Bradley Cooper, uno de los rostros más respetados y carismáticos de Hollywood, se ha abierto como pocas veces lo ha hecho. En un testimonio conmovedor y sincero, el actor y director de Maestro comparte en el documental Caregiving, los recuerdos más profundos y personales sobre su padre, Charlie Cooper, fallecido en 2011 a los 71 años a causa de un cáncer de pulmón. El actor recuerda entre risas y lágrimas los últimos días junto a quien fue su héroe, y rinde homenaje a los cuidadores.
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“Mi padre era alguien a quien idolatraba”, comienza diciendo Cooper, de 50 años, en este proyecto que también ha producido y que rinde homenaje a los cuidadores —tanto profesionales como familiares— que dedican su tiempo, energía y amor a quienes más lo necesitan. “Cuando era pequeño, me vestía como él para ir a la escuela infantil, con traje y corbata. Se burlaban de mí por eso, pero no me importaba”, recuerda con una sonrisa melancólica. El documental, narrado por la actriz Uzo Aduba, no solo traza el perfil humano de quienes asumen la labor de cuidar a un ser querido, sino que también visibiliza el esfuerzo, las emociones y los desafíos que enfrentan. Cooper relata cómo su vida cambió por completo cuando su padre fue diagnosticado: “Como la mayoría de la gente, nunca me había planteado qué era ser cuidador… hasta que mi padre enfermó”.
La transformación fue radical. Cooper dejó todo y regresó a vivir a casa de sus padres durante ocho meses. “Pasar de vestirme como él a bañarlo fue algo muy traumático”, confiesa. “Estaba en un punto en el que necesitaba mucha atención. Fui afortunado de poder estar ahí para él… y también de haber recibido la ayuda que tuvimos”. Y es que, en ese proceso, Bradley descubrió una nueva dimensión de humanidad. “Estas personas que se dedican al cuidado… son heroicas, sin duda. Su capacidad para concentrarse y entregarse por completo me deja sin palabras. Estoy en absoluto asombro”, afirma con admiración hacia los cuidadores profesionales que acompañaron a su familia.
Durante un pase privado del documental en la sede de las Naciones Unidas, celebrado el pasado 12 de junio, Cooper compartió con el público una anécdota llena de ternura y humor: una de las últimas salidas con su padre fue a un partido de béisbol de los Philadelphia Phillies, donde incluso pudieron sentarse juntos en el banquillo del equipo. “Lo que más me marcó fue cómo, incluso en medio del dolor, seguíamos encontrando momentos de comedia”, dijo. “Recuerdo que mi padre estaba tardando muchísimo en el baño. Yo estaba nervioso porque se nos hacía tarde para salir al campo. Y mi cabeza empezó a imaginar cosas: ‘¿Y si ha muerto ahí dentro?’”, contó provocando risas entre los asistentes. “Mi cerebro simplemente fue allí, al recuerdo de esa ansiedad... Pero eso es lo que uno hace para sobrellevarlo”.
En una de las escenas más impactantes del documental, Cooper revela que su padre murió en sus brazos. Pero incluso en esos momentos finales, la vida no dejaba de sorprender. “Había comido un sándwich de atún ese día, o quizá el anterior. Y lo único que preocupaba a mi madre era el aliento a atún que podía tener cuando me acerqué a mi padre”, cuenta entre carcajadas. Estas pinceladas de humor, en contraste con la dureza del proceso, son, para Cooper, una lección vital: “Eso también es la vida. Es real. Es simplemente... la vida misma”.
El actor también confesó que, durante el proceso de cuidado, no era plenamente consciente de que él mismo se había convertido en cuidador. “No me di cuenta en su momento de que lo era”, dijo durante un coloquio posterior a la proyección del documental, rodeado de otros rostros conocidos que también han vivido situaciones similares, como Emma Heming Willis -esposa de Bruce Willis-, Deborah Roberts y Al Roker.
Lo que sí sintió con claridad fue el impacto emocional de la experiencia. “Cuando estaba en plena acción, cuidando de mi padre, fue algo muy enriquecedor. Pero los momentos de soledad posteriores eran aterradores. Sentía miedo, confusión… todo por ese cambio de roles, por lo surrealista que se había vuelto la vida”. Catorce años después, Cooper admite que sigue procesando todo lo que vivió en ese periodo. “El tiempo que pasé con mi padre fue uno de los mayores regalos. Encontré alegría en esas últimas semanas y días. Es algo que nunca olvidaré”.