La imponente Basílica de la Sagrada Familia en Barcelona ha alcanzado un nuevo hito arquitectónico: gracias a la reciente instalación de un tramo de su torre central; la llamada Torre de Jesucristo, este monumento diseñado por Antoni Gaudí ha superado la altura de la catedral de Ulm en Alemania (161,53 m) y se ha convertido oficialmente en la iglesia más alta del mundo, alcanzando los 162,91 metros.
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Un proyecto que desafía el tiempo
La historia de la Sagrada Familia comienza en 1882, cuando se colocó la primera piedra. Un año después, Gaudí se hizo cargo del proyecto y transformó el diseño original neogótico en una apuesta de modernismo catalán cargada de simbolismo, naturaleza y fe.
Desde entonces, la obra ha vivido décadas de avances, pausas, guerras, pandemias y reordenaciones técnicas. La financiación proviene de la propia entrada de visitantes y el compromiso de convertir lo que era un templo en construcción en un símbolo de Barcelona, de la arquitectura y de la ambición humana de soñar en piedra.
El récord que trasciende cifras
Con los 162,91 m alcanzados tras la colocación de un tramo que coronará la torre, la Sagrada Familia adelanta por apenas algo más de un metro a la catedral de Ulm, pero lo más fascinante es que no está terminada: cuando la Torre de Jesucristo esté finalizada, se prevé que alcance los 172 m, lo que consolidará esa cifra como mucho más allá del récord actual.
Esta ascensión simbólica tiene un valor doble: por un lado, es el reconocimiento tangible del génesis visionario de Gaudí; por otro, la Sagrada Familia se coloca no solo como una obra inacabada, sino como un monumento vivo que sigue creciendo, respirando y cobrando sentido con el paso del tiempo.
Arquitectura, simbología y paisaje barcelonés
La Sagrada Familia no es solo altura. Cada una de sus 18 torres proyectadas, de las cuales casi todas están ya en construcción o finalizadas; tiene un significado: doce para los apóstoles, cuatro para los evangelistas, una para la Virgen María y la más alta, la de Jesucristo.
Gaudí, además, estableció un principio: el templo no debe superar en altura al cercano monte de Montjuïc (que ronda los 173 m), porque «ninguna obra humana debe sobrepasar una obra de la naturaleza».
En su estética, mezcla de geometría, símbolo, luz y piedra, la Sagrada Familia se convierte en un emblema de Barcelona: imponente desde lejos, detallista en cada fachada. Y ahora, coronada por la cifra récord, adquiere un nuevo protagonismo en el skyline urbano.
¿Qué supone para Barcelona, para el turismo y para los creyentes?
Este nuevo liderazgo en altura llega en un momento de gran afluencia turística: millones de personas visitan la Sagrada Familia cada año, lo que le permite financiar su continuo avance.
Para Barcelona, es un atractivo añadido: no solo un templo monumental, sino una obra viva que sigue escribiendo su historia. Para los creyentes y para quienes valoran el patrimonio, representa cómo la fe, el arte y el tiempo pueden materializarse en un edificio que sigue transformándose.
Mirando hacia el futuro
Quedan por colgar los cristos finales, terminar los interiores, ultimar los detalles escultóricos y abrir nuevas zonas al público. El objetivo es que para el año 2026; que coincide con el centenario de la muerte de Gaudí, la torre esté oficialmente finalizada y la obra pueda considerarse prácticamente completa en su exterior.
Cuando ese día llegue, la Sagrada Familia no solo habrá traspasado una marca numérica, sino que habrá cumplido una promesa de proyecto, visión y legado.
