Esther, la novia gallega que cambió la mantilla española por una capa con plumas

Optó por un vestido desmontable, obra de Isabel Núñez, que evolucionó a lo largo de la ceremonia

Por Regina Navarro

No todas las novias tienen claro el tipo de vestido que quieren para su boda. Por eso, lo más habitual, es que la mayoría emprenda su búsqueda en redes sociales, empapándose de ideas e inspiración. También que cuenten con la ayuda de su madre o hermanas para decidirse. Opiniones a las que merece la pena prestar atención, pero que no deben ser determinantes –la novia manda, es su día–. "La verdad que cuando surgió lo de casarnos, el vestido era lo que más incertidumbre me generaba. Tenía muy claro como no quería ir… pero no cómo quería ir. Siempre me ha gustado el mundo de las bodas desde el punto de vista de la moda y lo que significan (para mí es como la fiesta del amor, aunque suene un poquito cursi). En mi móvil hay capturas de vestidos y de ideas desde hace un montón de años", nos explica Esther Durán. Una gallega con ganas de disfrutar de la vida a la que le gusta que la llamen Teté. Cuenta que después de una intensa búsqueda, dio con Isabel Núñez, una diseñadora que estaba dispuesta a crear a medida, para ella, el vestido de sus sueños. "Fue de las mejores elecciones que he hecho", asegura.

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En imágenes, la romántica boda de Teté y Samuel en Galicia

Teté nos cuenta que, cuando llegó al atelier de Isabel, acompañada por sus padres y su hermana, solo tenía dudas. "Me gustaban muchos vestidos y muy distintos. Cortes, propuestas, siluetas… por lo que dar con Isabel fue todo un acierto. Le conté mi batiburrillo, le enseñé algunas fotos y charlamos. Esa fue mi inspiración". En realidad solo tenía claro que quería verse muy guapa y estar cómoda, dos objetivos que suelen compartir la mayoría de las novias. "A mi madre le hacía ilusión que llevase una mantilla de herencia familiar, fue lo único que le dejé caer a Isabel aquel día, pero por satisfacer a mi madre, a mi no me hacía especial ilusión…", nos explica. Después de aquella charla, en la que hubo un sinfín de preguntas y respuestas, la diseñadora le mostró varios bocetos y dejó para el final el que pensaba que más iba a gustar a la novia. "Uno de los primeros bocetos era con la mantilla, pero cuando vi el último, ¡supe que era mi vestido! Elegante, pero a la vez llamativo y exclusivo para mí. ¡Eso era exactamente lo que estaba buscando! Las plumas y la capa ganaron a la mantilla española".

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Aunque el proceso de creación del vestido fue largo y más complejo de lo que parecía a simple vista, el resultado fue el que Teté deseaba. La gallega nos confiesa que, ante la confección de un vestido a medida, a veces se siente cierta incertidumbre. Es complicado imaginar, sobre todo en las partes iniciales del proceso, que de un trozo de tela vaya a salir una maravilla. Pero la confianza que la novia deposita en el diseñador es fundamental en estos casos. "El vestido constaba de dos partes: una capa y el propio vestido. Las hombreras de la capa, con plumas y tul, fueron lo que más trabajo les dio. El vestido interior parecía sencillo, pero las tiras satinadas también tuvieron lo suyo. Eso sí, el resultado no pudo ser mejor. Además, era un vestido súper ligero, por lo que estuve comodísima en todo momento". Ella mantuvo la capa sobre sus hombros durante toda la ceremonia, y se la quitó en el banquete, para estar más cómoda. Al quedarse solo con el vestido, participó de ese efecto sorpresa al que cada vez se apuntan más novias.

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Entre las celebrities suele ser habitual sustituir el vestido que se ha llevado durante la ceremonia, casi siempre un modelo más o menos clásico, por un diseño diferente para la fiesta. Una tendencia que muchas chicas tratan de emular con los vestidos desmontables que cada vez proponen más diseñadores. Modelos que evolucionan a lo largo de la celebración gracias a la posibilidad de retirar ciertas piezas en un momento dado, ya sean las mangas, una sobrefalda o, como en el caso de la creación que lució Teté, una capa. Los invitados, que todavía no están acostumbrados a este tipo de juegos, quedan especialmente sorprendidos al descubrir un look nupcial diferente cuando creían que, en realidad, ya lo habían visto todo.

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El poder de las tradiciones en las bodas

El hecho de que Teté renunciara a la mantilla para el día de su boda, no implicó, ni mucho menos, que quisiera prescindir del resto de tradiciones que suelen rodear los enlaces. La gallega nos cuenta que eso de llevar algo nuevo, algo prestado y algo azul le gustaba bastante. "Llámame tradicional, pero creo que son costumbres bonitas que habría que mantener. En mi caso creo que las cumplí todas; algo nuevo, algo prestado y algo azul. Nuevo llevé el vestido, regalo de mis padres, y las sandalias de Jimmy Choo, detalle de mi hermana; prestados eran los pendientes, unas florecitas de diamantes de mi abuela materna (con las plumas en los hombros tenía que ser algo discreto); y algo azul, la liga. La liga también es súper especial, está toda hecha en encaje de bolillos a mano por mi abuela paterna, una verdadera joya. También me hizo un abanico en encaje de bolillos espectacular". Un accesorio que, debido al calor que hacía aquel 13 de julio y a los nervios, la acompañó durante todo el día.

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Igual que optó por unos pendientes bastante sencillos, la novia se decantó por un peinado de tendencia especialmente favorecedor y minimalista: el moño de bailarina. Una elección que suele conquistar a las chicas por lo bien que resiste al paso de las horas y a los abrazos. "Lo que hizo el moño un poco más distinto fue la trenza. Cuando fui a la prueba de peinado, la estilista me comentó por qué no hacerlo con trenza, peinado que caracteriza tanto a Galicia y me pareció un guiño a mi tierra muy riquiño. Creo que el resultado no pudo ser mejor". Minimalista fue también el maquillaje de Teté, un favorecedor efecto buena cara con los labios en tonos natural y pestañas infinitas. Pero quizá, la elección que más clara tuvo fue la de su bouquet. "Mi ramo también era muy especial y desde siempre tuve muy claro como quería que fuese: flores de tallo largo y solas, sin verde ni nada. Estaba formado por seis rosas inglesas de color rosa intenso. Aportaban perfectamente el toque de color que necesitaba el look. Se lo regalé a mi hermana y sigue prácticamente intacto".

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El 'sí, quiero' de Teté y Samuel

Decir que Teté y Samuel se conocían de toda la vida no parece, en este caso, ninguna exageración. Coincidieron por primera vez en el colegio, en Pontevedra, cuando tenían 13 años. A los 15 fueron novietes durante algunos meses, pero al cumplir los 18 se perdieron la pista, algo bastante habitual cuando se inicia la etapa universitaria. "Cada uno siguió con su vida, hizo su carrera –yo soy licenciada en Económicas y él en Administración y Dirección de Empresas–, su Erasmus, sus amigos… hasta que un buen día Samuel decidió volver a ponerse en contacto conmigo y todo cambió. Fue en julio de 2012. Habían pasado muchos años desde la última vez que nos habíamos visto, éramos casi dos desconocidos… Pero en el fondo era como si nada hubiese cambiado. Ese verano comenzamos a quedar, a vernos… y desde entonces hasta ahora". En octubre de 2018, durante un viaje sorpresa a Praga se comprometieron.

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El pasado 13 de julio se dieron el 'sí, quiero' en Cambados. "Es mi pueblo natal, donde nací, donde me crie, de donde es y vive toda mi familia. No me podía hacer más ilusión que fuese allí (de hecho… no había otra opción jeje) y Samu siempre lo supo y lo compartió. Era algo que estaba 100% claro. La iglesia escogida fue la de San Benito. Es una iglesia muy especial, nos casamos allí toda la familia y somos muy devotos de su santo. A su vez, es preciosa, tiene una espectacular plaza delante con el Palacio de Fefiñanes por lo que el entorno no puede ser mejor", nos cuenta Teté. Después se trasladaron al Pazo El Castriño, un maravilloso enclave en el que disfrutaron junto a su familia y amigos de un día inolvidable.

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Y aunque una boda suele dejar decenas de anécdotas, en la suya, siendo en Galicia, la lluvia fue la que protagonizó una de las más llamativas. "Toda esa semana hizo unos días maravillosos y una temperatura de 10. Se estaba genial. El viernes hicimos preboda y hacía muchísimo bochorno… todo apuntaba a tormenta y así fue. El sábado amaneció nublado, pero seguía haciendo calor. Cuando volvíamos de la peluquería hacía muchísimo viento y el cielo estaba súper gris, síntoma pre-tormenta total. A las 17h, ¡cayó lo más grande! Y la ceremonia comenzaba a las 18h. Fueron 30 minutos de agonía, de mucho estrés, pero como siempre se dice: "después de la tormenta siempre llega la calma", y esta ocasión no iba a ser menos. Los huevos a Santa Clara no fallaron. Pasada la tormenta quedó un día genial, volvió a salir el sol y pude ir a la iglesia en el Roll Royce descapotable que me estaba esperando". Un poco de tregua, para un gran día.