Beatrice Borromeo entra en una nueva década, que marca, también, una nueva etapa en su vida. La aristócrata —que cumplió 40 años el pasado 18 de agosto— espera su tercer hijo junto a su marido, Pierre Casiraghi, y la llegada de este bebé promete cambiar su mundo, puesto que se convertirán, oficialmente, en familia numerosa (ya son padres de dos niños: Stefano, que nació en 2017, y Francesco, que llegó un año más tarde).
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Pero antes de dar la bienvenida a la pequeña —según desvelaba, hace unos meses, la periodista Inga Griese, amiga de Beatrice, estaría embarazada de una niña—, la pareja ha querido regresar, una vez más, a uno de sus rincones favoritos en el mundo: Saint-Tropez. Aquel pueblo pesquero que Brigitte Bardot puso en el mapa con la película Y Dios creó a la mujer, a finales de los 50, y que hoy representa el "glamour" de la Costa Azul francesa, es su destino predilecto, al que ya se escaparon días antes de su 'sí, quiero', en 2015 -el pasado uno de agosto también celebraron su primera década de matrimonio-.
En esta ocasión, aprovecharon su escapada para dar un paseo por el puerto de Saint-Tropez -para el que Beatrice escogió un vestido camisero-; y, también, navegando en alta mar, a bordo del Pacha III, la "joya" de Carolina de Mónaco.
La princesa 'se enamoró' de la embarcación en el puerto de Mónaco y su segundo marido, Stefano Casiraghi, no dudó en regalárselo en 1989 —un año antes del fallecimiento de Stefano en un trágico accidente náutico— para que pudiera dar la vuelta al mundo -su sueño-, bautizándolo además con este nombre que, en realidad, esconde un guiño a sus hijos -ya que junta las primeras letras de los nombres de Pierre, Andrea y Charlotte-.
Su hijo Pierre ha heredado de su padre esa pasión por el mar. Es vicepresidente del Yacht Club de Mónaco y ha participado en algunas de las competiciones de vela más exigentes del mundo —"Forma parte de mi ADN", como comentaba al diario Monaco Matin—. Por eso, también le gusta surcar las aguas del Mediterráneo en esta embarcación tan especial y llena de recuerdos, que ahora también comparte con sus hijos, Stefano y Francesco.
Los pequeños estuvieron jugando en la cubierta con los cabos del barco, bajo la atenta mirada de Pierre que ya transmite a sus hijos su amor por la navegación. Sólo el tiempo dirá si seguirán sus pasos y se animarán a dar un paso más y lanzarse a la competición.