Como cada verano, Ana Obregón se ha refugiado del ajetreo de la capital en El Manantial, el oasis de paz que comparte con sus hermanos y donde ha pasado la mayoría —por no decir todas— de las temporadas estivales. El refugio familiar, situado en Mallorca, ha sido testigo de los momentos más felices de la vida de la actriz, que ahora los recuerda desde la nostalgia. Con sentimientos encontrados, Ana tendrá que despedirse de este paraíso de gran valor emocional, ya que ha decidido, junto a sus hermanos, vender la adorada casa que construyó su padre para el disfrute de toda su familia.
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Tras la partida de Aless hace cinco años, Ana cada vez siente menos apego por los objetos materiales, y tiene claro que lo verdaderamente importante es el aquí y ahora, el pasar tiempo con los tuyos. "De lo único que me arrepiento en esta vida es de todas las horas que trabajé en lugar de estar con mi hijo", nos confiesa. Ahora, con su pequeña Anita, ha aprendido esta lección y, aunque recibe numerosas ofertas laborales, "no dejaría a Anita por nada del mundo". Con ella, que es idéntica a su padre físicamente y con la misma personalidad risueña, "todo es un volver a empezar" y está haciendo "lo que no pude hacer con mi hijo".
Es por eso que a la bióloga le cuesta tanto decir adiós a El Manantial. Aless adoraba jugar por los pasillos y quería que sus hijos —soñaba con tener cinco— "disfrutaran de esta casa en verano como él la disfrutó". Ahora, 'Anita Dinamita' —como le llama cariñosamente la actriz— se recorre los rincones con esa alegría y curiosidad que la caracterizan, tal y como hacía su padre.
Una joya arquitectónica
"Me da muchísima pena", nos explicaba Ana que, a pesar del dolor que supone el proceso, "entiendo a mis hermanos". "Es un lío mantener una casa tan grande y, sobre todo, con una carga emocional tan enorme, porque la construyó mi padre", subrayaba.
El Manantial se encuentra "en un sitio privilegiado, al borde del mar, con la playa justo debajo". Si bien se trata de una construcción "única", para la bióloga el valor sentimental supera la maravilla estética de la casa.
Varias ofertas
Fue a finales del verano pasado cuando Ana y sus hermanos decidieron poner a la venta el refugio familiar. Ahora, un año después, la bióloga afirma que "ha venido gente de a verla, pero españoles ninguno, solo gente de fuera" y que, actualmente, "estamos estudiando varias ofertas". Juntos, afrontan esta nueva etapa que comenzará con el adiós a El Manantial pero, por ahora, "este verano queríamos estar todos aquí".
Mientras que sus hermanos no dudan de su decisión, Ana titubea sobre si es lo correcto o no, "pero somos cinco y hay que respetar". Sin que se malinterprete, los recuerdos aquí con Aless son su impulso para vender la casa. "Cuando estoy aquí, veo a mi hijo correteando por sus pasillos y cada rincón tiene su nombre", nos explicaba, subrayando que "también duele estar aquí".
"Aunque no me encante la idea de vender la casa, pues casi que mejor", concluía tras su paseo por la nostalgia. Y, aunque estén los cinco de acuerdo, Ana llega a la conclusión de que "será difícil" despedirse del enclave, ya que "esta casa representa mucho de la vida de mis padres y de mi hijo".