Este 2025 ha sido un año de aprendizaje para Lidia Torrent. Recordemos que, el pasado mes de marzo, se publicó que estaba atravesando una bache en su noviazgo con el exfutbolista Jaime Astraín, aunque, más que crisis, la hija de Elsa Anka se refiere a la situación como “un enfado”. Lo importante es que ambos consiguieron superar los obstáculos con ayuda de terapia en pareja y han salido reforzados.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 5 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 5 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Ahora que finaliza el año, Lidia se sincera con ¡HOLA! sobre este capítulo en su vida y también sobre los planes de futuro con el padre de su hija, la pequeña Elsa, que ya tiene tres años. Lo hace mientras presenta el X Brindis Solidario de Bodegas Protos, que este año ha destinado 10.000 euros al Proyecto Alpha. Esta asociación está volcada en la investigación de la distrofia muscular de cinturas por déficit de sarcoglicanos, una enfermedad rara, neurodegenerativa y aún sin cura.
—Lidia, te hemos visto muy emocionada cuando has presentado la causa del brindis solidario de este año. Incluso, has llorado.
—Sí. Me estaba conteniendo la emoción, pero me ha brotado… Bueno, no pasa nada… Soy sensible. Llevo tiempo vinculada a familias con niños con enfermedades raras y sé lo que cuesta conseguir dinero para investigar, por tu cuenta y sin fondos, una enfermedad digamos minoritaria y que no mucha gente la padece. Es una lucha emocional muy, muy grande. Si ya el viaje es durísimo, imagínate el viaje cuando te dicen que no hay tratamientos.
—Luego, siendo madre te tocará más.
—Es que yo siempre he sido muy sensible con todo lo ajeno de forma natural. Creo que mi madre también nos ha educado así, con que no puede ser insensible a la gente. Me tocan todas las historias. Cuando alguien padece una enfermedad así, no sólo la sufre el enfermo, sino también toda la familia y eso es muy duro. También me sabía mal llorar porque también inspiraba mucha fe y esperanza, que creo que nos tenemos que quedar, que ya está.
—¿Por qué brindas?
—Brindo porque la vida me dé el privilegio de la salud y, luego, yo ya me encargo del resto.
—¿Qué balance haces de este 2025 que termina?
—Jolín, me han pasado muchas cosas. Algunas que he deseado y otras que no he deseado. He pasado por altibajos emocionales…
—Por ejemplo, ¿qué cosas buenas?
—He presentado eventos para empresas y marcas que me encantan. Luego, he hecho Bake Off, que era la primera vez que participaba en un programa así con Televisión Española. Me han pasado cosas a nivel profesional que han sido un regalo porque las he soñado y se han materializado. De las cosas menos buenas, también he aprendido. Creo que sigo siendo como Julia Roberts en Come, Reza. Ama, esa mujer en busca de su palabra. Aún estoy buscando también mi propósito seguir conociéndome y creciendo a todos los niveles.
—Este 2025 ha sido un año de mucho aprendizaje personal. Te lo digo porque comenzó un poco turbulento para Jaime y par ti.
—Sí, sí. Pero, ¿sabes qué pasa? Que no hubiera sido turbulento si no hubiera coincidido con su cumpleaños. ¿Te crees que no me he enfadado con Jaime antes ni él conmigo? Pero, como coincidió en su cumpleaños y no le felicité, ahí se derivó a que teníamos una crisis del copón, cuando en realidad estábamos enfadados un rato y ya está.
—Crisis se tienen muchas en pareja.
—Pero, ¿qué es crisis? No fue una crisis. Fue un momento en el que estábamos enfadados.
—Evidentemente, cuando estás enfadado te alejas, te alejas a nivel emocional y sentimental. Pero llevo seis años con Jaime…
—¿Con altos y bajos?
—Sí. Y ya está. Después de seis años, es natural que sucedan.
—¿En algún momento se te pasó por la cabeza la idea de separarte?
—Yo creo que no. Y diría que a él tampoco. Vamos, no se lo he preguntado tan explícitamente, pero es que no iba por ahí. Por eso, cuando cogió esa dimensión…
—Vamos, que todo se fue un poco de madre.
—Era la primera vez que me pasaba. Como no estoy acostumbrada a que de forma íntima se vea todo tan expuesto, me quedé un poco fuera de juego, aunque yo soy muy serena.
—Aun dominando tanto los medios, tuviste que ver cómo lo gestionabas.
—Sí. Sí me quedó un poco grande porque me afectó el descontrol mediático. Entonces, sí que me quedé un poco fuera de juego. Pero bueno…
—En vuestro caso, Jaime y tú lo habéis superado la situación yendo a terapia en pareja. Has sido muy transparente.
—Sí. A raíz de este último enfado, que no crisis, fuimos porque tenemos un proyecto común y este proyecto común necesita cimientos fuertes. Entonces, qué mejor que una persona que consiga que haya un espacio de comunicación y comprensión absoluta. Cuando hay una tercera persona que está ahí para acompañar, el tipo de diálogo que tienes en pareja es tranquilo, honesto, transparente… Es muy fácil y cómodo.
—Es algo que recomiendas.
—Sí, porque te da las herramientas para hablar en casa de una forma siempre mucho más compasiva y comprensiva.
—¿La idea de ir a terapia fue tuya o de Jaime?
—Fue mía, creo yo. Sí, fue mía. Fue muy bien. Y es importante que los dos conectáramos con la otra persona. Imagínate que no tienes buen feeling con la terapeuta… No ayudaría en nada.
—¿Seguís yendo a terapia?
—No, no. Es que tampoco había nada en especial. Era dejar el “y tú”, pero ya para todo. Ya no vale el “y tú tal” o “tú no sé qué”, sino que vamos a remar al proyecto común.
—Lo que tienes claro que no te ibas a separar. No sé si también influye que tus padres estuvieran separados.
—No. Si Jaime y no nos entendiésemos porque no viéramos la vida con los ojos parecidos, por lo menos, no forzaría algo porque mis padres tuvieran separados. Yo he sido muy feliz igualmente.
—Ya sabes que cuando se superan estos baches, siempre se pregunta por lo mismo.
—Por boda o más hijos (ríe). Mira, boda no quiero porque no para lo que me cuesta. Me refiero que, para lo que me cuesta la boda, prefiero invertir.
—Qué práctica eres.
—En este momento de mi vida, en el que también tengo que ver qué.
—A veces, se saca dinero con las bodas, eh.
—Bueno, eso me parece…
—Hay contratos publicitarios y, luego, los invitados aportan económicamente a modo de regalo.
—No voy a plantear una boda de forma tan frívola. Además, ese sueño no lo he tenido. Si Jaime me lo pidiera, me haría muchísima ilusión y empezaría a dibujar todo en mi cabeza, pero no lo he soñado antes. Ni a él tampoco le hace una ilusión tremenda, porque es algo que ninguno de los dos lo vibra muy profundo.
—También se puede ir a un juzgado, casarse de forma muy íntima y celebrarlo con un brindis.
—También te digo que tampoco hace falta irse al otro extremo. No hay que ir al bar Juan…
—Ahora parece que reculas con lo de casarte, aunque digas que no es tu sueño.
—No es mi sueño, pero, sé que si me lo pidiera o yo a él, sé que nos haría mucha ilusión.
—¿Se te ha pasado por la cabeza pedirle tú matrimonio a Jaime?
—Al principio, se lo dije porque una de mis mejores amigas le pidió matrimonio a su pareja, que también es amigo mío. Y pensé “me mola”. Pero yo soy la detallista y la romántica de la pareja. Entonces, a priori, prefiero tener yo el recuerdo de que me han sorprendido.
—Tu hija ya tiene tres años y es lo suficientemente mayor como para poder llevar las arras, que es una imagen muy bonita.
—Mis padres se casaron cuando yo tenía dos años. Es que yo he seguido muchos patrones de mi madre.
—Pues ya vas con un año de retraso…
—Sí (Ríe).
—Queda claro que una boda no es prioridad para ti. ¿Y ampliar la familia?
—Pues mira, tampoco. Me encantaría, pero, si la logística con un hijo ya es compleja, con más… Luego, no tenemos a nuestras familias en Madrid y también le queremos dedicarle a nuestros hijos una atención… Además, otra vez sería poner otra vez energía en el proyecto familiar, que ya lo tenemos con Elsa.
—Te refieres que ya estás viendo la luz con tu hija, sería volver a empezar.
—Sí, Elsa es un poco más autónoma y sería volver desde cero… No es pereza, es que hay una inversión de energía y atención muy grande.
—¿Cómo está tu hija?
—Muy bien. Es una niña maravillosa, con una personalidad fantástica, con alma de líder. He disfrutado de todas sus etapas. Me daba igual cuando sólo comía, dormía y hacía pis porque me encantaba de bebé. Ahora que puedo hablar con ella y tener conversaciones no adultas, obviamente, pero conversaciones muy divertidas y con esa ingenuidad.
—¿Tiene madera de comunicadora o de actriz?
—De actriz, sí. Es Pepita, la Fantástica. Nos reímos mucho con ella, porque ella se pone, te baila y te hace no sé qué. A veces, cuando te quiere decir algo, se pone como un poco folclórica. Yo le digo: “¡Tienes tres años! ¿Qué haces hablando como si fueras Marujita Díaz?” (ríe).
—De tu madre nadie diría que es abuela, porque va a cumplir 60 años en unos días y está fantástica.
—Para ella, es como una segunda maternidad de alguna manera y la está disfrutando muchísimo. Lo vive de forma muy cercana a todos los niveles, emocional y personal. Además, tiene la fuerza, la vitalidad y la energía para lo que es cuidar a un niño de tres años, que es súper desgastante.
—Menuda genética tiene.
—Es muy fuerte. Además de genética, mi madre se curra el estar así. Lleva entrenando desde los 21 y es disciplinada. Cuando llevas una vida muy coherente con lo que crees, jolín, el resultado también es ese.
—Hablemos de Navidades. ¿Cómo se presentan?
—Creo que nos vamos a ir de viaje porque estos años pasados estuvimos en Almería y Barcelona, que es de donde son las familias. Pero este año nos apetece hacer un viaje.
—¿Todas las Navidades?
—Sí, Nochebuena, Nochevieja y todo. Como a mitad de mes, ya no tenemos más curro y ya nos vamos.
—¿Tu madre también?
—No, sólo los tres. Me hace mucha gracia cuando le dicen a Jaime: “Ay, qué pesada tu suegra, siempre contigo”. Primero, que viene pocas veces. Luego, cuando viene a alguna escapada, nos da la oportunidad de cenar solos un día o dar un paseo junto. Mi madre no es invasiva. Si viese Jaime acorralado… Para empezar, obviamente, si viene mi madre es porque previamente le he dicho a Jaime si quiere que venga ella con nosotros o no. Es una cosa que está consensuada y nos da la oportunidad de tener momentos para nosotros.
—¿No te da pena desaparecer todas las fiestas y no cenar con tu familia en Nochebuena?
—En eso, mi madre es muy generosa, porque nunca me hace sentir mal y deja una libertad absoluta para hacer y deshacer. Tengo mucho espíritu familiar y todos los años se celebra así, pero me apetece irnos de viaje esta vez, hacer algo diferente.
—Serán las primeras Navidades en las que tu hija empiece a ser consciente de verdad de todo.
—Es el primer año que ponemos el árbol. Jaime no quería y decía que si íbamos a irnos de viaje, para qué ponerlo. Pero yo siempre ponía el árbol en casa y me hacía ilusión. La niña puso las bolas y estaba encantada. Es más, cuando terminamos de hacerlo la niña y yo solas, Jaime confesó: “Al final, ha quedado bonito” (ríe).
—¿Qué le pides a los reyes?
—Toda la vida me ha costado mucho pedir regalos. Soy malísima para eso. Prefiero que me hagas algo mono, que me enmarques una foto y regales un vinito, Para mí, eso es un regalazo.
—Conocemos mucho a tu madre, pero apenas sabemos nada de tu padre.
—Es que mi padre no tiene nada que ver con esto. Es informático y está muy ajeno. Pero a mi padre le veo. No es que no exista ni que tengamos mala relación.
—Tus padres se separaron cuando eran pequeños. ¿Cómo lo recuerdas?
—Yo tenía ocho años. Creo que yo tengo el recuerdo de decirle a mi madre: “Pero, ¿por qué no volvéis a estar juntos? Con ocho años te enteras de la mitad de la película y me acuerdo que, cuando volvía de estar con uno, pensaba: “Jolín, pero, ¿por qué no están juntos?” Pero he sido igualmente muy feliz. La separación de mis padres no marcó de forma traumática.
