Lila o Syringa, arbusto con flor.© pikumin - stock.adobe.com

Plantas de exterior

Los 9 errores que están arruinando la floración de tu lila (y cómo evitarlos)

Si tienes una lila en el jardín, sabrás que ofrece unas espectaculares y aromáticas flores. Pero, ¿es su floración tan espectacular como podría llegar a serlo? Si no es así, tal vez estés cometiendo alguno de estos fallos


4 de agosto de 2025 - 14:00 CEST

Si quieres llenar de color y aroma tu jardín, un arbusto con flor que nunca falla es la lila o Syringa. Se trata de una joya floral que, lejos de ser una planta más, tiene la capacidad de transformar cualquier espacio exterior gracias a su explosión de olorosas flores y su presencia elegante. Además de su espectacular floración y embriagador aroma, la lila es una planta de bajo mantenimiento y resistencia, además de ser muy duradera con los cuidados adecuados. 

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Lo mejor es su capacidad para crear setos naturales, aportar sombra y atraer polinizadores. Por eso, si buscas un arbusto que llene de vida tu jardín desde la primavera, la lila es tu mejor elección. Pero, ¿cómo lograr que luzca en todo su esplendor, temporada tras temporada? Te lo contamos para que no cometas los errores más habituales y tu Syringa te regale una floración inolvidable. 

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Lila o Syringa, arbusto con flor.© Peter Allgaier - stock.adobe.com

Origen y características: el encanto del lilar

La lila, también conocido como Syringa vulgaris, tiene su origen en Europa del Este y Asia, donde crece de manera silvestre en bosques de temperaturas templadas. Este arbusto con flor puede alcanzar alturas impresionantes, de 2 a 6 metros, dependiendo de la variedad y cuidado. Sus hojas en forma de corazón y su madera resistente lo hacen tan decorativo como duradero. Mientras, sus flores, que crecen en racimo, son pequeñas, de cuatro pétalos. Pero su principal característica es que desprenden un aroma dulce e intenso, capaz de atraer mariposas y abejas a tu jardín. Sus colores varían entre lila, blanco y morado.

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© Poliuszko - stock.adobe.com

1. Cuidado con la ubicación

El primer gran fallo a la hora de cultivar un lilar es plantarlo en una zona con sombra abundante o sin buen drenaje. Lo más adecuado es plantar la lila en un lugar en el que reciba, al menos, seis horas de sol directo al día. Y es que la luz es clave para una floración vibrante y un crecimiento saludable. Aunque puede crecer en semisombra, producirá menos flores y puede resentirse si la sombra predomina. ¿Vas a ubicarla junto a un muro? Deja un margen de, al menos, 1,5 metros, ya que necesita un buen flujo de aire y espacio suficiente para expandir sus raíces. Asimismo, evita áreas donde el agua se acumule tras la lluvia. 

Es ideal para borduras, como seto o ejemplar aislado en el césped y lucirse en todo su esplendor.

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2. Presta atención a la temperatura

Aunque la lila es una planta resistente, las heladas severas (bajo -15 °C) pueden dañar sus florales, y el calor extremo debilita el follaje. Por eso, si vives en una zona fría, protege la base durante el invierno con acolchado natural, que protegerá las raíces durante los inviernos más severos. En veranos muy calurosos, procura mantener el sustrato fresco y la zona bien aireada, para evitar golpes de calor que pueden provocar el marchitamiento. 

En general, si la temperatura oscila entre 10 y 28 °C, tu lila se sentirá como en casa. Y es que la lila se cultiva en climas templados, soportando incluso ligeras heladas invernales gracias a su capacidad de entrar en reposo. 

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3. La importancia del sustrato 

No ignores la calidad del suelo, ya que puedes condenar a la lila a un desarrollo mediocre. Necesita un sustrato suelto, rico en materia orgánica y con drenaje óptimo, con un pH ligeramente alcalino (entre 6 y 7,5). Evita los suelos arcillosos o demasiado compactos. Si la tierra de tu jardín es así, mejora el drenaje mezclando arena gruesa o perlita y añade compost para nutrir el suelo. ¿Te preguntas por qué no florece tu lila? Revisa el sustrato: la falta de nutrientes o el exceso de agua suelen ser los principales culpables.

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4. Riego: equilibrio entre humedad y sequía

Si piensas que la lila requiere abundante agua, estás equivocado. De hecho, uno de los mayores enemigos es el encharcamiento. Para que la lila prospere y dé flores, el riego debe ser moderado y espacioso. Lo ideal es hacerlo una o dos veces por semana durante el crecimiento, dejando que la capa superficial del suelo se seque antes de volver a mojar. En invierno, reduce casi al mínimo, ya que la raíz en reposo consume muy poca agua. Una recomendación: riega directamente en la base, evitando mojar hojas y flores para prevenir hongos. Si hay olas de calor, aumenta ligeramente la frecuencia, vigilando que el sustrato no permanezca empapado.

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© Tatiana Byzova / Unsplash

5. Abono y fertilización: nutrientes para una floración explosiva

La lila no exige muchos nutrientes, pero aplicar un abono correctamente marca la diferencia entre una floración pobre y una espectacular. Olvida los fertilizantes ricos en nitrógeno, que fomentan hojas a costa de flores. Opta por compost, abonos orgánicos o preparados para arbustos en flor. Y aplícalo al principio de la primavera y (si lo deseas) a finales de verano. Espárcelo formando un círculo alrededor de la base y mézclalo ligeramente con la tierra, sin dañar las raíces. También es aconsejable mantener el suelo cubierto con una capa de mulching para conservar la humedad y nutrir la planta de forma gradual.

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6. Poda: clave para rejuvenecer y controlar el tamaño

La poda del lila debe hacerse justo después de la floración, cuando los racimos hayan perdido su esplendor. Corta las ramas que ya han florecido, eliminando también madera vieja, seca o dañada… Así estimularás el crecimiento de nuevos tallos y flores para el año siguiente. Si quieres mantener la planta compacta, retira los brotes más bajos y los chupones de raíz que pueden restar fuerza al arbusto principal. Cada 2 o 3 años, realiza una poda de rejuvenecimiento más severa para evitar el envejecimiento prematuro y garantizar una floración intensa.

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7. Floración: cómo lograr racimos espectaculares

No hay mayor recompensa que ver tu lila cubierto de flores entre abril y junio, aunque el clima puede adelantar o retrasar la floración unas semanas. Asegura un periodo frío en invierno, ya que estas bajas temperaturas son imprescindibles para que la planta genere yemas florales. Los riegos regulares, un abono adecuado y poda a tiempo multiplican la cantidad y tamaño de los racimos. Si notas que algunas flores se marchitan antes de tiempo, retíralas enseguida. Así, la planta invertirá energía en nuevos capullos en lugar de en semillas.

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© Penny - stock.adobe.com

8. Enfermedades y plagas: cómo prevenir y actuar

El lilar, aunque robusto, no está libre de amenazas. No ignores señales como el polvo blanquecino del oídio o la presencia de pulgones, que puede devastar tu lila antes de que florezca. Revisa hojas y tallos con regularidad, y actúa con jabones potásicos o infusiones de ajo y neem si detectas plagas. Mantener la planta bien ventilada y evitar el exceso de humedad en raíces ayuda a prevenir la mayoría de enfermedades fúngicas.

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9. Multiplicación y trasplante: nuevos lilares en tu jardín

¿Te gustaría multiplicar tu lila y regalar nuevos ejemplares? La forma más sencilla de reproducir esta planta es por esquejes leñosos tomados después de la floración. Sumerge la base en hormona de enraizamiento y planta en sustrato húmedo, manteniendo en semisombra hasta que broten nuevas raíces. Si prefieres trasplantar un ejemplar joven, hazlo en otoño o a finales de invierno para evitar el estrés por calor. Ten presente que el primer año necesita más cuidados de riego y protección hasta que arraigue bien. 

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.