25 de noviembre de 2020. Aquel día se apagó la vida de Diego Armando Maradona y, casi de inmediato, se abrió una trama interminable en torno a las circunstancias de su muerte y a la batalla judicial que enfrentó a quienes formaban parte de su círculo más cercano. El informe forense concluyó que Maradona falleció por un "edema agudo de pulmón secundario a una insuficiencia cardiaca congestiva reagudizada" mientras dormía en su residencia privada de Dique Luján, en Buenos Aires . Un desenlace que llegó mientras se recuperaba de una cirugía por un hematoma subdural. Su muerte sacudió al planeta y lo que vino después terminó fracturando a quienes más decían quererlo.
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Cinco años después, la pelea más dura no se libra en un estadio, sino en los tribunales. La marca 'Diego Maradona', un nombre cargado de historia, emoción y un negocio multimillonario, ha dividido a dos bandos irreconciliables. Por un lado, sus cinco hermanas (Dalma, Ana, Rita, Elsa y Claudia) junto al abogado Matías Morla, responsable de la gestión de la marca en los últimos años del astro. Del otro, los cinco hijos reconocidos de Diego: Dalma, Gianinna, Diego Jr., Jana y el pequeño Dieguito Fernando.
Los hijos sostienen que Morla y las hermanas se apropiaron del control comercial de la marca a través de Sattvica S.A., la empresa que decide qué se fabrica, qué se vende y qué acuerdos se firman con el nombre Maradona. Alegan que muchos contratos se cerraron cuando su padre no estaba en condiciones de comprender lo que se firmaba y que ellos jamás fueron informados de numerosos negocios realizados en torno a su imagen.
El abogado y las hermanas defienden lo contrario: aseguran que todo se hizo con el aval de Diego, que él confió en ellos para administrar "su universo" y que los hijos buscan quedarse con un patrimonio que también forma parte de su historia familiar.
Con procesamientos, embargos y apelaciones en marcha, el caso se ha convertido en uno de los litigios por derechos de imagen más complejos del país y aún no tiene una sentencia firme a la vista.
A este conflicto se suma otro capítulo aún más delicado: el juicio penal por su fallecimiento. EL 17 de marzo de 2026 está previsto que se sienten en el banquillo los siete profesionales sanitarios que atendieron a Maradona en sus últimos días, acusados de no haber actuado con la diligencia necesaria para proteger su salud.
La Fiscalía sostiene que hubo negligencia grave, una acusación que podría derivar en penas de entre 8 y 25 años de prisión. En el entorno maradoniano lo asumen con crudeza. "Alguno caerá", reconocen, conscientes de las presiones políticas, mediáticas y emocionales que rodean el caso.
El proceso, además, arrancará tras un episodio insólito: el juicio anterior fue anulado cuando se descubrió que una de las juezas del tribunal, Julieta Makintach, había participado en un documental no autorizado sobre el caso. Su expulsión paralizó todo y obligó a reiniciar el proceso desde cero.
Mientras tanto, lejos del ruido, Diego descansa en el cementerio Jardín de Bella Vista, en San Miguel, Buenos Aires, junto a sus padres, Doña Tota y Don Diego. Sobre su tumba, una lápida sencilla que ha tenido que retirarse en varias ocasiones para evitar robos. Hay quienes buscan llevarse un fragmento físico de él, aunque sea una piedra. Pero nadie puede llevarse lo esencial: lo que Maradona dejó grabado en la memoria del mundo.
