Infidelidades, bulos y traiciones: las aventuras prohibidas que marcaron a la familia Preysler


La mujer más elegante de España abre su corazón en su esperada autobiografía


Isabel Preysler en el salón de su casa© Félix Valiente
Luis NemolatoDirector especiales ¡HOLA!
26 de octubre de 2025 - 16:45 CET

“Tamara cree en el perdón y me ha hecho creer en el perdón a mí también. Vía Tamara, he llegado a querer a Íñigo, y ahora le quiero como a un hijo más”. Isabel Preysler respondía así a una pregunta con la que todos volvíamos a recordar aquel trance que duró más de seis nanosegundos en el metaverso. Aquellas imágenes que eran más que eso (o no) por las que Tamara peregrinó meses como alma en pena y endiablada por el desierto. Aquellas que delataban una infidelidad del que es ahora su marido Íñigo Onieva y, en aquel momento, su recién prometido. Un escarceo, furtivo, en otro desierto, en medio de ninguna parte y en el fragor del festival más salvaje del mundo. Un beso que pudo haberlo cambiado todo. Porque ¿No dicen que el Burning Man de Nevada es creativo? Pues allí estuvo a punto estallar una Bomba H. O un amor, limpio y puro, que para el caso es lo mismo. Sin embargo, con toda la calma, Tamara aceptó como bueno el acto de contrición de Iñigo y, tras asumir que  “Lo que sucede en Black Rock se queda en Black Rock”, su amor triunfó. Eso, sí, a golpe de perdón. 

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© Antonio Terrón

Tamara estaba enamorada e Íñigo, también. Solo que, a veces, los seres humanos somos débiles. Sin embargo, el amor todo lo puede. Porque ensalza el espíritu y te quita el hambre. Por poder, incluso ablanda a una madre. Que una madre puede aguantarlo todo. Todo, excepto que hagan daño a una hija. Por eso, a Isabel, aquello, incluso ahora, le resulta un episodio doloroso de recordar. “Prefiero no hablar sobre lo muchísimo que sufrió con la ruptura por la infidelidad y todo el escándalo que se organizó alrededor de ella. Estoy segura de que, de no haber sido por todos nosotros, no lo habría superado. Al final, decidió perdonarle”, dijo durante la rueda de prensa de ese ejercicio de memoria y recuerdo convertido en libro titulado Mi verdadera historia. El relato de vida que esta mujer, epítome de la elegancia, del buen gusto y las buenas maneras, ha decidido ahora poner en negro sobre blanco. Hoy más que nunca; Isabel Preysler es nuestra Guermantes de En busca del tiempo perdido, solo que ella siempre ha encontrado el momento.

© Antonio Terrón

También para no ser tan polite. Porque, con Tamara, qué no se hará por una hija… Hoy quiere a Iñigo incondicionalmente, pero para Julio… Por muy español universal que fuera (que ya lo era cuando decidieron poner un océano de por medio) aquella noche que le confesó su infidelidad, no hubo perdón. Hubo un “hoy te piras”. No así, pero casi. Se lo contamos. En realidad, lo cuenta ella, entre otras decenas de revelaciones, inauditas, incluso para ¡HOLA! Y ésta, la de que Julio llegaba a casa oliendo a leña de otro hogar, como cantaba en aquella misma época Mocedades, aunque no nos sorprenda (acuérdense de aquella fanfarronería nunca desmentida de que por sus sábanas habían pasado 3.000 mujeres), llama la atención el arrojo con el que Isabel abordó aquel “episodio”.

© GTRES

“Cuando un matrimonio termina casi nunca hay un solo culpable ni una única razón. Entre Julio y yo empezó a surgir una distancia insalvable que surgió poco a poco, casi sin darnos cuenta y que, cuando quisimos arreglarlo, era demasiado grande y demasiado tarde".

© GTRES

"No me refiero a que su carrera se interpusiera entre nosotros, algo que también ocurrió, sino que comenzamos a alejarnos el uno del otro”, cuenta nuestra protagonista sobre el principio del fin de su matrimonio con el de Hey. Sin reproches, pero sí con muchos hechos constatados. Que, poco a poco, un abismo se había abierto entre los dos y en él cabía, de una parte, un éxito trepidante, una carrera meteórica, decenas de premios y giras multitudinarias, mujeres bellísimas… y de otra, solo soledad. Una soledad que, por contra y paradójicamente, despertaba muchos celos. Celos tan enraizados como que, en opinión de Isabel, están en el ADN del de “Lo mejor de tu vida (me lo he llevado yo). “Me tuve que acostumbrar a hacerlo todo sola y a vivir encerrada en casa. Al principio, no me molestaba porque sabía que así Julio no sufría pero con el tiempo, acabó por no compensarme”. O lo que es lo mismo, que mientras él viajaba por todo el mundo, ella se recluía en casa porque Julio llevaba muy mal llamarla por teléfono y que ella no lo escuchara o no descolgara el teléfono. Ahora bien, a Julio no se le caía el techo encima, si acaso, los espejos de otros dormitorios. Pero Isabel, eso no lo sabía. Una amiga decidió abrirle los ojos. 

“Me contó de la existencia de una mujer cubana” en la vida de Julio, recuerda Isabel. Una señora que consideraba contar que cuando el hijo del Doctor Iglesias Puga cruzaba el charco hasta Ocean Drive pasaba por sus brazos… Que qué gracia tiene acostarse con Julio Iglesias si luego no lo puedes contar, ¿verdad? Pues bien, la gracia se acabó cuando Isabel decidió afrontar el tema por los cuernos nunca mejor dicho.

© GTRES

Al regreso de Julio a casa, o sea, a Madrid. Isabel fue a la carga “aunque mantenía la esperanza de que él lo negara todo y de que me dijera que no hiciera caso de habladurías”. Pero Julio tampoco es de esos, de los que tiran la piedra y esconden la mano con lo que… Dijo la verdad. “Entre nosotros se instaló un silencio incómodo por unos segundos”, describe la escena Isabel. Pero, a pesar de sentirse “profundamente herida” tuvo el coraje —aunque ella escribe “reflejo”— de inventarse una segunda interpelación. Sujétense los cinturones que llegan curvas. “Y también sé lo de las otras mujeres…”. El problema vino cuando Julio, eso tampoco lo negó, aunque su respuesta, eso sí, un poco más previsible. “Pero no significan nada para mí. Tú eres la única mujer que me importa”. ¿Cuántas veces han oído esa monserga? Las mismas que Preysler que, viendo que ese diálogo de película mala no le podía estar pasando a ella, por muy pocas fuerzas que le quedaran, Julio “esa noche ya no durmió en casa”.

© Getty Images

A ver, que no es que una infidelidad le pillara de susto a Isabel. Ni que fuera una mojigata… Quizás es que sabía demasiado bien qué significaba una infidelidad para una familia en una sociedad muy conservadora y regida por el qué dirán. Que bien que por un lado, podía llevar a circunstancias que hoy nos parecen hasta divertidas, como por ejemplo que, por una canita al aire de su abuelo materno -José Arrastía- Isabel pueda ser sobrina del más encantadoramente malote de todo Hollywood. O sea, de Steve McQueen. Sí, han leído bien. El de las gafas de Persol, el de La gran escapada, el marido de Ally McGraw, el eterno amante de Faye Dunaway… es su tío. Y de eso, ella se enteró por sus compañeras de colegio. Porque ya saben lo que pasa, que de una infidelidad se entera todo el mundo, menos la familia. Pero léanlo de su puño y letra. “Mi abuela Teodorica no disfrutó de un matrimonio feliz. Todo lo que su marido -mi abuelo José- tenía de guapo también lo tenía de cabeza perdida. Ludópata, mujeriego y aficionado a la bebida, mi abuela sufrió durante años los desplantes y las infidelidades amorosas de su marido”. Mientras que su abuela era “una mujer profundamente religiosa, cumplió como madre ejemplar de sus nueve hijos. Me imagino que pasaría muchas noches en soledad, esperando la vuelta a casa de su marido. Y que se le rompería el corazón al escuchar los cotilleos sobre las historias extraconyugales de mi abuelo; como por ejemplo la que mantuvo con Carmen Salvador, una bailarina con quien tuvo una hija, Neile Adams, que creció en Estados Unidos, donde fue actriz y se casó con… Steve McQueen”.

© Álbum personal

Pero hay otras historias, también familiares, que no se pueden tomar a la ligera o no son tan frívolas. La de su tía Tessi y su Tío Miguel por ejemplo suena a drama shakesperiano. “Estando casada con tío Enrique y siendo ya madre de sus tres hijos, mi tía se enamoró locamente de otro hombre: tío Miguel Pérez-Rubiro”. “Ellos no atendían a razones. Se subieron a un barco y dieron la espalda a su tierra y a todo lo que había sido su vida hasta entonces. Mis padres se llevaron un gran disgusto con esa separación”. Y no solo por escándalo o por los cotilleos malintencionados, sino por todo lo que pasó después… A Tía Tessie le despojaron de sus hijos, de sus raíces, de todo… Fue una proscrita en vida. Incluso cuando se topó con la muerte. Su hijo Enriquito murió en Manila y su regreso a casa fue peor que el de Lady Macbeth. “Tío Enrique, destrozado por el abandono y por la repentina muerte de su hijo, le prohibió tajantemente presentarse en el velatorio Finalmente, las súplicas de mi madre lo convencieron para que le autorizase la entrada en la iglesias a las dos de la madrugada cuando no quedara nadie en el templo. Recuerdo con absoluta nitidez después de sesenta años, la triste imagen de la tía Tessie entrando, destrozada por el dolor, en la oscura madrugada a esa iglesia en silencio y llena de velas encendidas. Corrió por el pasillo central hasta llegar al altar y abrazó con fuerza el ataúd de su hijo entre sollozos sin que nadie pudiera separarla del féretro”. 

© Félix Valiente

Al final, cuenta más adelante, tío Miguel también fue infiel a Tía Tessie a la que dejó por una secretaria, mientras que tía Tessi regresaría a Filipinas y Tía Tessie y Tia Luisa, la mujer a la que le “robó” el marido, “acabaron haciéndose íntimas”, porque no hay nada como el humor y los errores de un mismo hombre para entablar una amistad con tu alter ego. Y quererte. Llamémosle sororidad y ese hilo que une a las magnolias de acero.

© Jesus Cordero

Y no, no se preocupen, si Isabel lo ha contado, quiénes somos nosotros para omitirlo y ocultarlo. Lo de “de este agua no beberé” no es nada inteligente decirlo e Isabel Preysler lo es y mucho. Otra cosa es que duela saberse frágil. Así lo cuenta en el capítulo 11, el que dedica a Carlos Falcó cuando el error lo había cometido ella. Otra cosa es que ese error terminara siendo el amor de su vida y tuviera un nombre marcado a fuego en tu corazón: Miguel Boyer. Aquí van las dos veces en que Isabel aborda ese “desliz”. "Me destrozó separarme de Carlos, haciéndole tanto daño, porque me había enamorado de Miguel. Me sentí muy mal también por Hilda (su suegra), quien siempre me había dado tanto cariño y que había sido tan generosa conmigo". "No pude evitar que Carlos se sintiera traicionado y dolido al enterarse de nuestra relación. […] Pese a la culpabilidad que sentía, no podía arrepentirme de lo que había sucedido. Carlos no paraba de repetirme que Miguel y yo éramos polos opuestos y que lo nuestro no duraría, pero tuve que explicarle, con mucha pena y sintiéndome muy culpable, que estaba enamorada, que no podía hacer nada por cambiar las cosas y que me dolía en el alma hacerle tanto daño”.

© GTRES

¿Qué decíamos antes de poder del amor y de todas sus tropelías? Isabel también tiene su teoría acerca de la más fuerte de todas las pasiones, esa que ataca al mismo tiempo a la cabeza, al cuerpo y al corazón y no responde a leyes ni a fronteras. “El amor, si se rompe, todo lo conocido se viene abajo, se destruye. Yo había encontrado a la persona con la que quería vivir el resto de mi vida, y era Miguel, pero decir adiós a alguien tan lleno de bondad como Carlos fue desgarrador".

© GTRES

Y ¿cómo fue lo de Miguel? "En París, por primera vez, nos atrevimos a pasear de la mano como cualquier pareja de enamorados, sin miedo a ser descubiertos. Cenamos en una terraza cubierta de un bistró y, después, nerviosos y anticipando lo que ocurriría esa noche, caminamos juntos hasta mi hotel". Aquí, van los dos rombos. O el solo para mayores de 18…. Pero proseguimos:  "Miguel y yo nos habíamos enamorado. Había ocurrido sin que ninguno de los dos lo planeáramos y, desde luego, sin querer provocar ningún sufrimiento, pero, evidentemente, no pude evitar que Carlos se sintiera traicionado y dolido al enterarse de nuestra relación. Tuvimos una conversación tensa y triste, comprendimos que nuestro matrimonio había terminado y nuestro mundo se rompió en mil pedazos".

© Félix Valiente

Pero no terminemos con esta bajona que, la vida al final es una dramedia fantástica —aunque con un final bastante mediocre y mal escrito— con valles de lágrimas y subidones de risas. Vayamos a ese momento del tonteo y de cómo se lo cuenta a Carmen Martínez Bordiú, bestie, con la que las moralidades son banalidades y los dramas internos, bromas de carcajadas. Incluso, con su aquel político. Y es que Isabel justo dos meses después de conocer a Miguel Boyer, planearon ese “encuentro secreto” en la Ciudad de la Luz, lo que no sabían es que la inti iba a ser un escollo que solventar. “Yo viajé a esta ciudad con la excusa de asistir a la boda de una amiga, y de visitar a otra muy querida: Carmen Martínez-Bordiú, quien tras separarse del duque de Cádiz, vivía allí desde hacía un tiempo junto a Jean-Marie Rossi. No le conté a nadie el verdadero motivo de mi escapada, ni siquiera a Carmen”. Y cuando la nieta del Generalísimo le preguntó por sus planes para esa noche, Isabel le hizo una cobra intentándose ir por los Cerros de Úbeda. Carmen inasequible al desaliento volvió a querer sumarse hasta que Isabel, harta, le contestó “Carmen, es que...¡ceno con unos socialistas!’, le dije por salir del paso, esperando que eso le hiciera desistir. Como aún así, continuó insistiendo. No tuve más remedio que especificar: ‘Carmen, ceno con UN socialista’. Se calló de repente”. En ese instante, se dio cuenta de que en una pareja no caben tres.

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