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Seguro que en alguna ocasión has conocido a algún niño al que se calificaba como 'superdotado'. Siempre destacaba en clase y tenía mucha curiosidad por ampliar sus conocimientos. Ahora, nos referimos a esas personas apuntando que tienen altas capacidades, un rasgo que se observa desde bien temprano, ya en la etapa infantil. Y si algo hemos aprendido con el tiempo es que es fundamental potenciarlo, como nos explica Juvenal Ornelas, de Mundopsicólogos. De hecho, recomienda, si en la etapa escolar se detecta que un niño tiene altas capacidades, se le debe estimular, ya que suele ser personas con mucha curiosidad y ganas de saber, y que absorben los conocimientos con mucha velocidad. Darle a estos niños esa posibilidad les dará una infancia adecuada, y estar rodeado de niños con el mismo perfil, ayudará a que su desarrollo tanto mental como social sea el adecuado. En el caso contrario, serán niños que sientan que son "raros" y serán excluidos socialmente en la etapa escolar por los mal llamados 'normales'.

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Adultos con altas capacidades 

Pero ¿qué ocurre con los adultos con altas capacidades? ¿Cuáles son sus rasgos de personalidad? ¿Y sus características? Para poder comprender cómo son, entenderlas mejor y ayudarles si es necesario, hablamos con el psicólogo Federico Fernández Gil, especialista en altas capacidades y cofundador de cientoymucho.com

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¿Cuáles son los signos de una persona adulta con altas capacidades?

Los adultos con altas capacidades son personas muy críticas consigo mismas (lo que hace que a menudo tengan un autoconcepto devaluado) y con los demás. Tienden a cuestionar lo establecido o lo impuesto si encuentran que carece de lógica o sentido. Tienen una gran capacidad de reflexión sobre temas existenciales o filosóficos. Generalmente son perfeccionistas (a veces hasta la parálisis), tienen un gran sentido ético, de la amistad y del amor. Además, son personas muy emotivas, lúcidas, con un gran sentido del humor (a menudo incomprendido).

También se les tilda de inteligentes (aunque parezca obvio, no lo es) y son muy creativos (no tiene por qué tener dotes artísticas, pueden serlo en la investigación o, por ejemplo, a la hora de hacer bricolaje o diseñar un programa de ordenador o realizar una composición musical o una coreografía). Se les nota que tienen un vocabulario muy amplio (aún más si su escolarización ha sido medianamente buena). Son además personas muy curiosas (casi como un niño), con gran memoria, capacidad de análisis, de razonamiento, imaginación y liderazgo natural.

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¿Y los rasgos de personalidad? 

En los adultos con altas capacidades se dan tantas configuraciones de personalidad como en el resto de la población. Existe entre ellos gente tímida, pero también extravertida, gente con necesidad de logro y también sin ella, o personas abiertas a la estética o no tanto.

No obstante, por centrar el tema, si tomamos el modelo de la personalidad más aceptado en el mundo académico, el Big Five o Cinco Grandes -compuesto por los siguientes rasgos de la personalidad: neuroticismo, apertura, extraversión, responsabilidad y afabilidad- en la práctica clínica encontramos que las personas con sobredotación intelectual suelen dar alto en el rasgo neuroticismo (es decir, una emocionalidad elevada), en apertura a la novedad (principalmente en Ideas, para a menudo también en fantasía, sentimientos y valores) y bajo en gregarismo (un componente de la extraversión que señala que le gusta bastante estar también en soledad, que no busca demasiado los estímulos sociales).

En todo caso, es importante subrayar que, dado que la personalidad no es sino un patrón transituacional de comportamiento, pensamiento y emoción relativamente estable en el tiempo, que explica cómo percibimos la realidad, los juicios que hacemos de ella o la manera en que interactuamos con el medio; y puesto que la fuente del pensamiento, la emoción y la conducta es el propio cerebro, no es de extrañar que para las personas adultas con sobredotación intelectual su elevada inteligencia sea en realidad un eje central en torno al que pivota su personalidad. Es decir, perciben, piensa y sienten de manera diferente a la población normotípica.

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¿Suelen sentirse frustrados?

Depende mucho de la historia vital de cada persona, por lo que si han recibido desde niños la atención y el entorno adecuados (algo que generalmente solo se da cuando han sido identificados como personas con altas capacidades en la infancia o, a más tardar, en la adolescencia) los adultos alcanzan un equilibrio entre sus capacidades y su capacitación profesional y personal. Si no es el caso, aunque también se puede llegar a este equilibrio (suelen ser personas muy resilientes y menos proclives a la enfermedad mental per se -es un mito identificar genio con locura-), con frecuencia existe disparidad entre sus capacidades intelectuales y la realización personal y profesional alcanzadas. Piénsese que las personas adultas con altas capacidades viven en unas estructuras societales generalmente no pensadas por y para ellos, es decir, como si fueran zurdos viviendo en un mundo de diestros toda su vida, lo que les conduce a una profunda frustración.

En todo caso, probablemente la mayor frustración que sienten es al percibirse distintos a los demás, no conocer el origen de dicha diferencia (atribuyéndola a enfermedad mental) y no conseguir comunicarse profunda y emocionalmente con los demás. Esto puede inducir una sensación de intensa soledad, algo que está demostrado influye negativamente en la salud en su más amplia concepción.

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¿Cuáles son los principales obstáculos con los que se encuentran?

Yo diría que los principales obstáculos son la falta de conocimiento y comprensión del funcionamiento de las personas con altas capacidades. Por ejemplo en los entornos laborales, cuya rigidez en los procesos y estructuras y carencia de creatividad en general es algo patente con frecuencia, su necesidad de aprendizaje, de continua novedad, o de resolver y solucionar problemas y retos puede vers, como conductas muy distintas a lo que son en realidad, encontrándose la incomprensión o el rechazo de los otros. En otros ámbitos, como el personal, a veces son vistas como personas peculiares (por sus amplios gustos o la necesidad de profundidad en los temas de conversación) cuyo amplio vocabulario o manejo del lenguaje hace que sean tomados por pedantes o redichos, cuando no es sino la parte visible del complejo funcionamiento de parte de su corteza cerebral. Esto por tomar un par de ejemplos de obstáculos.

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¿Suelen tener alta sensibilidad?

Efectivamente, es así. Su profundidad y amplitud en el procesamiento de la información sensorial, intelectual y emocional hace que sean personas muy sensibles, tanto frente a estímulos como el ruido, la luz o el tacto (conozco a personas que no soportan entornos ruidosos durante mucho tiempo, por ejemplo), como a estímulos intelectuales (personas que ven la belleza en, por tomar un caso, una fórmula matemática o física) y a estímulos emocionales (es habitual que sufran, literalmente, por el sufrimiento de otra persona hasta límites insospechados).

Desde una perspectiva científica, el psicólogo y psiquiatra polaco Kazimierz Dabrowski, en su Teoría de la Desintegración Positiva, acuñó el término de las sobreexcitabilidades (imaginativa, intelectual, sensitiva, emocional y psicomotora), que van en la línea de lo que antes he explicado con ejemplos. Las personas con altas capacidades suelen tener una mayor sobreexcitabilidad, principalmente en las áreas imaginativa e intelectual, pero también (aunque no solo) emocional.

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¿Cómo afectan las altas capacidades a la vida diaria?

Yo diría que afecta absolutamente en todo. Al relacionarse con los compañeros de trabajo, con los amigos, con la pareja, consigo mismo y con el mundo. Cuando uno se pasa horas haciendo un “master” sobre la cosa cotidiana más insospechada para tratar de entenderlo, cuando se cocina o cuando se lee. Cuando se aburre en un santiamén una vez que ya entiende una tarea, cuando no ve sentido a la vida porque se cuestiona hasta si es real la realidad. Afecta cuando se siente como si viviera todo el día con un disfraz que le aprieta para ser visto como los demás y sentirse integrado en el grupo, y más cuando hace esto toda la vida y ya no sabe ni quién es. Esto por poner algunas muestras.

Pero también afecta muy positivamente cuando se ve la solución (a menudo además imaginativa) a un problema mucho antes que los demás en el trabajo, cuando se vislumbra la belleza de la cosa más nimia que uno pueda imaginar, como una flor que crece al borde de la acera y esto hace que se detenga a observarla y llegue tarde al autobús. Cuando se aprecia a las personas como si formaran parte de uno mismo y esto hace que fije en su memoria la imagen de los amigos en una cena y que, por un momento, se quede con la mirada perdida pensando y éstos le saquen de su embelesamiento con un grito. En definitiva, afecta siempre y en todo momento en la vida cotidiana de la persona, concluye el psicólogo y especialista en altas capacidades, Federico Fernández Gil. 

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