Jan Jacob van Eijle, paisajista: “Invierno es el momento idóneo para construir senderos: reduce costes, acorta plazos y facilita definir el trazado al no haber follaje”


El fundador de Jardín Sostenible destaca que el invierno desnuda el jardín y revela su esqueleto real. Con muros, troncos y bancales a la vista, el trazado de los caminos se decide con una precisión imposible en otras estaciones. Esa claridad espacial permite diseñar recorridos que dialogan mejor con la topografía. Y, con menos mantenimiento en marcha, los equipos pueden centrarse en la obra sin interrupciones.


Retrato del paisajista Jan Jacob van Eijle, fundador de Jardín Sostenible© Juan Serrano Corbella / Jardín Sostenible
28 de diciembre de 2025 - 8:00 CET

¿Planteándote construir los senderos del jardín? El invierno ofrece una imagen nítida del espacio, lo que permite decidir recorridos con más criterio y ejecutar la obra con mayor comodidad. Es también una época en la que los equipos trabajan sin tantas interferencias. Sobre estas y más ventajas de hacer la obra en la estación fría profundiza a lo largo del reportaje Jan Jacob van Eijle, paisajista fundador de Jardín Sostenible (jardinsostenible.eu).

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© Juan Serrano Corbella / Jardín Sostenible

Invierno, una óptima estación para la construcción de senderos

Jan Jacob explica los motivos para hacer obras en la estación fría: durante el letargo invernal, la planta destina menos energía a crecimiento y es menos sensible a la intervención. Esto reduce riesgos en trasplantes y podas, y permite trabajar cerca de masas vegetales sin dañarlas. Además, se interpretan mejor los vacíos, las circulaciones y las pendientes, lo que facilita proponer recorridos más intuitivos, cómodos y eficientes de cara a la temporada alta, sin olvidar de darles un toque mágico.

El invierno es, por tanto, un excelente momento para ‘leer’ el jardín con calma, analizar cómo se mueve realmente la gente por el espacio y corregir trazados improvisados o poco funcionales. Así podemos diseñar senderos que conecten mejor las zonas de estancia, los accesos y las vistas interesantes, generando paseos que ordenan el jardín y al mismo tiempo invitan a disfrutarlo de otra manera”, explica el paisajista que firma el diseño del exterior de la imagen superior.

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© Lupe Clemente / Studio Mo

La menor densidad de follaje, una ventaja

El paisajista detalla que con menos follaje se revela la verdadera estructura del jardín: aparecen líneas, volúmenes y texturas que en verano quedan ocultas por la masa verde. Se aprecian mejor los troncos, los muros, los bancales, los cambios de cota y los fondos visuales. “Esta lectura más nítida del espacio nos permite ajustar los recorridos con mayor precisión, integrarlos mejor en la topografía y reforzar el carácter arquitectónico o naturalista del proyecto”, afirma.

Al mismo tiempo, la obra se ejecuta con más comodidad: sin ramas ni brotes nuevos que interfieran, la maquinaria maniobra mejor, se reduce el riesgo de roturas fortuitas y disminuyen los daños colaterales sobre el seto, el arbolado o las plantaciones consolidadas. Intervenir en este momento significa dejar la ‘escena’ lista para cuando llegue el estallido vegetativo, de forma que el nuevo sendero parezca haber estado ahí desde siempre.

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© LariBat / Adobe Stock

Construir caminos en los meses más fríos

La menor demanda de riego de la estación invernal reduce interferencias con la obra, evita encharcamientos y permite estabilizar con más calidad las bases granulares y las capas drenantes. El paisajista revela que es mucho más fácil compactar y nivelar cuando el suelo no está saturado de agua, y eso se traduce en senderos más estables y duraderos.

Además, al bajar el ritmo de siegas, podas y otras rutinas de mantenimiento, se liberan equipos y recursos que pueden destinarse a la obra de los caminos, optimizando tiempos y costes. Desde el punto de vista del propietario, supone aprovechar una época en la que el jardín se usa menos para realizar mejoras estratégicas que darán un salto de calidad al conjunto cuando llegue el buen tiempo.

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© Ábaton

Tránsito reducido en el jardín, obras más fluidas

El fundador del estudio de paisajismo Jardín Sostenible subraya, asimismo, que en invierno hay menos usuarios en circulación por el jardín: se celebran menos reuniones al aire libre, hay menos baños en piscina y el uso recreativo del jardín desciende. Esto permite sectorizar áreas de trabajo de forma más segura y cómoda, con menos desvíos temporales y sin tener que ‘convivir’ con el tránsito constante de personas.

“Menos circulación implica menos riesgos y mayor continuidad de los trabajos: se reduce la probabilidad de accidentes, es más sencillo delimitar zonas de paso alternativo y el equipo puede trabajar con un ritmo más fluido. El resultado es una obra más ordenada, con menos improvisaciones y un impacto mínimo en la vida cotidiana de la vivienda”, detalla el experto.

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© Tatsiana / Adobe Stock

La menor demanda invernal agiliza la ejecución de los proyectos de paisajismo

Con agendas menos saturadas en el sector del paisajismo durante el invierno, es más sencillo asegurar materiales, reservar maquinaria específica y coordinar entregas sin retrasos. La menor presión de obra en estos meses permite a los proveedores ajustar mejor los tiempos, apartar partidas concretas de áridos, adoquines o madera, e incluso ofrecer más opciones en formatos y acabados.

El paisajista cuenta que “esta ventana de menor demanda también facilita la coordinación entre oficios (movimientos de tierra, sistemas de riego, iluminación, pavimentos) reduciendo tiempos muertos y encadenando las fases de obra con mayor eficiencia”.

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© Amphawan / Adobe Stock

Cómo anticipar la obra para disfrutar el jardín en primavera

Programar la obra en invierno permite llegar con los recorridos completados justo cuando empieza la época de máximo uso del jardín. El nuevo sendero estará listo para acompañar las primeras floraciones, las estancias al sol y las sobremesas al aire libre.

Además, agrega Jan Jacob, “el margen que deja el final del invierno nos permite implantar plantaciones de borde, tapizantes y realizar pequeños ajustes estéticos antes de la gran afluencia de primavera: ajustar curvas, rematar juntas, revisar drenajes y seleccionar especies que acompañen el trazado con flor, aroma o textura”. Así, el sendero no es solo se convierte un elemento funcional, sino una experiencia completa de paseo desde el primer día.

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© Rob en Lighttrapper Photography

Materiales sostenibles para senderos

Jan Jacob recomienda entre los materiales para el sendero soluciones permeables, de baja huella medioambiental y bien adaptadas al carácter del jardín:

  • Gravas estabilizadas en celdillas recicladas, que permiten una superficie cómoda para caminar, incluso con carritos o sillas, evitando la dispersión del árido.
  • Zahorras naturales mejoradas con ligantes ecológicos, que ofrecen un acabado continuo y rústico, muy acorde con jardines mediterráneos y rurales.
  • Adoquines permeables con juntas drenantes, ideales para zonas de mayor tránsito o accesos de vehículos ligeros, compatibilizando estética y buen comportamiento técnico.
  • Madera recuperada o termotratada en pasarelas y plataformas, que aporta calidez, integración paisajística y un lenguaje muy amable en jardines naturalistas.

La elección final depende siempre del uso, la pendiente, el clima y el carácter del proyecto. “En muchos casos, combinar varios materiales por tramos ofrece el mejor resultado: zonas más nobles cerca de la vivienda, texturas más naturales en áreas de huerto, bosque o jardín silvestre”, apunta el paisajista holandés radicado en Jávea (Alicante), quien en el proyecto de la propuesta empleó zahorra natural estabilizada con ligante ecológico sobre base drenante de árido local.

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© Floydine / Adobe Stock

¿Qué tipo de base es más adecuada según el material elegido?

Para asegurar una buena estabilidad y durabilidad del sendero Jan Jacob sugiere estas capas de soporte:

  • En el caso de la grava estabilizada: subbase de zahorra de 15–20 cm, bien compactada, una capa de nivelación más fina y un panal estabilizador que contenga el árido y reparta las cargas. Es clave resolver bien las pendientes y los puntos de evacuación del agua.
  • Cuando el material es zahorra con ligante: capa drenante inferior, compactación por tongadas y una pendiente transversal del 1–2% que garantice el escurrimiento superficial. El ligante ecológico aporta cohesión sin convertir el camino en una superficie rígida e impermeable.
  • Adoquín permeable: paquete drenante estratificado (gravas 20-40 mm / 6-20 mm / cama 2-6 mm), geotextil separador para evitar contaminación de finos y bordes de contención que impidan desplazamientos laterales. Es una solución técnica que combina durabilidad y capacidad de infiltración.
  • Tarima de madera: zapatas o picas y rastreles elevados para asegurar ventilación, evitando el contacto directo con suelo húmedo. Un buen diseño de subestructura y una elección adecuada de especies o tratamientos alarga muchísimo la vida útil de la pasarela.
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© Marco Ghilarducci para Martinelli Luce

Iluminación segura, pero sin generar impacto negativo en la fauna

Por último, hay que tener en cuenta que una adecuada iluminación será vital para que el tránsito se haga con seguridad. El fundador de Jardines Sostenibles considera que la clave está en iluminar con la mínima luz necesaria, en el lugar adecuado y durante el tiempo estrictamente preciso. De este modo, desde su estudio de paisajismo siempre recomiendan:

  • Luz cálida (<3000 K), que reduce el impacto sobre insectos y fauna nocturna frente a temperaturas de color más frías.
  • Luminarias apantalladas y orientadas hacia el suelo, evitando deslumbramientos y contaminación lumínica hacia el cielo o las copas de los árboles. En la propuesta, el modelo de la firma italiana Martinelli Luce ‘Amanita’, en forma de seta.
  • Balizas bajas y empotrados discretos, en lugar de grandes postes, creando un guiado suave del recorrido más que un baño de luz general.
  • Sensores de presencia y temporizadores, para que la iluminación se active solo cuando se necesita y el jardín recupere su oscuridad el resto del tiempo.

“Siempre que es posible, preservamos ‘corredores oscuros’ junto a setos, arbolado o zonas más naturales, donde la vida nocturna del jardín pueda seguir su curso. Así, mejoramos la seguridad y accesibilidad sin renunciar a un cielo oscuro ni a la riqueza de la biodiversidad que habita el jardín por la noche”, concluye el experto.

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.