Hablar de lo que nos preocupa alarga nuestra vida

Según el último libro de Luis Rojas Marcos, Profesor de Psicología de la Universidad de Nueva York, cuanto más hablamos y expresamos lo que nos preocupa o nos alegra, más tiempo podemos llegar a vivir, ¿por qué? Te lo explicamos.

Por Cristina Soria

Todo lo que nos acontece se guarda en nuestra mente en forma de ideas, recuerdos y sensaciones. Tanto lo bueno como lo malo, y de esta forma las cosas que nos ocupan son repasadas por nuestra imaginación una y otra vez. 

Cuando esos recuerdos y experiencias son positivos no existe mayor problema, pues nos produce incluso placer rememorarlos; pero cuando se trata de eventos problemáticos que nos afectan anímicamente puede que el propio hecho o incidente negativo se acabe magnificando en nuestra mente y adquiriendo dimensiones y formas que no le pertenecen.

Esto quiere decir que aquello que no sacamos hacia fuera, de lo que no hablamos, puede crecer en nuestra imaginación y generarnos más sufrimiento. Si guardamos en nuestro recuerdo aquello que nos causa dolor, tristeza y frustración estaremos dándole al “monstruo” una guarida oscura desde donde crecer y ejercer su poder.

Sin embargo, el antídoto está en hablar. Cuando hablamos de nuestros problemas, recuerdos y sensaciones es como si estuviéramos colocando un gran foco sobre ellas, y descubriendo qué son en realidad. Porque al hablar estamos radiografiando nuestros sentimientos y dando una estructura a aquello que nos ocurre.

Hablar significa organizar lo que decimos y obligarnos a ser conscientes de qué fue primero y qué fue después. Y colocando en orden las piezas y concediendo a cada cosa la importancia que se merece frente a nuestro interlocutor, podemos descubrir que aquello que parecía un monstruo muy grande cuando solo vivía en nuestra mente se convierte en simple polvo.

Leer: Cómo aprender a encajar las críticas

Somos lo que hablamos

Según Luis Rojas Marcos, Profesor de Psiquiatría de la Universidad de Nueva York, viviremos más cuanto más hablemos, pues expresar aquello que sentimos, deseamos y pensamos es una forma de sanar nuestro estado anímico cuando lo que pensamos nos atormenta, y también de contagiar energía a los demás cuando lo que expresamos es positivo.

Según Rojas Marcos, en su último libro Somos lo que hablamos. El poder terapéutico de hablar y hablarnos (Editorial Grijalbo), el ser humano tiene la necesidad innata de hablar, tanto con los demás como con uno mismo, y esta actitud expresiva está relacionada con la longevidad.

Cuando hablas contigo mismo estás iniciando un proceso de aprendizaje y de terapia, porque ese monólogo que realizas en voz alta y solo para ti es una forma de organizar tus pensamientos, de darles forma y de enfocar las cosas que te importan. Hablar implica concentración, y solo cuando lo hacemos oralmente logramos fortalecer nuestro discurso de forma efectiva.

Leer: Cómo utilizar el poder de las palabras para alcanzar el éxito personal y profesional

De esta forma, al hablar estamos generando dinámicas positivas que pueden hacer que vivamos mejor. Porque hablar añade vitalidad y calidad de vida, dado que identifica y minimiza los problemas y agranda y contagia la actitudes de ánimo y humor.

Según Rojas Marcos, el ser humano tiene una forma de ser innata que está impregnada por la bondad. Nuestra naturaleza es la de ser felices, lo buscamos y casi de forma automática nos dirigimos hacia aquello que nos hace el bien y nos facilita vivir en armonía. Sin embargo, los problemas diarios y ciertas formas de organización social a veces nos aíslan y magnifican nuestra soledad y, de esta forma, las brechas parecen más insalvables y el tono vital de nuestra alegría parece distanciarse y coger un matiz grisáceo.

Por eso, cada vez que exteriorizamos nuestros sentimientos y damos rienda suelta a nuestras ideas expresándolas, ordenádolas y dándoles forma, estamos buscando la forma de minimizar esa brecha, salir de nuestra isla y contagiarnos de la mirada y la alegría de los demás. De este modo, estamos viendo nuestros problemas con otros ojos, relativizarlos y ganando calidad de vida.

Leer: Cocinar puede ayudar a mejorar tu concentración