Carlos Sobera abre una ventana a su vida más íntima y valiente: la de un hombre que convive con la diabetes tipo 2 y que ha decidido transformar su experiencia personal en un mensaje de concienciación para millones de personas, dando voz a la investigación y detección precoz de la diabetes. Como embajador de la campaña "12 Meses, 12 Causas”, revela cómo la disciplina, el autocuidado y la información pueden convertir una enfermedad silenciosa y temida en un reto asumible sin renunciar a disfrutar de la vida, la familia o los pequeños placeres. Desde controlar la glucosa y adaptar su alimentación, hasta encontrar equilibrio emocional y físico, el popular presentador de First Dates demuestra que es posible vivir plenamente, afrontar los desafíos y seguir cumpliendo sueños profesionales, de la televisión al teatro, con la misma energía que siempre lo ha caracterizado.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 5 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 5 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Carlos, ¿qué significa para ti asumir el papel de embajador de la campaña de ‘12 Meses, 12 Causas’ dedicada a la diabetes y qué esperas lograr con esta labor?"
Abrazar esta realidad de salud se ha transformado, para mí, en una profunda toma de conciencia y responsabilidad. Como es bien sabido, convivo con la diabetes tipo 2, y, por ello, considero esencial transmitir la gran relevancia de esta enfermedad. Lamentablemente, hay muchísimas personas que, al no realizarse analíticas de forma regular, desconocen por completo que la padecen y, siento, por esta razón, un fuerte impulso y la imperiosa necesidad de compartir este mensaje de prevención con la sociedad. El propósito principal es disuadir a quienes lo minimizan, haciéndoles comprender que, si bien esta dolencia no es mortal de manera inmediata, la negligencia en el cuidado sí pasa una factura grave e irreversible a largo plazo. En definitiva, es absolutamente fundamental concederle la atención que exige y este es el objetivo primordial que me guía.
La campaña tiene como pilar central fomentar la investigación y la detección precoz ¿cómo crees que se puede concienciar mejor a la sociedad sobre la importancia de detectar la enfermedad a tiempo?
El deseo de una vida plena y saludable es, sin duda, un anhelo universal que nos impulsa a buscar el bienestar. Sin embargo, la diabetes plantea un desafío particular: es una dolencia extremadamente silenciosa que, en sus etapas iniciales, apenas presenta sintomatología clara. A lo sumo, podemos notar una ligera sed o un cierto agotamiento, pero nunca señales que realmente activen nuestras alarmas. Por esta razón, considero fundamental hacer hincapié en la necesidad imperiosa de someterse a análisis clínicos de forma periódica; lo ideal sería cada seis meses, pero un mínimo ineludible es una vez al año. Esta es, sin duda, la herramienta crucial: permite detectar un estado prediabético a tiempo, previniendo así la instauración total de la diabetes tipo 2 o bien iniciar un régimen de cuidados si el diagnóstico confirma su comienzo. La gravedad reside en que, al desconocerse el diagnóstico, no se toman medidas. Y la falta de autocuidado constante se traduce, a largo plazo, en complicaciones gravísimas que comprometen órganos vitales como los riñones, el hígado, el páncreas, e incluso elevan el riesgo de desarrollar cáncer.Por todo ello, la toma de conciencia es vital. Debemos entender que esta realidad sanitaria nos alcanza, lo queramos o no; por mucho que se evite mirar, las consecuencias llegan implacablemente si no hay un cuidado proactivo.
¿Crees que tu experiencia personal hace que el mensaje llegue con más cercanía y fuerza al público?
La fuerza de esta advertencia reside en que proviene de alguien que padece la enfermedad. La convicción es total porque no es un mensaje dictado por intereses comerciales o una exigencia de guion; es la cruda realidad que yo, lamentablemente, vivo y de la que me debo ocupar a diario. Esto implica un esfuerzo constante: revisiones médicas periódicas, un cuidado exhaustivo de la alimentación y una disciplina férrea para el ejercicio, incluso para ir al gimnasio, algo que, confieso, no me gusta ni una castaña. Fui diagnosticado a los 50 años, y el susto inicial fue tremendo, me sentí mortalmente asustado. Por ello, sé muy bien lo que se siente. Pero también he aprendido la otra cara de la moneda: si te cuidas y te lo tomas en serio, es posible mantener una vida relativamente normal y sana, con la perspectiva de alcanzar los 90, los 100, e incluso más.
El spot muestra el día a día de quienes conviven con diabetes, desde controlar la glucosa hasta afrontar pinchazos e imprevistos. ¿Qué momento de esta rutina diaria consideras más desafiante?
Lo son todos. La tecnología ha cambiado mucho uno de los momentos más difíciles para las personas con diabetes: antes era necesario pincharse en los dedos para comprobar el nivel de azúcar en sangre. Ahora ya no. Existen dispositivos que se colocan en la piel y ofrecen una lectura continua, permitiendo saber en cada momento cuál es la glucosa y dando una información constante. Eso ayuda a controlar mejor la enfermedad, porque indica cuándo es adecuado hacer ejercicio o qué platos sientan bien o no. Aun así, tomar la medicación sigue siendo un momento clave, igual que estar pendiente de los niveles de azúcar de forma regular y evitar excesos. Se pueden tener excepciones de vez en cuando y no ocurre nada. No pasa nada, porque no pasa. Pero no se puede mantener de manera habitual una alimentación que no sea adecuada. Puede parecer que no sucede nada, pero sí sucede.
Se estima que hay 500 millones de personas que conviven con diabetes sin saberlo. ¿Qué señales o hábitos crees que la gente debería vigilar para detectarla a tiempo?
Es una enfermedad muy asintomática. Aun así, hay señales que pueden indicar un estado prediabético. Una de ellas es la sed injustificada. Fuera del verano, en otoño o invierno, cuando no se ha hecho ejercicio y la temperatura es baja, sentir mucha sed y necesidad de beber abundante agua en las comidas puede ser un signo.
También lo es sentirse muy cansado físicamente sin una explicación clara. Si no se ha trabajado en exceso, no ha habido falta de sueño ni un esfuerzo deportivo importante, esa fatiga puede ser motivo de atención. Asimismo, tener una fuerte inclinación a comer dulces o sentir hambre incluso después de haber realizado buenas ingestas suele ser otro síntoma de prediabetes. Eso es lo que hay que vigilar.
Muchas veces el ritmo diario hace que se minimicen estas señales, porque se han sentido en otras ocasiones sin consecuencias aparentes. Por eso es fundamental realizarse una analítica, al menos una vez al año. Esa prueba ofrece una imagen real del estado de salud.
La campaña habla también de cómo quienes tienen diabetes la incorporan a su vida como una rutina diaria. Desde tu experiencia, ¿qué hábitos se han vuelto esenciales para ti?
Para mí, los hábitos fundamentales, más allá de mi relación con el vino —que, afortunadamente, no es problemática, todo lo contrario—, pasan por aceptar ciertos cambios. Aun así, hay momentos en los que, al hablar de médicos, puede aparecer un pequeño bajón. Sin duda, la transformación más grande está en la alimentación. Tengo que hacer sacrificios conscientes cada día. Realicé un estudio personal, controlando la glucosa en relación con todo lo que tomaba, para ver qué me sentaba mejor o peor. Fui eliminando alimentos y, dentro de lo que no me favorecía, elegía lo que me perjudicaba menos. La alimentación es esencial, y hay que mantenerla a diario, aunque no apetezca. Además, es necesario caminar todos los días. Los médicos insisten en que con una hora diaria se controla muy bien el azúcar. Y si, además, se hace algo más de deporte con intensidad, el control puede ser magnífico. Ir al gimnasio y practicar ejercicio de fuerza también es muy beneficioso para el azúcar. Esa disciplina es crucial. Y hay una tercera: no descuidar los controles médicos. Aunque uno se encuentre bien y los valores salgan correctos, hay que revisar la hemoglobina glicosilada y mantener contacto regular con el médico. Él solicitará analíticas y dará una fotografía completa del estado de salud, que aporta tranquilidad absoluta.
¿Cómo se logra asumir la enfermedad con normalidad sin que se convierta en un peso emocional?
Los médicos son la primera fuente de inspiración y confianza. Ellos explican que la diabetes es una enfermedad crónica, y eso ya da una pista importante: salvo que uno lo gestione muy mal, no es una amenaza inmediata. Es una condición que acompaña toda la vida, pero permite vivir muchos años siempre que se mantengan los cuidados necesarios. Ese mensaje actúa como un salvavidas emocional, porque ayuda a asumir la situación: se entiende que hay cosas que ya no podrán hacerse con la misma normalidad o intensidad que antes, pero si se evita lo que perjudica, se puede llevar una vida casi normal durante muchísimo tiempo. Y eso aporta calma.
Siempre cuento que cuando el médico me dijo que era una enfermedad crónica y que viviría muchos años, se me abrió un mundo. Me tranquilizó, me relajó y me dio fuerza para evitar que cualquier complicación me afectara. Porque el verdadero problema de la diabetes es que el exceso de azúcar en sangre va estrechando las arterias, lo que provoca dificultades cardiovasculares, puede afectar a la vista hasta el punto de ocasionar ceguera y también dañar los riñones.
Se habla mucho de la importancia de concienciar a la sociedad ¿Por qué crees que aún falta conciencia sobre el impacto del exceso de azúcar en nuestra alimentación?
Creo que a veces falta información. La gente suele pensar que el azúcar está solo en los dulces típicos, pero en realidad se encuentra en muchos alimentos. Por eso es necesario tomarse la molestia de conocer cuáles, de forma natural, contienen más azúcar y que consumimos desde siempre: la pasta, el arroz con almidón, el pan blanco, entre otros. Controlar estos alimentos es incluso más importante que vigilar los pasteles o chocolates. Esa falta de información genera también falta de conciencia. A veces se cree que evitando los dulces se puede prevenir la diabetes, pero una mala alimentación no se limita a ellos: incluye abusar de comidas grasientas o de hidratos de carbono, que son azúcar puro. Y eso es lo que realmente hay que controlar, porque es como si la diabetes entrara “por la puerta de atrás”.
En restaurantes y espacios públicos es muy difícil encontrar postres sin azúcar. ¿Qué cambios crees que deberían implementarse para facilitar una alimentación más saludable para todos?
Quisiera hacer una reclamación en nombre de todos los diabéticos. Hoy en día hay muchísimo cuidado y consideración con los veganos o con las personas celíacas, y eso me parece estupendo. Los restaurantes, al final, deben ofrecer un servicio para todos, pero no siempre lo hacen con quienes padecen diabetes. Muchas veces, al llegar a los postres, todo es excesivamente dulce y, como alternativa, ofrecen fruta. Pero la fruta sigue conteniendo fructosa y glucosa, por lo que no soluciona del todo el problema. Creo que los restaurantes deberían procurar ofrecer opciones más adecuadas: panes con menos azúcar, pastas integrales que generen un índice glucémico más bajo y alimentos que no afecten tanto a quienes viven con diabetes. Lamentablemente, no se presta el mismo cuidado que se brinda a los veganos o a quienes sufren intolerancia al gluten.
¿Qué consejos prácticos darías a quienes quieren reducir el consumo de azúcar sin que su vida social o sus hábitos se vean demasiado afectados?
Bueno, fundamentalmente tomo pocas bebidas azucaradas. Por ejemplo, las gaseosas que consumo son siempre sin azúcar. En cuanto a los dulces, casi no los pruebo: quizás una vez al mes o mes y medio tenga un antojo y le dé uno o dos mordiscos a una palmera de chocolate, y ya está. Cuando puedo, elijo opciones integrales: la pasta que me gusta, la pido integral, y con el pan sigo un truco que muchos médicos recomiendan: congelarlo al menos 12 horas. Al descongelarlo, pierde gran parte de su carga glucémica, lo que reduce el impacto en el azúcar en sangre.También procuro evitar alimentos con mucho almidón. Por ejemplo, aunque me guste el arroz integral, no lo consumo habitualmente, porque cada vez que lo tomo me eleva el azúcar de forma considerable. En esos casos, después de comer hago algo de ejercicio, incluso caminar, tal como recomiendan los médicos, para evitar que los niveles sigan subiendo.Son muchas cosas, pequeñas rutinas diarias que ayudan a mantener el control y que forman parte de mi disciplina frente a la diabetes.
¿Cómo influye tu diabetes en las decisiones familiares, como la planificación de comidas o salidas a comer fuera?
En las comidas fuera de casa, como decía, los diabéticos no siempre estamos tan bien atendidos en los restaurantes como, por ejemplo, los veganos o celíacos. Aun así, nunca sacrificamos la comida familiar. Mi estrategia es pedir principalmente verduras y proteínas: pescado, carne, buenas judías o alcachofas. Ese es mi plato. Si voy con amigos a un restaurante cuya especialidad es la paella, no la como; busco alternativas que se adapten mejor a mi alimentación. En casa, la rutina diaria influye mucho en la lista de la compra. Hay alimentos que directamente no entran, como las galletas. Mis hijas, que ya son mayores, incluso han dejado de comerlas, y antes solo había unas pocas, casi simbólicas. En general, el consumo de dulces en casa es muy limitado.
¿Crees que tu experiencia personal ha cambiado la forma en que tu familia cuida su propia alimentación y hábitos de vida?
Mis hijas se han acostumbrado a controlar el azúcar de manera casi inconsciente. Como yo debo cuidarme, ellas muchas veces lo hacen conmigo. Ahora ya pueden permitirse el lujo de comprar algunas palmeritas y disfrutarlas, y yo observo cómo lo hacen. No pasa nada; afortunadamente, no me afecta ni me traumatiza.
Las Navidades suelen ser una época de comidas abundantes y dulces. ¿Cómo gestionas estas fechas?
Afortunadamente, la alimentación ofrece muchas alternativas sin azúcar que permiten disfrutar de unas navidades estupendas. Los pavos al horno, los cochinillos, la carne a la plancha… son opciones perfectas para estas fechas. Las restricciones se notan más en los mazapanes y turrones, que solemos comprar sin azúcar para que yo pueda probarlos un poco. Por suerte, mi familia no es especialmente golosa, así que en la mesa no hay demasiadas tentaciones.
De cara a 2026, ¿qué proyectos profesionales tienes en mente y qué te ilusiona más de ellos?
Mis planes son continuar en First Dates y esperar el estreno del concurso Los 200: uno contra la masa, que ya hemos grabado. También participaré en Supervivientes y estrenaré una nueva función teatral, además de seguir con la gira de Inmaduros, en la que actualmente estoy trabajando. La obra que queremos presentar en el Festival de Mérida está prevista para julio o agosto de 2026.
