La vida de Robert Prevost cambió para siempre tras convertirse en la máxima autoridad de la Iglesia Católica. El 8 de mayo entró a formar parte de la historia como León XIV, el Papa número 267 de la historia. La fumata blanca anunció que el cónclave había acabado y el cardenal protodiácono Dominique Mamberti pronunció su nombre en el balcón de la basílica de San Pablo.
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Este viernes, el pontífice ha cumplido 100 días de un mandato prudente, ya que aún no toma decisiones importantes, y con una fuerte inclinación por la diplomacia. En este periodo del estadounidense, que cumplirá 70 años en septiembre, los cambios más comentados respecto al pontificado de Francisco han sido, sobre todo, una vuelta a la tradición.
Desde el uso vestimentas litúrgicas que Francisco había eliminado, como la decisión de retomar la muceta roja y los pantalones blancos bajo la sotana, el deseo de volver a vivir en el palacio apostólico, tomar vacaciones en Castel Gandolfo o restablecer la solemne procesión del Corpus Christi por las calles de Roma bajo el palio: León XVI ha retomado algunas de las costumbres que el argentino había eliminado.
Con motivo de la Fiesta de la Asunción, León XVI celebró misa en la parroquia de San Tommaso da Villanova, que se encuentra en el palacio pontificio de Castel Galdolfo, y luego rezó el ángelus en la plaza de la Libertad de la localidad, lugar de vacaciones de los papas, aunque Francisco nunca acudió. "Los agentes de paz en un mundo hecho pedazos son la alegría de la Iglesia", ha expresado este viernes. A los fieles instó a no tener miedo de seguir a Cristo. "Con frecuencia puede parecer peligroso, imprudente. Cuántas voces están siempre ahí susurrándonos: '¿Quién te obliga a que lo hagas? ¡Déjalo! Piensa en tus propios intereses'. Son voces de muerte", añadió.
León XVI llegó este miércoles a Castel Gandolfo, residencia situada a las afueras de Roma, para disfrutar de unos días de vacaciones hasta el 19 de agosto y refugiarse, en la localidad donde ya estuvo en julio, del calor extremo que está azotando la capital y para celebrar algunos actos por la zona: por ejemplo, un almuerzo que efectuará con un centenar de personas desfavorecidas.
Un periodo de adaptación
"En la Casa Blanca dicen que 100 días revelan la presidencia. El alcance de un pontificado es diferente. No deberíamos esperar los nombramientos como una prueba para el papa. Él los hará cuando sea necesario, pero no será el equipo de gobierno quien nos dirá quién es Prevost. Es un error juzgarlo en términos de ruptura o continuidad con Francisco, o si se restauran o no las instituciones", aseguraba en una reciente entrevista en La Stampa el fundador de la Comunidad de San Egidio, Andrea Riccardi.
La encargada de comunicación de las Obras Misionales Pontificias de Estados Unidos, Inés San Martín, ha explicado en unas declaraciones a EFE que, en estos cien días, "León XIV se dedicó principalmente a observar y a escuchar mucho más que a hablar. Por eso, por ejemplo, no lo vimos hacer grandes cambios de personal en la Curia romana".
La infancia de Prevost
Desde el preciso instante en el que se convirtió en León XVI , todo lo que tenía que ver con Robert Prevost generó una gran curiosidad, especialmente su parte más personal y privada. En el colegio Santa María de la Asunción de Chicago no podían imaginar que uno de los chicos que pasó por sus aulas en la década de los 60 pasaría se convertiría en el primer Papa estadounidense.
En aquel momento, Prevost estaba centrado en su formación y todavía no se había decantado por la vida espiritual, pero sí daba ya las primeras pistas. Así lo recordó con nostalgia y mucho cariño John Doughney, que fue su compañero de clase durante ocho cursos. "Cuando la gente piensa en un chico de 13 años del sur de Chicago, normalmente no se le vienen a la mente palabras como amable, compasivo o humilde, pero esas son justamente las palabras que lo describen", dijo en unas declaraciones a People.
El Santo. Así le llamaban sus compañeros y también sus hermanos mayores, Louis y John Prevost. Miguel Ángel Martín, amigo español del Papa, resaltó de él las siguientes cualidades: "Cercano, sencillo, profundamente humano e integrador, tranquilo, sereno y discreto". Como anécdota, ha contado que hablaron justo antes del cónclave, proceso en el que el Pontífice no esperaba ser elegido.