Ya no se esconden. Pero cómo iban a hacerlo si están como dos niños con zapatos nuevos... Y no hablamos de que estén muy pero que muy enamorados, que, viendo estas imágenes, es de perogrullo que lo están, sino que, además, estas evidencian que lo suyo ha pasado de pantalla y que el torbellino de colores del principio ha dejado paso al sosiego y a la conciencia de que se merecen algo más como pareja, como tándem, como yin y yang: una vida conjunta y, por supuesto, un lugar donde crecer y construir algo bonito y duradero para los dos.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 5 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 5 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Ellos son Mario Conde y María José Castellví. Y sí, ya no son unos niños. Precisamente por eso, los tiempos son otros y los pasos tienen otra trascendencia. Se conocieron allá por el mes de febrero, gracias al novillero Juanillo Bohórquez y su tarde de éxitos en Cantillana, cerca de Sevilla. Allí saltó la chispa y allí han pensado darse un futuro. Cerca. A la orilla del Guadalquivir. Hay quien habla de campanas de boda… Quién sabe…
Pero hasta que den ese paso —o porque lo van a dar— han adquirido conjuntamente un palacete en el centro de la ciudad. Tres plantas y un ático con terraza enmarcados en una arquitectura finisecular cuya reforma está siendo supervisada directamente por la pareja. Como ven, son rápidos, sí, pero no son de los que construyen las casas por el tejado.