Rosalía ha comenzado a dar pistas sobre su nueva etapa musical con una serpiente abrazando su cuello, en una campaña de lo más sugerente para Calvin Klein. Sabrina Carpenter emuló una de sus actuaciones más icónicas al interpretar su último éxito, Tears, completamente empapada sobre el escenario de los MTV Video Music Awards, espacio en el que la también artista Tate McRae evocó algunos de sus clichés vocales y coreográficos. Ya sea para emular su danza reptiliana o para homenajear su legado, la nueva oleada de artistas pop ha vuelto a atestiguar por qué Britney Spears es un icono eterno.
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Generación tras generación, su poder dosmilero continúa siendo una fuente inagotable de inspiración, incluso si la cantante se encuentra alejada del foco público a nivel musical. Su vida, cargada de luces y sombras, la ha convertido en un enigma, una pieza de colección en el museo sonoro de cualquier melómano. Entre movimientos de melena y looks inspirados en sus mejores pasarelas, no hay celebridad que se pueda resistir a los encantos de la marca personal de la cantante.
Britney Spears fue el epítome de la niña americana talentosa convertida en producto. Su éxito derivó en una exposición masiva, en un acoso perpetuado por parte de los paparazzi y en su aclamado 2007, año emblemático para la cultura pop, pero culmen para la paciencia de la cantante: se rapó la cabeza, agredió el coche de un fotógrafo con un paraguas y sus apariciones fueron más revolución que promoción. Con la entrada del nuevo siglo, el ...Baby One More Time (1999) rompía todos los récords de éxitos, convirtiendo a la cantante en un fenómeno de la noche a la mañana.
Después vendría Oops!... I did it again, Lucky, Toxic, Music, con Madonna, Gimme More, Piece of Me, Womanizer e infinidad de hits que la convertirían en una artista inigualable. Su currículo musical hablaba por sí solo, pero la prensa comenzó a generar una narrativa en torno a su figura que haría caer el mito -o al menos, eso parecía en aquel momento-. Tras su relación fallida con Justin Timberlake -que no dudó en hablar mal ella en los famosos tabloides americanos-, su boda en 2004 con Kevin Federline, con quien tuvo dos hijos -Sean de 19 años, y Jayden de 18- y su posterior divorcio en 2007, la prensa había convertido a Britney en una popstar desgastada: "mala madre" tras perder la custodia de sus hijos, "mala esposa" y con perpetuados juicios sociales que se centraban en su “descarriada” salud mental.
La tutela y el 'Free Britney': ¿una artista entre rejas?
Fue tiempo después cuando se supo la situación en la que Britney había vivido todos esos años: bajo la tutela de su padre y sin ningún tipo de libertad económica, social o sanitaria. Sus sonados desencuentros públicos la habían convertido en una polémica andante más que en una artista. Fue en 2008 cuando, a raíz de los supuestos “brotes psicóticos” que la prensa había recogido entre las páginas de sus revistas, su padre obtuvo su tutoría legal alegando "cuestiones de salud mental".
Jamie Spears tenía poder de decisión sobre su figura, sus finanzas, sus movimientos, sus apariciones televisivas, sus contratos musicales y, en definitiva, su vida. Esta realidad acuñó el movimiento Free Britney, una oleada de protestas en Estados Unidos -que más tarde se extendería a otros países- en la que los seguidores de la cantante pedían el fin de la tutela que había permitido a su padre decidir por ella bajo dicho paraguas legal. La unión hizo la fuerza y, en noviembre de 2021, una jueza determinó el fin de la conservatorship, una decisión que se tomó después de que la propia Britney testificara en contra de ella y tras el ruido mediático que cuestionó su duración.
Desde entonces, la cantante se ha dedicado a subir vídeos un tanto preocupantes a sus redes sociales. Bailando y haciendo piruetas con un aspecto lánguido, Britney no saca música desde el año 2016, pero ha recuperado una parte muy importante de su libertad. Sus últimos años estuvieron marcados por su relación con Sam Asghari, con quien estuvo de 2022 a 2024, y por el lanzamiento de sus memorias The Woman in Me, una obra que recibió aplauso de la crítica y que volvió a situarla en el centro de la conversación. En ellas, la cantante se pregunta repetidamente por qué, ya sea como adolescente con un top corto que "corrompe" a la juventud o como una joven de 25 años que se emborracha en la discoteca, se la percibía como "peligrosa".
Una figura imperecedera
Al igual que Cher con sus icónicos diseños de Bob Mackie, Britney Spears sigue generando un tira y afloja en la industria musical, sobre todo en lo que a influencia se refiere. La nueva generación de artistas Z, es decir, los nacidos en los 2000, no han dudado en revisitar su carrera, sus polémicas y su maestría sobre el escenario para inspirarse. Prueba de ello es la hornada de nuevas cantantes pop que hacen guiños a sus canciones, capítulos vitales y maravillosos outfits.
La última prueba que atestigua lo anterior ha sido la actuación de Sabrina Carpenter en los MTV Video Music Awards del pasado domingo. Interpretando Tears, canción que forma parte de su recién lanzado álbum Man's Best Friend, la artista de Espresso no dudó en recordar a la 'reina del pop': llevando un sujetador con brillos similar al que Britney portó en su gira mundial de 2001, y replicando el efecto de la lluvia que ella también usó, la joven cantante estadounidense se anotó un tanto entre los fans de Britney al emular una de sus estampas más notorias.
Su icónico beso con Madonna, sus amistades y su forma de interpretar siguen componiendo el abecé de la biblia pop. Britney, aunque alejada de los escenarios, mantiene su leyenda musical intacta. Solo hace falta escuchar canciones como Sports Car, de Tate McRae, o ver los contorsionismos que la canadiense aplica en sus actuaciones, para evidenciar cómo su legado está más vivo que nunca.