© JESÚS CORDERO Ana Obregón HOLA4090

Presentará las campanadas junto a Los Morancos

La Navidad más difícil de Ana Obregón tras perder en solo dos años a su hijo, su madre y su padre

‘La vida me ha castigado con ganas. Estas Navidades van a ser difíciles. No tengo dónde ir y no quiero pasar la Nochebuena sola en casa’

Ana Obregón, la felicidad, la risa, la fantasía, nos vuelve a decir, igual que hace ya dos años, que de aquella Ana de antes no queda nada. Que la nueva mujer nacida tras la marcha de Aless es diferente, menos alegre tal vez, pero más generosa, más auténtica, más libre y más entregada. Sin embargo, ahora que llega la blanca Navidad, nos cita en un escenario de cuento de hadas. Un jardín encantado, rodeado por muros centenarios cubiertos de hiedra roja, y se fotografía de blanco, junto a la yegua ‘Garza’, que parece un unicornio, como una hermosa reina de las nieves. Y pensamos que la Ana de antes, la que creía en la magia, sigue estando aquí, a pesar del dolor, y su risa a veces regresa, y su alegría también, aunque se le empañen los ojos cuando vuelve la vista atrás.

Hacemos balance. No ha sido un año fácil para ella. En septiembre, dieciséis meses después de perder a su madre, tuvo que despedir también a su padre. Pero Ana, que es más fuerte de lo que ella misma piensa, ha sabido levantarse para volver al trabajo, participar en varios programas de televisión, preparar un biopic sobre su vida, poner en marcha la Fundación Aless Lequio y escribir el libro que comenzó su hijo, lleno de recuerdos y reflexiones del chico de las musarañas. En un cuento estamos, en el famoso Cuento de Navidad, de Charles Dickens, y como aquellos tres fantasmas del relato, le preguntamos por sus Navidades pasadas, las presentes y las futuras.

“Aunque Alessandro y yo ya estábamos separados, pasábamos la Nochebuena juntos. Yo le pedía que se llevara al niño a dar un paseo y, mientras ellos estaban fuera, venía Papá Noel y llenaba el salón de regalos. Y Papá Noel se tenía que dar mucha prisa”
©JESÚS CORDERO
Como una hermosa reina de las nieves, Ana Obregón nos cita en un escenario de cuento de hadas, un jardín encantado, y se fotografía de blanco junto a una yegua que parece un unicornio. Como en el famoso ‘Cuento de Navidad’, de Charles Dickens, Ana nos habla de sus Navidades pasadas, las presentes y las futuras.

—¿Cómo son tus primeros recuerdos de Navidad?

—Mi familia siempre ha estado muy unida. Somos cinco hermanos, mis padres han tenido doce nietos, yo tengo once sobrinos y todas las Navidades de mi vida las recuerdo en casa de mis padres. Mi madre, que adoraba la Navidad, se pasaba más de un mes decorando la casa: esas flores, esas bolas, esos adornos… cada año de colores diferentes. ¡Y esa mesa tan grande y tan espectacular!

—¿Quién venía a traeros los regalos, Papá Noel o los Reyes?

—De muy pequeñita venían solo los Reyes Magos, pero desde que nacieron los nietos, empezamos a recibir también regalos en Nochebuena. Todos hacíamos regalos a todos, que era una locura… y un dineral. Siempre nos juntábamos en Nochebuena. Veíamos el discurso del Rey y luego a cenar. Y en Navidad, a comer.

—¿Y siempre con la misma ilusión?

—Sí, pero, desde que nació Aless, con una ilusión mayor, disfrutando de la Navidad a través de sus ojos. Cuando era pequeño, aunque Alessan­dro y yo ya estábamos separados, pasábamos la Nochebuena juntos. Yo le pedía a Dado que se llevara al niño a dar un paseo y, mientras ellos estaban fuera, venía Papá Noel y llenaba el salón de regalos. Y Papá Noel se tenía que dar mucha prisa. Esta casa era lo mismo que la de mi madre: como siete u ocho bambis de lucecitas en el jardín, la casa entera llena de luces y un árbol de Navidad que llegaba al piso de arriba.

“Aless se gastó todo su primer sueldo en un fular de piel blanca, de una marca de superlujo, con una nota que no la puedo leer porque me emociono”
©JESÚS CORDERO
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“Hace unos días, encontré una carta para Papá Noel (de Aless) en la que ponía: “Si hay algún niño pobre que necesita un regalo, a mí no me lo traigas, llévaselo mejor a él”. Así era Aless de generoso”, recuerda Ana.

—¿Qué les pedía Aless a los Reyes Magos?

—Pues los juguetes que pedían todos los niños de su edad. Hace unos días encontré una carta para Papá Noel en la que ponía: “Me gustaría que me trajeras cosas de Doraemon y de Pokémon, pero si hay algún niño pobre que necesita un regalo, a mí no me lo traigas, llévaselo mejor a él”. Así era Aless de gene­roso.

—Cuéntanos algún recuerdo gracioso del travieso Aless. 

—Aless era mucho Aless, ese loquito lleno de creatividad y generosidad. Un día, a los siete u ocho años, le pedí a Alessandro que se disfrazara de Papá Noel, pero él, que era muy listo, le tiró de la barba y lo descubrió. Aless nos dejaba regalos y notas por toda la casa. Eran hechos por él: un cuaderno con hojas de los árboles y unas dedicatorias preciosas, o aquella vez que me dijo que me iba a regalar el collar más bonito del mundo y estaba hecho de macarrones.

“Y en Navidad se ponía el gorro de Papá Noel y llenaba la casa de amigos. Yo me tenía que ir a dormir a un hotel”
©@ana_obregon_oficial/JESÚS CORDERO
En dos entrañables imágenes junto a Alessandro Lequio y su hijo, cuando este era un bebé y en las Navidades de 2018.

—¿Siempre habéis celebrado la Navidad los tres juntos?

—Hasta que Alessandro se casó con María, venía incluso a casa de mis padres en Nochebuena, porque a los hijos de padres separados ver a sus padres juntos les hace mucha ilusión. Y es lo que hay, es humano, entendible y lógico. Y yo se lo agradezco mucho a Alessandro.

—¿Cuál fue el primer regalo que te hizo tu hijo, ya de mayor, con su dinero?

—Se gastó todo su primer sueldo en un fular de piel blanca, de una marca de superlujo, con una nota que no la puedo leer porque me emociono. Él era la persona más detallista del mundo. Siempre que hacía un viaje, me traía un detalle. Y en Navidad se ponía el gorro de Papá Noel y llenaba la casa de amigos. Yo me tenía que ir a dormir a un hotel… La casa estaba para eso.

—Feliz hasta el último día.

—La última Navidad, que creíamos que todo iba bien, reunió a todos sus primos y sus amigos y se fueron el día treinta y uno a pasar la Nochevieja en mi casa de Palma. Contrató a un DJ, un catering…, aunque él estaba todavía con quimio. Recuerdo que el día veinticuatro se tuvo que dar quimio y él estuvo bromeando todo el día, diciendo que, con todas esas medicinas, a lo mejor alucinaba y veía de verdad a Papá Noel.

“Estos dos últimos meses he estado muy cerca de Elena (Huelva), esperando para conseguir que entrara en un ensayo clínico”
©JESÚS CORDERO
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—Las Navidades presentes están llenas de recuerdos, ¿verdad? Por ejemplo, la historia de amor de tus padres, que es de película de Holly­wood

—Es una historia de las que ya no existen ni existirán, casados durante sesenta y ocho años, queriéndose hasta el último momento. La verdad es que creo que la vida me ha castigado con ganas, porque perder en dos años a tu padre, a tu madre y a tu hijo no es fácil. Perder a mi padre ha sido muy fuerte. Cuando sucedió lo de mi madre se lo tuvimos que decir y, entonces, él entró en una especie de letargo porque no quería ver la realidad. Al final, estaba mayor y preguntaba todos los días por mi madre y, claro, teníamos que decirle una mentira piadosa, porque no podíamos hacerle pasar por un duelo cada segundo, porque se le olvidaba. Ha sido difícil. Lo último que dijo fue que dónde estaba mi madre. Y Aless.

—Dicen que cuando te faltan padre y madre tienes una sensación tremenda de orfandad.

—Te sientes sin tus raíces, que son tus padres. Y sin tu futuro, que es tu hijo. Y te sientes perdida, como imagino que se sienten los astronautas cuando van a la luna y se quedan ahí, flotando en un abismo.

—¿Cómo se cura el dolor?

—La cura del dolor es el dolor. No hay que camuflarlo ni ir en contra de él. Todo el que pase por un duelo, sea el que sea, una pérdida de un ser querido, una separación…, tiene que saberlo. Tienes que sentirlo y dejarlo fluir.

“Ayer me dijo una cosa que me sobrecogió mucho: “Gracias, Ana, por haberme regalado estos dos meses de esperanza””
©JESÚS CORDERO/los_morancos_
“La verdad es que estoy muy emocionada de volver a dar las campanadas, ya que el año pasado, por la COVID, no pude. Tengo un recuerdo increíble de bonito de las campanadas del año antepasado”, confiesa Ana, que dio las uvas junto a Anne Igartiburu. Al lado, con Los Morancos, quienes la acompañarán este fin de año en la Puerta del Sol.

—Durante este año te hemos visto muy bien rodeada por tus amigos de siempre, Ra, Susana, Bertín, Mario y Alaska…

—La gente me verá este año en el programa Telepasión, de TVE, que lo presento con Mario, que es adorable y me ha hecho reír cada segundo. Yo tengo un truquito, que es llorar todo lo que puedas la noche anterior y, así, ese día no te quedan lágrimas. El único que protesta es el maquillador, que tiene que disimular mis ojos hinchados. Contradictoriamente, estaré el día veinticuatro cantando y bailando en la tele, aunque al mismo tiempo esté sola en casa… Sigo vistiendo solo de negro o de blanco, porque todavía estoy de luto, y aún no veo mi corazón de colores. Me lo he quitado para hacer el programa de Nochebuena. Voy de rojo y de dorado. Me miraba al espejo y ya no me veía…

—¿De verdad piensas estar sola en Nochebuena?

—Estas Navidades van a ser difíciles. No tengo dónde ir y no quiero pasar la Nochebuena sola en casa. Tal vez iré a Marbella, con una amiga, o a algún lugar donde no tenga ningún recuerdo de nada… Tal vez Canarias, o Punta Cana, donde también tengo muchos amigos. Ya veremos.

—¿Y en fin de año?

—También va a ser difícil. Cuando di las campanadas hace dos años, en la Puerta del Sol, todavía tenía a mis padres y les mandé un besito a ellos y otro a mi niño, como he hecho siempre. Mis primeras campanadas fueron en el ochenta y cuatro, las del año pasado no pude darlas porque cogí la COVID y este año volveré a dar las campanadas

—No podías faltar, Ana.

—La verdad es que estoy muy emocionada de volver a dar las campanadas, ya que el año pasado, por la COVID, no pude. Tengo un recuerdo increíble de bonito de las campanadas del año antepasado, no solamente por tanta audiencia y millones de personas que nos acompañaron, sino porque me parecía muy muy difícil poder ponerme delante de una cámara para despedir un año tremendamente duro para mí. Este año pensé que ya no podía haber nada peor, pero este año me tengo que enfrentar con las pérdidas de mi padre y de mi madre. Así que este año estarán dedicadas a las personas que más quiero en mi vida, que estarán viéndome desde un sitio privilegiado en el cielo.

“Si algún día el amor llega, no creo que me lo mande Aless, porque él era superceloso de su madre”

—Este año no estará Anne Igartiburu contigo.

—Echaré mucho de menos a mi querida Anne, pero en estas campanadas, que serán mis octavas campanadas, estaré muy bien acompañada por mis amigos Los Morancos.

—¿Quién diseñará tu vestido?

—Lo va a hacer Rubén Hernández.

—¿Cómo ocupas estos días tu tiempo?

—Estoy superconcentrada en la escritura del libro de mi hijo. Es una joya. Aless tenía la carrera de Filosofía y la de Economía y escribía de maravilla. El corazón de mi libro es lo que escribió él. Lo tengo que terminar en marzo para que salga en junio y poder ir a la Feria del Libro. Lo voy a donar todo a la fundación de Aless, que, por cierto, a través de un amigo, y gracias a Alessandro, hemos recibido una donación supergenerosa de un ‘ángel’ llamado Aurelio Palomo. Esta persona, que falleció de cáncer y no tenía mujer ni hijos, nos ha cedido el local que será la futura sede de la fundación, en la calle Hermosilla, y toda su herencia, con la que hemos podido empezar a financiar proyectos para el sarcoma de Ewing, que es el que tuvo mi hijo.

—También es el mismo cáncer que tiene Elena Huelva, la joven influencer a la que estás apoyando muchísimo.

—La única forma que tengo de transformar mi dolor es ayudando a los demás. Me voy al hospital, al Niño Jesús o a la casa Ronald McDonald y a veces mis hermanas se preocupan, pero, para mí, es un grandísimo consuelo. Estos dos últimos meses he estado muy cerca de Elena y de su hermana, que es un amor y no se despega de ella, esperando para conseguir que entrara en un ensayo clínico. Desafortunadamente, todavía está en lista de espera. Ayer me dijo una cosa que me sobrecogió mucho: “Gracias, Ana, por haberme regalado estos dos meses de esperanza”. Yo he acompañado a mi hijo, a mi madre, a mi padre…, me sentía necesitada. Y pienso: “Y ahora, ¿a quién cuido?”. Yo creo que he equivocado mi profesión, porque a mí lo que siempre me ha gustado es ayudar a los demás. Ahora, a través de las redes sociales, tengo la posibilidad de llegar a muchas personas que no conozco. Cada mensaje me conmueve y descubro que, por mucho que digan que ya no hay valores como el amor, la generosidad y la compasión, la verdad es que recibo muchísimas lecciones de vida. He descubierto que Aless tenía un portal que se llamaba El portal de la esperanza, donde él animaba a muchos chicos y chicas que eran como él, héroes. Porque en esta enfermedad no hay vencedores ni perdedores; todos son héroes.

“Me parecía muy muy difícil poder ponerme delante de una cámara para despedir un año tremendamente duro para mí. Este año pensé que ya no podía haber nada peor, pero me tengo que enfrentar con las pérdidas de mi padre y de mi madre”
©JESÚS CORDERO

—¿Cómo imaginas tus Navidades futuras? ¿Te ves muchos años más presentando las campanadas?

—Hay cosas en España que no cambian, son las tradiciones. Es como el posado del verano, que aunque hay miles de chicas jóvenes y guapísimas que podían sustituirme, pues no. Y en las Navidades, en España parece que tengo que estar ahí de alguna forma. Las Navidades que vienen no sé cómo serán, pero tan oscuras y tan dolorosas como las de este año es imposible. Cuando tocas fondo ya tienes que ir para arriba. Las próximas ya tendremos la fundación de Aless funcionando a tope y me dará mucho orgullo y esperanza. El libro ya habrá salido… La vida es agridulce, es una dualidad. La vida y la muerte van juntas. Lo malo es que a mí me han tocado los amargos demasiado fundamentales para mi vida.

—¿No echas de menos el amor de pareja?

—Es que todavía tengo que encontrar mi corazón, que está en el cielo. El alma está conmigo, pero el corazón todavía tiene que volver a mi cuerpo. Pero si algún día el amor llega, no creo que me lo mande Aless, porque él era superceloso de su madre.

—¿Crees que algún día volverás a abrazar a Aless y a tus padres?

—Sí. Lo siento, de verdad. A mí, que he querido tanto, que he amado tanto, que he cumplido todos mis sueños, el más importante que era ser madre y tener un hijo como Aless y, además, todos los sueños profesionales. Ya los he cumplido todos y ahora solo quiero dedicarme a los demás. De esta vida, lo que te llevas es el amor que has dado. Aless decía: “No colecciones cosas, colecciona momentos, que es lo que te llevas”. Voy a diario al cementerio donde están mis padres y mi hijo, porque me da paz, y todas las noches entro en el cuarto de Aless, que está igual que él lo dejó, hasta las maletas hechas porque creíamos que íbamos a volver a casa. En su cuarto siento hasta su olor. Sé que está conmigo. Que no me va a dejar nunca.

“Echaré mucho de menos a mi querida Anne, pero en estas campanadas estaré muy bien acompañada por mis amigos Los Morancos”
©JESÚS CORDERO
“Contradictoriamente, estaré el día 24 cantando y bailando en la tele —participará en ‘Telepasión’—, aunque al mismo tiempo esté sola en casa… Sigo vistiendo solo de negro o de blanco, porque todavía estoy de luto y aún no veo mi corazón de colores. Me lo he quitado para hacer el programa de Nochebuena. Voy de rojo y de dorado”, nos desvela Ana.

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TEXTO: MAMEN SÁNCHEZ

FOTOGRAFÍA: JESÚS CORDERO

ESTILISMO: MARÍA PARRA

PRODUCCIÓN: ALEJANDRO ALONSO

MAQUILLAJE Y PELUQUERÍA: ALBERTO DUGARTE

ASISTENTE DE MAQUILLA Y PELUQUERÍA: MOI RODRÍGUEZ

ASISTENTE DE PRODUCCIÓN Y ESTILISMO: MARÍA LÓPEZ REY

ASISTENTE DE FOTOGRAFÍA: DIEGO BLADES

VÍDEO: PEDRO GONZÁLEZ

LOOK 1. VESTIDO Y CAPA: RUBÉN HERNÁNDEZ/GUANTES: VARADÉ/JOYAS: RABAT

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