Es casi inevitable. Lees la palabra "bostezo" y sientes cómo una necesidad irrefrenable te invade. No estás solo: según los estudios, entre el 40% y el 60% de las personas son susceptibles a este curioso "contagio". Y no, no siempre es por cansancio o aburrimiento. La ciencia ha descubierto que este simple gesto es una ventana a nuestro cerebro social, un eco de nuestra evolución y un sorprendente test de empatía.
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No, bostezar no sirve para coger oxígeno
Durante décadas, la teoría más popular fue que bostezábamos para aumentar los niveles de oxígeno en la sangre. Sin embargo, como explica el biólogo evolutivo Andrew Gallup en una entrevista para Science, esta idea ha sido completamente desmentida. La prueba definitiva: los mamíferos marinos bostezan bajo el agua, donde obviamente no pueden inhalar aire.
Entonces, ¿qué ocurre en realidad? La evidencia científica más reciente apunta a una función mucho más interesante: bostezar enfría nuestro cerebro. Según Gallup, un bostezo provoca una potente inhalación que, junto al estiramiento de la mandíbula, aumenta el flujo sanguíneo a la cabeza, llevando sangre más fresca y ayudando a disipar el calor. Un cerebro más fresco funciona de manera más eficiente, lo que nos ayuda a estar más alerta.
El contagio: así se sincroniza tu cerebro con los demás
Que un bostezo se "pegue" no es una casualidad, sino un rasgo de especies altamente sociales como los humanos, los chimpancés, los lobos e incluso los leones.
- Eres más propenso a contagiarte de quien más quieres: La hipótesis del modelado empático sugiere que el bostezo es una forma de conectar emocionalmente. Los estudios demuestran que es mucho más probable que te contagies del bostezo de un familiar o un amigo que del de un desconocido. ¡Incluso los perros bostezan más al ver a sus dueños hacerlo que a un extraño! Este comportamiento aparece en los niños alrededor de los 4 años, justo cuando desarrollan la llamada teoría de la mente.
- La culpa es de tus neuronas espejo: Estas células se activan de la misma manera cuando realizas una acción que cuando ves a otra persona realizarla. Según Rizzolatti y Craighero (2004), cuando ves a alguien bostezar, tu cerebro simula esa misma acción, creando un eco interno que te empuja a replicarlo.
La evidencia es tan fuerte que la frecuencia del bostezo contagioso se usa como indicador en estudios sobre empatía. Por ejemplo, se ha observado que las personas con rasgos psicopáticos (que implican menor empatía) son significativamente menos susceptibles a contagiarse de un bostezo.
La teoría más sorprendente: un antiguo sistema de alarma grupal
Si bostezar enfría el cerebro para ponernos más alerta... ¿qué pasa cuando todo un grupo bosteza a la vez? Gallup propone una hipótesis evolutiva fascinante: el bostezo contagioso evolucionó para sincronizar y aumentar la vigilancia del grupo.
Imagina un grupo de nuestros ancestros en la sabana. Uno bosteza, los demás lo imitan, y de repente todo el clan está más despierto y preparado para detectar peligros.
Gallup probó esto en un experimento: tras ver vídeos de personas bostezando, los participantes fueron significativamente más rápidos en identificar imágenes de serpientes (amenaza), mientras que su velocidad para detectar ranas (no amenaza) no cambiaba.
Algo parecido ocurre con los leones africanos: un león que "atrapa" un bostezo de otro tiene 11 veces más probabilidades de imitar sus movimientos justo después, lo que demuestra que este gesto sincroniza el comportamiento del grupo.
En definitiva, la próxima vez que atrapes un bostezo, no pienses que es por aburrimiento. Como dice el psiquiatra Dr. Charles Sweet en Live Science: “tiene menos que ver con el cansancio que con la conexión”. Es la forma silenciosa que tiene tu cerebro de sincronizarse con los que te rodean, un antiguo reflejo que nos ayudó a sobrevivir en grupo y que hoy nos recuerda nuestra profunda naturaleza social.