Alternativas naturales a los aditivos

Estas sustancias artificiales destinadas al alterar las características de los alimentos son fácilmente sustituibles por otros de origen natural mucho más saludables

Por Gtresonline

Con el auge de una dieta sana y equilibrada basada en frutas y verduras frescas, cada vez son más los especialistas que desaconsejan el consumo masivo de alimentos procesados ricos en azucares, grasas saturadas y aditivos artificiales. Aunque a veces no se presta mucha atención a estos últimos, lo cierto es que están presentes por todas partes. Si nos fijamos bien en las etiquetas de los productos es fácil reconocerlos puesto que van identificados con una letra E seguidos de un número. En realidad, se trata de sustancias químicas (colorantes, espesantes, aromatizantes…) que no tienen ningún valor nutricional en sí mismas y que se usan para potenciar sabores y cambiar algunas de las características de los alimentos con el fin de que resulten más atractivos o mejorar su conservación.

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Su consumo no es en absoluto aconsejable puesto que, en determinados casos, pueden llegar a producir adicción (este es el motivo por el que no puedes comer tan solo una patata frita) o, incluso, intoxicaciones alimentarias. No obstante, no hay por qué renunciar al sabor de la comida o a otros aspectos que la pueden hacer más apetitosa, como su color o textura. Podemos encontrar todo tipo de sustitutos naturales para hacer nuestros platos más atractivos y, sobre todo, saludables. Aquí te mostramos algunos.

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Especias para dar sabor

El glutamato monosódico es uno de los aditivos más empleados en la industria alimenticia para potenciar el sabor de todo tipo de snacks, platos precocinados y algunos embutidos y fiambres, entre otros muchos productos, para hacerlos mucho más apetecibles y que siempre queden ganas de repetir. Pero podemos prescindir de él aderezando nuestras comidas con todo tipo de especias (chile, curry, comino, pimienta…) y hierbas aromáticas como albahaca, perejil, orégano, eneldo o cualquier otra que tengamos a mano, aportando un toque único y personalizado a nuestros gustos.

Por supuesto, la sal también funciona como potenciador de sabor, pero no conviene abusar de ella; en todo caso, podemos optar por sus versiones más exóticas (como la del Himalaya o las ahumadas) para aportar un toque distinto. Asimismo, añadir un toque de zumo de lima o limón a algunas recetas puede ayudar a mejorarlas, así como el ajo o el jengibre frescos (sobre todo en las orientales).

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Frutas y verduras como colorantes naturales

La repostería de colores se puso de moda hace ya algún tiempo debido a sus irresistibles tonalidades. Pero, además, infinidad de productos utilizan colorantes alimentarios para que resulten más atractivos a la vista y, por tanto, más comerciales. Sin embargo, en lugar de utilizar sus versiones artificiales -más nocivas para la salud- podemos sustituirlos fácilmente por algunas frutas y verduras licuadas de llamativos colores y gran pigmentación, como la remolacha o los arándanos, para teñir de rosa o azul todo tipo de masas sin alterar apenas su sabor. Del mismo modo, conseguiremos un intenso color verde con hojas de espinacas. Por su parte, la cúrcuma o el azafrán se encargarán de aportar el característico color amarillo de muchos guisos y arroces.

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Endulza con plátanos y frutas desecadas

El azúcar es una de las grandes 'plagas' de nuestro tiempo responsable de multitud de dolencias graves como enfermedades cardiovasculares, diabetes u obesidad. En lugar de abusar de ella se puede sustituir fácilmente en recetas de repostería por plátanos o frutas desecadas (como dátiles u orejones) trituradas. Además de aportar su dulzor característico a tartas y bizcochos, resultan una opción mucho más saludable debido a su alto contenido en fibra, vitaminas y minerales.

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Sal, vinagre y limón, conservantes milenarios

A menudo la etiqueta 'sin conservantes' de algunos alimentos constituye todo un reclamo publicitario, pero lo cierto es que el uso indiscriminado de esta sustancia para prolongar su durabilidad y evitar su deterioro puede resultar nocivo para la salud. Sin embargo, algunos productos tan comunes como la sal, el vinagre o el limón, presentes en cualquier hogar, han demostrado ser tradicionalmente los mejores conservantes posibles. Mientras que la primera se lleva utilizando desde hace miles de años para preservar carnes, pescados o, incluso, algunas verduras y hortalizas -las conocidas salazones y salmueras-, los otros dos acidifican el medio y retrasan el crecimiento de bacterias y microorganismos evitando que la comida se estropee (es el caso de los escabeches, vinagretas, ceviches o encurtidos).

Por otra parte, el aceite de oliva también se ha usado desde hace mucho tiempo para conservar algunos alimentos (sobre todo vegetales), siempre que los cubras bien y no entren en contacto con el aire.