La moda es una forma más de expresión. Lo que llevamos puesto (y lo que no) dice mucho de nosotros: cómo somos, qué queremos transmitir... Por eso no sorprende que, más allá de cumplir con el protocolo de cada acto, las mujeres más poderosas piensen muy bien, con ayuda de sus estilistas, qué piezas son las mejores para cada momento. Y en el vestidor de doña Letizia y la princesa Leonor hay un diseño que se repite una y otra vez: el traje de chaqueta. Algo que hemos podido comprobar nuevamente en Navarra.
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Pocas prendas hay tan versátiles y favorecedoras para una mujer como esta. Los primeros diseños —compuestos por chaqueta y falda— fueron propuestos por el británico John Redfern en la década de 1880. Aunque eran más cómodos que los vestidos, seguían conservando las siluetas de la época. Habría que esperar a los años 20 para que Coco Chanel relajara sus estructuras y propusiera diseños más sueltos y cómodos, confeccionados en tweed. Pero fueron André Courrèges y Yves Saint Laurent los que redefinieron el traje femenino en los 60. En 1966, Saint Laurent introdujo el Le Smoking, un esmoquin para mujeres que desafiaba las normas de género, se convertía en un emblema de rebeldía y sofisticación y en el germen de los diseños que ahora llenan los armarios de las más elegantes.
Como bien explica Cristian Salomoni, experto en comunicación, el traje se suele asociar con el mundo masculino y el poder; el empresario, el político y el diplomático lo llevan. Erróneamente, se cree que, en estos ámbitos, la mujer debe parecer masculina para tener autoridad, seriedad y profesionalidad. Sin embargo, desde su punto de vista, esto no es necesario, y tampoco cree que sea el motivo por el que tanto la Reina como la Princesa eligen este tipo de prendas con tanta frecuencia.
El traje es una prenda muy versátil. Puede parecer más o menos informal dependiendo de los colores y tejidos en los que haya sido elaborado, y variar fácilmente gracias a los accesorios. También se trata de piezas que se adaptan a los diferentes protocolos, que no llaman excesivamente la atención y, por tanto, "evitan eclipsar el mensaje político con el estilismo". Algo que podría suceder si se decantaran por otra prenda. Y, por último, como apunta el experto, "evitan lecturas sexistas que se pueden suscitar con el largo de la falda o el escote".
Salomoni ve en esta elección la necesidad de desligarse de la idea del estereotipo de princesa (y reina) femenina y frágil, y aportar una imagen más moderna y ejecutiva. "Comunica modernidad en el sentido de que son mujeres de este siglo, que no dependen de vestidos ostentosos. También preparación, que están listas para ocupar espacios de liderazgo y decisión. Y seriedad, porque no son celebridades de moda, sino representantes del Estado e igualdad". Y todo eso, son puntos a favor de la elección de esta prenda.
En el caso concreto de Leonor, también está la continuidad institucional. "Estamos acostumbrados a ver la reina Letizia con este tipo de prenda, y la elección de un estilo compartido entre madre e hija proyecta unidad familiar".
Pero llevar (casi) siempre traje en actos institucionales no es realmente necesario. Salomoni explica que esta elección, si es muy recurrente, puede dar sensación de poca cercanía o frialdad, y también resta diversidad estilística y feminidad.
"Amalia de los Países Bajos, por ejemplo, mezcla traje con vestidos que refuerzan su juventud. Kate Middleton, que para mí es el icono de la comunicación política a nivel de vestimenta, usa vestidos elegantes y muy femeninos cuando el protocolo lo permite. Leonor, en contraste, parece demasiado ejecutiva y sobria. Puede interpretarse como una estrategia consciente para destacar su rol de futura jefa de Estado. Pero hay muchos momentos donde podría innovar", concluye el experto.