Terelu Campos sabe perfectamente lo que es lidiar con esta enfermedad, la que afecta a tantas y tantas mujeres que en algún momento de sus vidas han sufrido o sufren el duro golpe de un diagnóstico que cambia por completo su día a día. La popular presentadora ha querido recordar con nosotros cómo fue aquella etapa tan complicada que afrontó durante más de un lustro (de 2012 a 2018), entre miedos y alegrías, largas sesiones de quimioterapia y radioterapia, recaídas y una lucha constante. En el Día Mundial contra el Cáncer de Mama, hablamos con ella.
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Recibir la noticia de que padeces cáncer o que alguien muy cercano a ti lo padece, cuanto menos es un punto de inflexión vital. ¿Cuál fue la prioridad personal que le nace a una con una claridad absoluta y que antes parecía estar oculta por la rutina?
- Para mí, oculto por la rutina no, pero mi prioridad cuando supe que tenía cáncer era proteger a mi hija, era mi única obsesión: que mi hija no viviera, con 11 años, lo que era vivir con una madre enferma y las consecuencias de una intervención quirúrgica de un tratamiento de quimioterapia. Darle la mayor normalidad a la vida de mi hija, esforzándome en todo lo que podía. En todo lo demás, no hay nada que tuviera oculto y aletargada para que me naciera con el conocimiento de la enfermedad.
Tras afrontar la enfermedad, ¿cómo ha redefinido el concepto de fuerza? ¿Te sientes más poderosa ahora que antes de la batalla?
- Bueno, es que esto no son batallas. Utilizamos muchas 'guerras' y 'batallas' como si algunos ganásemos y otros perdiésemos, ¿no? Yo parto de la base de que somos luchadores los que seguimos aquí, en la vida, y los que se fueron. Lucharon exactamente igual y tienen el mismo mérito que nosotros. En ese sentido, el término 'batalla' me gusta menos, pero realmente la frase es que la vida no te ponga a prueba.
¿De qué manera esta experiencia ha filtrado tus relaciones personales? ¿Has aprendido a invertir tu energía emocional en aquello o aquellos que realmente suman?
- Sin lugar a dudas. Hace ya tiempo que detectaron que el cáncer de mama debía ir acompañado de un acompañamiento psicológico, y yo estoy totalmente de acuerdo, porque hace unos cuantos años no se hacía. Hoy en día sí se hace, pero creo que se debe hacer más, debe ir unido, porque creo que la visibilidad del cáncer de mama no lo tiene cualquier otro cáncer que sea más peligroso. La extirpación de un pecho no tiene la misma visibilidad que la extirpación de una parte del colon, que es gravísimo, pero no te lo ves. No te levantas por la mañana y te lo ves. En ese sentido, mi prioridad ha sido rodearme de gente positiva, compartir mi experiencia para que pudiera ayudar a otras mujeres, y la esperanza, tener esperanza y confiar, ser rigurosa en lo que te piden los médicos.
La relación con tu cuerpo cambia, ¿cómo ha cultivado la paz y la aceptación hacia esta nueva versión de sí misma, en caso de haber tenido que pasar por quirófano?
- Evidentemente, de mi primer cáncer al segundo hay algo muy diferente. En mi primer cáncer conservé mi pecho totalmente, y en el segundo, después de la extirpación del tumor, decidí someterme a una doble mastectomía que, evidentemente, ha cambiado mi anatomía. Aceptarlo ha sido lo más complicado, porque al final tú te tienes que mirar todos los días en el espejo: yo me ducho y me doy crema y lo miro de manera natural. Hay que ir aceptándose poco a poco, no es fácil, pero siempre digo que yo soy mucho más que dos pechos, que las mujeres somos mucho más que dos pechos. Eso es lo que te hace hacerte fuerte.
¿Has encontrado un nuevo significado o una belleza inesperada en la vulnerabilidad?
- La vulnerabilidad es algo sano, sobre todo porque cuando crees que puedes con todo, te das cuenta de que te equivocas porque las personas que te quieren necesitan poderte ayudar y que tú les ofrezcas la manera de cómo ayudarte. Es importante que los enfermos de cáncer le transmitan a sus seres queridos la manera en la que le pueden ayudar, y que puedan sentirse útiles. Yo el primer cáncer lo hice muy en solitario, pero en el segundo, y con la doble mastectomía, hice partícipe mucho más a mi familia, mis amigas y mi entorno de mi dolor.
¿Cuál es el lujo más auténtico, o la satisfacción más profunda, que disfrutas hoy y que antes dabas por sentada?
- Disfrutar de mi día a día, de un almuerzo con mis amigas, de una cena, de un rato en la playa, de una charla... siempre lo he disfrutado, pero quizás ahora es como que lo exprimo de una manera especial.
Si la vida es un libro, el cáncer es un capítulo intenso. ¿Qué legado emocional o filosofía de vida le gustaría transmitir?
- Para mí han sido dos capítulos tremendos en mi vida, no solo uno. Me da un poco de pudor muchas veces dar consejo, yo puedo contar mis vivencias o decir cómo me he sentido para superar esta enfermedad cada día. ¿El legado de qué? De la fragilidad del ser humano, de que probablemente nos pasamos la vida preocupados, que nos quitan el sueño muchas cosas que no están en nuestra mano solucionar. Tienes que aprender a ordenar las prioridades y a relativizar lo que de verdad te interesa o no en la vida.
La esperanza es un trabajo diario, ¿qué rituales, o anclajes físicos o mentales, has adoptado para mantener la luz encendida?
- Sin lugar a dudas, mi confianza plena en los médicos y la medicina. Esa ha sido mi mayor esperanza, mi mayor anclaje. Mi oncólogo, el Doctor Lobo, durante muchos años y durante el proceso de mis dos cánceres, ha sido mi Dios. Hoy en día, lo es el Dr. Izarzugaza porque el Dr. Lobo ya se jubiló. Tengo que confesar que, cuando lo hizo, me puse a llorar, porque para mí se iba una parte importante de lo que había sido mi proceso de curación. Él me dijo: 'Te puedes curar de este cáncer', y yo confié plenamente en él. Nunca he tenido dudas en lo que me decía y siempre he hecho lo que los médicos me han dicho y aconsejado.
¿Hay algún miedo antiguo que, tras enfrentar el cáncer, se haya vuelto totalmente irrelevante o, por el contrario, han nacido miedo con los que luchas ahora día a día?
- Miedo irrelevante no. No puede vivir una invadida de miedo, que siempre tiene una dosis de respeto. Yo vivo con respeto hacia la vida y, si acaso, se acentúa un poco más el miedo a que te pase algo, al final siempre pienso que le puedo hacer falta a mi hija, aunque ya tenga 25 años y un bebé.
¿Cómo resumirías la enseñanza más valiosa que le ha dejado este camino, que dirías que has ganado en términos de profundidad humana al pasar por este trance?
- He ganado en quitar de mi vida cosas que no me gustaban, o sea, alejar a las personas que sabes que ya de por sí te han hecho, y te van a seguir haciendo daño, aunque la disfracen de que te quieren. A saber que hay personas que verdaderamente te quieren, y te lo dicen desde la verdad, desde el corazón, y hay quien te lo dice de boquilla. Es normal, me parece que es aceptable también, pero aprendes a eso, a saber distinguir entre aquellos te quiere de verdad, profundamente, y los que utilizan esa palabra de una manera ligera y banal.