No todo lo que recuerdas es real, ¿tu mente te juega malas pasadas?

No se trata de inventar recuerdos o distorsionarlos de manera exagerada, sino de la percepción individual ante lo que de verdad ocurrió.

Por Laura Bech

Además de que la memoria no es algo infalible, nuestra mente procura agilizar este proceso de recuperación de datos de distintas maneras. Durante el almacenaje de la información aparecen diferentes factores que posibilitan su creación. Además, algunas veces, ese mecanismo se ve alterado o afectado por un elemento externo, lo que equivale a un recuerdo alterado. 

Recordar algo de manera diferente a los demás

Nuestro cerebro sólo almacena una parte de lo vivido. Por lo tanto, el recuerdo al que apelamos no estará nunca en su totalidad. Es importante destacar las emociones que han intervenido durante ese suceso. No es lo mismo, ni está guardado de forma similar una acción en la que eras un mero testigo a la que te tenía como protagonista. Los nervios, la alegría o la tristeza pueden 'entorpecer' no sólo el hecho, sino también su forma de guardarlo. 

Seguramente te ha pasado alguna vez que, al recordar un hecho concreto, varias personas lo hacen de manera diferente. Todo lo que se consolida como información en nuestras redes neuronales es subjetivo, por lo tanto cada individuo se habrá apropiado de una manera diferente de ese suceso. 

Cuando evocamos un recuerdo la manera en la se presente estará condicionado por varios factores. Uno de ellos es por la cantidad de material que nuestro cerebro ha borrado y la necesidad (al recordarlo) de tener un recuerdo completo. Es probable que ante esta situación, la memoria invente o complete de manera arbitraria los datos que faltan. 

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Si la necesidad de recurrir a la memoria está dada por alguna pregunta es probable que la respuesta se vea condicionada por la necesidad de expresar algo coherente y que se adapte a lo que te han preguntado. Es algo frecuente en las declaraciones policiales, en un primer momento el testimonio puede estar imbuido del impacto y la sorpresa ante algo inesperado. Pero con el paso del tiempo la memoria almacena las emociones que acompañaron a ese hecho dando lugar a otros relatos. 

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Los recuerdos inconscientes

En ocasiones se da que vienen a nuestra memoria recuerdos por el tacto, el olfato, el gusto o el sonido. Son recuerdos que se producen de manera repentina ante un factor que despierta un recuerdo de manera precipitada. El aroma de un árbol determinado, el sabor de un pastel, el sonido de las gotas de lluvia al caer. 

Es importante detectar el momento en el que almacenamos nuestro recuerdo. Con frecuencia, la comida de nuestra abuela no era tan deliciosa como la recordábamos. Pero al ser un hecho de la niñez, acompañado de un entorno feliz y una etapa especial, ha sido guardado en nuestro cerebro bajo esa percepción. La de un niño comiendo en casa de su abuela, con todo lo que eso significa. 

Con los malos recuerdo ocurre lo mismo. Si los hemos guardado con tensión, miedo, desilusión o fracaso, asociaremos a un hecho todas las emociones negativas que nos produjo. 

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Los recuerdos escuchados y repetidos

¿Cuánto de los sucesos que recuerdas se los ha escuchado contar a tu madre? Este es otro de los aspectos más comunes del proceso de recuperación de recuerdos. Está relacionado con esas lagunas con las que ha sido guardado. En muchos casos, ni siquiera eres tu la que ha rellenado la información que falta, sino que por ser algo familiar o que has escuchado cientos de veces, almacenas como propio según te lo han contado. 

Si tu madre, siempre que puede, cuenta como cantantes villancicos a los 6 años en al acto del colegio. Con mucha probabilidad, tu recuerdo de ese hecho esté influenciado por el relato de tu madre y sus emociones, más que por el recuerdo real que puedas haber guardado tu. 

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