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En ocasiones, toca parar. Hacer una pausa, para continuar después con otro ánimo y otras fuerzas. Nuestro cuerpo es el primero que así nos lo indica, es sabio y nos dice cuándo debemos frenar el ritmo, algo en lo que coinciden los expertos. “Absolutamente de acuerdo. Nuestro cuerpo contiene toda la información, nuestras células tienen memoria. Si aprendemos a escucharnos, a escuchar el cuerpo, tendremos la clave para ocuparnos de nuestro bienestar tanto físico como emocional. El cuerpo es el maestro”, nos cuenta la doctora Elena Morales, psicóloga y miembro de Doctoralia.

 

Pero, ¿cuáles son las señales que nos lanza nuestro organismo para indicarnos de esa necesidad de echar el freno o, al menos, de tomarnos las cosas a un ritmo más lento? Las hemos abordado con la ayuda de la terapeuta. Toma nota,

 

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Ojo si duermes mal o tienes problemas digestivos

En opinión de la psicóloga, si desarrollamos la escucha a nuestro cuerpo, sabremos detectar y darnos cuenta de cuándo nos estamos excediendo en el ritmo de vida que llevamos y podremos atender las señales que nos indican que algo no anda bien. Y nos resume algunas de ellas:

-El sueño nos ayuda a resetear y durante el mismo, se activan las células que hacen limpieza en nuestro organismo. Cualquier alteración en el ciclo de sueño, no poder conciliarlo al inicio de la noche, despertarnos varias veces y no poder volver a dormir, incluso despertarnos una o dos horas antes de lo habitual, debería hacernos plantear la pregunta de qué me está pasando, qué no estoy atendiendo de mi.

-También las alteraciones en el aparato digestivo, molestias en la boca del estómago, o los cambios en el apetito, así como las ingestas compulsivas que, en muchas ocasiones, nos indican estados de ansiedad.  Cada vez hay más investigaciones que hablan de nuestro estómago como un segundo cerebro, por eso debemos prestarle atención a cualquier alteración que sintamos en él.

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Otros signos de alerta

Hay más avisos que nos da nuestro cuerpo con respecto a la necesidad de poner un poco de calma en nuestro día a día:

-Los dolores de cabeza también pueden estar relacionados con el estrés y el agotamiento mental y físico.

-Las tensiones y contracturas musculares nos dan mucha información sobre nuestro estado emocional y todo lo que vamos cargando en el día a día.

-La presión en el pecho es un síntoma bien conocido de aquellas personas que sufren estrés y un ritmo de vida que al final, va en contra de lo que nuestro organismo necesita.

 

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Nos mostramos más irritables

Sin duda, a estas señales hay que sumar la irritabilidad que sentimos cuando estamos llegando al límite, a esa línea imaginaria que no deberíamos sobrepasar de ninguna manera. “Por supuesto, las emociones son también nuestras aliadas. Si nos sentimos irritables, es probable que no nos estemos respetando en nuestros límites y que nos excedamos. Atender a nuestros enfados, la rabia, y todas las emociones conocidas como desagradables (aunque valiosas y necesarias) también nos da pistas. Y lo importante es que las emociones también las sentimos en el cuerpo, por lo tanto, si escuchamos nuestro cuerpo, percibiremos mejor nuestras emociones y viceversa”, nos cuenta la experta.

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¿Y si no hago caso a esas señales?

El problema llega cuando, en no pocas ocasiones, sabemos la teoría, pero no  hacemos caso a esas señales y llegamos al agotamiento, físico y mental, tal y como nos detalla la psicóloga. “Vivimos en desconexión con nuestro cuerpo, dando mucho protagonismo a la mente. Sería saludable compensar, equilibrar para que la mente también pueda descansar.  El ritmo de vida que llevamos, sobre todo en grandes ciudades, no nos facilita nada esta conexión con el cuerpo porque vamos a una velocidad frenética y necesitamos parar, darnos espacio para la pausa", considera.

 

Y lanza una advertencia: "Si no hacemos caso a esas señales que el cuerpo nos manda, podemos llegar a enfermar. El cuerpo como decíamos es sabio, y de una manera u otra nos pone un límite, nos frena. En muchas ocasiones ese freno es la enfermedad”.

 

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¿Qué debemos hacer para intentar no llegar a ese límite?

La clave está, por lo tanto, en saber cómo debemos actuar llegados a este punto. “A nivel individual, poder ir desarrollando la conciencia corporal y la escucha interna. Puedo sentarme 5 minutos, cerrar los ojos e ir poniendo atención a cada parte de mi cuerpo, a lo que percibo a través de los sentidos, a cómo respiro. La respiración es la llave maestra que nos permite parar, y tomar conciencia, es nuestro gran recurso y el de todos los organismos vivos. Si hago una inspiración amplia y suelto todo el dióxido de carbono en la espiración, estaré oxigenando bien mi organismo y eso ya es mucho ganado. Además, es gratis y lo puedo hacer en cualquier lugar y en cualquier momento.  De esta manera ya me estoy escuchando, puedo parar y ser cada vez más honesta conmigo en el ritmo que llevo para poder hacer ajustes y no llegar a ese límite”, recomienda la psicóloga.

 

Y añade que, por otro lado, a veces es complicado hacer esos ajustes y aquí viene la parte colectiva, donde podemos reflexionar cuánto nos facilita y cuánto nos dificulta el sistema social y económico en el que vivimos. “Parar es necesario y escuchar el cuerpo, pero si necesito tener tres trabajos para poder vivir, tenemos que hacer malabares para conciliar la vida personal con la laboral, atender las relaciones sociales, etc., a veces se hace complicado hacer esa pausa”, nos cuenta. Y explica que, por último, hay disciplinas psicocorporales como la Terapia Corporal Bioenergética, el Movimiento Consciente, el Yoga y otras que nos facilitan la toma de consciencia de nuestro cuerpo.

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