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Las luces de Navidad alumbran ya muchas ciudades y pueblos. Todo comienza ya a oler a esta época del año que genera sentimientos totalmente polarizados: hay quien la ama y hay quien la odia (sin olvidar a quienes prefieren situarse en un término medio y conviven con ella sin entusiasmo pero sin acritud). “La época de Navidad puede gustar o no gustar. Es un período del año muy diferente al resto, con connotaciones también muy distintas según para qué personas”, explica la psicóloga clínica Pilar Guerra.

 

Y este año sumamos que llega, puntual a su cita, sí, pero en medio de una pandemia que ha descolocado nuestra forma de vivir. No es extraño que los sentimientos sean aún más complejos este 2020. “Ese año la Navidad viene acompañada de las palabras estrés y ansiedad más que nunca. Estamos inmersos en una situación de pandemia mundial. Seguimos con confinamientos que cierran perimetralmente barrios, ciudades, comunidades y países, lo que conlleva un esfuerzo sobre humano de adaptabilidad de cada persona que formamos esta sociedad. Esta Navidad 2020 puede convertirse, como en los partidos de baloncesto, en un tiempo muerto donde nuestra mente se distraiga de la realidad que estamos viviendo o, por el contrario, se transforme en una presión inabordable para algunos”, nos explica la experta, que nos ayuda a analizar los motivos que pueden producirnos aún más estrés esta Navidad y nos da, además, las claves, para intentar afrontarlas de forma positiva.

 

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Aceptar que nuestro día a día ha cambiado

En opinión de la psicóloga, la alteración y modificaciones en los horarios, así como las normas y nuevas leyes no nos dejan tener unos hábitos consolidados como teníamos antes. Lo cotidiano ya no existe. “Esto ya en sí mismo es una fuente de estrés diaria. Si a esto le sumamos unas nuevas conductas para afrontar lo que conlleva una Navidad, nos vemos sumergidos en una sobreestimulación, frente a la cual, necesitaremos herramientas”, nos cuenta Pilar Guerra, que cita también al componente económico como un motivo más para ese nerviosismo.

 

El día a día de nuestros presupuestos también ha cambiado. La Navidad requiere consumo, regalos, y menús extremos en nuestras mesas. Esto puede ser inalcanzable para muchísimas personas y familias. La sensación de no poder llegar a lo que se nos exige nos lleva a la frustración y esto puede generar síntomas de ansiedad importantes. No podemos ni debemos aceptar tantísima exigencia”, nos cuenta. ¿Qué podemos hacer?

 

-Hemos de trabajar las expectativas, y este año, más que nunca, tenemos que estar en un continuo contacto con la realidad. La idea es que seamos nosotros los que gestionemos la Navidad, y no que la Navidad nos gestiones a nosotros.
 

-Hemos de saber decir “NO” a todo aquello que nos produzca presión. La Navidad no debe de tener tanto poder como para que nos haga salirnos de nuestras posibilidades reales que nos están exigiendo las medidas de salud. Este año no tenemos el poder de la elección, y eso ha de llevarnos a no tener ninguna duda sobre lo que es prioritario. Y lo prioritario tiene que ver con nuestras necesidades más básicas, y decidir no salirnos de ahí bajo ningún concepto.

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Una Navidad de reuniones menos numerosas

Lo cierto es que, tal y como explica la experta, estamos condicionados a que este período de fiestas esté asociado a reuniones familiares o de amigos, generalmente numerosas. Viajar fuera de las ciudades donde se trabaja e ir a los lugares de origen, antes, era un hábito navideño. Obviamente, este año no lo podemos hacer con tanta libertad, pero no es tan “obvia” la manera de aceptar esto. “Hay una ansiedad anticipatoria que resuena ya estos días ante la pregunta de “¿qué vas a hacer por Navidad?”. Casi nadie tenemos una respuesta, lo que genera desasosiego, incertidumbre, y en muchísimos casos, nostalgia de épocas anteriores”, nos cuenta, y nos da las herramientas para solucionarlo:

 

-Para evitar el estrés y la ansiedad, tenemos que poner el foco en lo que “sí podemos hacer”, y no en lo que es imposible llevar a cabo. Hemos de poner nuestra energía en aceptar con quién y con cuantas personas podemos estar en las noches “especiales”, y trabajar ese pensamiento que nos acribilla cuando pensamos en las personas con las que no podemos estar.
 

-Tenemos que trabajar la idea tan llena de exigencia de la “ilusión”, anticipándonos a ella e intentando no olvidar que toda nuestra energía debe de estar en cuidarnos, acatar todas las normas de protección que están establecidas, y no dudar bajo ningún concepto en la posibilidad de saltárnoslas. Las leyes no son optativas. Si las seguimos a rajatabla, evitamos las dudas. Y si evitamos dudar, evitamos el estrés.

 

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Ser y parecer felices, ¿es obligatorio?

Pilar Guerra cuenta cómo la Navidad tiene una especie de exigencia subliminal de no solo ser felices, sino también “parecerlo”. Y nos cuenta un dato: está demostrado que en la noche de Fin de Año se da el mayor número de denuncias policiales por desencuentros familiares que en el resto de los meses. “El exceso de alcohol y la presión por tener que reunirse por obligación con personas con las que no tenemos una buena relación durante el año desembocan en conflictos difíciles de manejar", nos dice y añade que este año todo se puede ver incrementado por el estado de ánimo de cierta depresión y tristeza que sufre la sociedad en estos momentos.

 

Por supuesto que el estrés navideño ha existido antes de la pandemia; estudios demuestran que ya lo padecían 6 de cada 10 personas, con síntomas visibles de nerviosismo, dificultad para conciliar el sueño, irritabilidad… e incluso tristeza. Psicológicamente, este año, esta tristeza puede llegar a duplicarse; la suma de la tristeza que acarreamos por la covid-19, más la que lleva intrínseca la época del mazapán. Para hacer frente a esto, la psicóloga nos propone:

-Reestructurar la idea de “disfrutar”: el disfrute no es sinónimo solo de “alegría”, sino que consiste en una aceptación total de todas aquellas emociones que sentimos, que van desde la felicidad, pasando por la rabia, la pena, la frustración y la nostalgia o tristeza. Este año debemos de anticiparnos a saber que todas estas emociones van a estar dentro del saco de los regalos de Santa Claus.
 

-Gestionar el estrés navideño este año va en la línea entonces de afrontar estos días con la expectativa realista de que vamos a tener que hacer un gran esfuerzo para sostenernos a nosotros mismos, que las emociones no son buenas ni malas, y que se puede estar triste en Navidad. El verdadero drama está en no saber aceptarnos y en juzgar la emoción de tristeza como algo negativo. Si nos permitimos estar frustrados, seguramente entonces puede que empecemos a estarlo menos.

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La parte social de la Navidad

“La Navidad requiere esfuerzo social, habilidades sociales y ganas de estar con los demás, aparte de atender a un exceso de comunicación. Las relaciones sociales se elevan a la enésima potencia. Se multiplican por mil el número de mensajes de teléfono, de WhatsApp, de correos electrónicos y de intercambio de vídeos, fotos y enlaces, lo que lleva consigo otro sobre esfuerzo más de todos los sobre esfuerzos que llevamos acarreando desde este pasado mes de marzo con el estado de alarma. Otros años, la sociedad se ha estado preparando para esta fiesta extrema. Este año, toda nuestra energía se ha visto destinada a adaptarnos a esta situación extraordinaria de lidiar con este virus”, nos explica Pilar Guerra, para quien recibir la Navidad ahora es un verdadero ejercicio de enfrentamiento y no solo de afrontamiento: una verdadera gymkana.

 

“Por ello, y para gestionar la ansiedad que nos puede producir este sobreesfuerzo, pongamos toda nuestra atención en lo que necesitamos cada uno de nosotros. Si necesitamos tranquilidad, intentemos mantener la rutina habitual durante todo el período navideño, y seamos nosotros mismos nuestros propios invitados a los que cuidemos”, recomienda. “La primera idea que tenemos que modificar es la de que la Navidad venga a nosotros como una experiencia impuesta. Cada uno de nosotros contamos con unos recursos, y tenemos que mantener nuestros límites, y en ningún caso, salirnos de ellos”, añade.

 

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Expectativas realistas

La clave, según la psicóloga clínica es conocer nuestras verdaderas necesidades, nuestros deseos, y hacer un análisis de nuestras expectativas para que en ningún caso dejen de ser realistas. “Si mantenemos esto a rajatabla, será mucho más fácil que sepamos gestionar todas aquellas situaciones que nos superen, y encontraremos que nuestros pensamientos, emociones y conductas estén alineados y que no se descompensen”, nos explica.

Y da un útil consejo: “Este año tenemos la obligación de priorizar nuestra salud mental, emocional y física, antes que cantar villancicos. La Navidad este año viene con un “plan B” por parte de los Reyes Magos. El regalo de la responsabilidad de cada ser humano. De esta manera aseguraremos seguir celebrando estas fiestas. Aunque no debemos de olvidar que todos los días es Navidad”.

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