia e Irlanda, que necesitaban protección frente al frío y la humedad. Con el tiempo, los aristócratas ingleses lo adoptaron para sus actividades de caza y vida campestre, convirtiéndolo en un distintivo de estatus. Surgieron los primeros Estate Tweeds, patrones personalizados para cada familia noble, y la popularidad del tejido se extendió por Europa durante el siglo XIX. Ese viaje —del campo a la élite— es parte de la fascinación histórica del tweed: pocas telas narran tan bien la evolución social de la moda.
Coco Chanel y la revolución del tweed: cuando el tejido se volvió femenino
La gran transformación llegó en 1924, cuando Coco Chanel decidió incorporar el tweed —hasta entonces reservado a la ropa masculina— a sus diseños para mujer. Inspirada por los guardarropas de los aristócratas británicos, creó chaquetas y trajes pensados para la libertad de movimiento, la comodidad y una nueva forma de elegancia moderna. Su icónica chaqueta de tweed, lanzada en los años 50, se convirtió en un símbolo del empoderamiento femenino y marcó un antes y un después en la historia de la moda. Desde entonces, la Maison la reinventa cada temporada, demostrando que este tejido no solo soporta el paso del tiempo: lo desafía.
Que Sofía recupere hoy una chaqueta de tweed de 1998 es, de alguna manera, un homenaje silencioso a esa tradición de moda atemporal que Chanel inició hace casi un siglo.