Recorrer los lugares de Gran Bretaña en los que transcurrió la vida de Jane Austen siempre es buen plan. Sobre todo este año, que se celebra el 250 aniversario del nacimiento de la escritora. En el valle donde un día estuvo la casa en la que Jane Austen nació, el 16 de diciembre de 1775, hoy se despliega una extensa pradera en la que pastan infinitas ovejas de hocico negro, tan británicas ellas. Una ruta que debe arrancar en Steventon, su pueblo natal, donde comenzamos nuestro periplo.
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EL ENCANTADOR STEVENTON: SUS PRIMEROS PASOS
Fue en el encantador pueblito de Steventon, en pleno condado de Hampshire, donde Jane Austen pasó los primeros 25 años de su vida. Se trata de uno de esos reductos de la campiña británica que desvelan la Inglaterra más rural: aquella en la que los balidos de las ovejas y las campanas de su parroquia conforman los escasos sonidos que alteran la cotidianeidad de sus vecinos. Una parroquia, por cierto, de la que el padre de Jane, George Austen, fue rector, y cuya puerta siempre se mantiene abierta: otro signo más de que este rincón continúa siendo tan genuino como hace 250 años. Los prados y senderos que se reparten por los alrededores del pueblo, que hoy apenas llega a 200 habitantes, son los mismos por los que una joven Austen se recreaba a diario en el noble arte del paseo. Un pasatiempo que, bien es sabido, practicó durante toda su vida.
Jane Austen creció en el seno de una familia de la burguesía rural, alejada de grandes lujos, pero accesible a muchas cosas que otras personas en su lugar no habría podido experimentar. Una de esas oportunidades fue la educación. Con solo seis años, la enviaron junto a su hermana Cassandra, que tenía ocho, a la escuela de la Señora Cawley en Oxford, bajo cuya tutela también estudiaron en Southampton. Una plaga de tifus hizo que ambas cayeran enfermas y tuvieran que regresar a casa, hasta que, más tarde, reanudaron su formación en el Abbey House School de Reading, donde aprendieron escritura, francés, historia, geografía, costura, dibujo, música y danza hasta 1786. Aquel colegio, por cierto, inspiraría a Jane años más tarde para describir la escuela de la Sra. Goddard en Emma, su cuarta novela.
Tras esta primera etapa de formación, Jane y Cassandra regresaron al calor de su hogar, pues era una época en la que las mujeres no solían ampliar mucho más su educación. Allí continuaron estudiando gracias a que su propio padre impartía clases particulares a otros alumnos en casa. Fue precisamente la pasión que este sentía por la literatura un factor determinante en la vida de Jane: con una biblioteca personal compuesta por más de 500 libros, tuvo la oportunidad de alimentar su curiosidad desde temprana edad, dedicando horas y horas a la lectura. Esto influyó, sin duda, en que germinara en ella una devoción por contar historias: no es de extrañar que, con solo 11 años, ya andara plasmando en papel sus primeros poemas y sátiras.
Desde su pequeño balcón hacia el mundo, Jane observó con ojo crítico las vicisitudes y anécdotas que daban chispa a la vida de los demás. Las idas y venidas de los carruajes, los bailes y casamientos, las disputas y problemas familiares se convirtieron en tema de conversación, pero también en un hervidero de ideas para aquellas novelas a las que ya andaba dando forma en su época en Steventon, donde empezó a desarrollar los manuscritos de obras hoy mundialmente conocidas como Sentido y Sensibilidad, Orgullo y Prejuicio o La Abadía de Northanger. Hay quienes dicen que, precisamente por eso —o, mejor dicho, también por eso— Austen nunca llegaría a firmar sus libros, en algunos de los cuales usó, simplemente, el pseudónimo de A Lady. ¿Qué ocurriría si la gente cercana leía sus novelas sabiendo su autoría y descubría que los personajes tenían cierto paralelismo con ellos? Mejor no arriesgar.
Descubrir los acontecimientos que marcaron su vida es entender los cómos y porqués de su prodigiosa carrera literaria, en la que brillan títulos tan aclamados como Orgullo y Prejuicio o Sentido y Sensibilidad.
BATH, FUENTE DE INSPIRACIÓN
Si Steventon fue el lugar que disparó la creatividad de Jane, la ciudad de Bath la consolidó. La esplendorosa ciudad, a la que se trasladó la familia cuando el padre de la escritora se jubiló, vivía su máximo esplendor a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, cuando la alta sociedad georgiana la escogió para pasar en ella los periodos estivales. Allí disfrutaban 'tomando las aguas' en sus ostentosos baños para servirse de sus propiedades curativas, pero también asistiendo a las fiestas que se organizaban en los deslumbrantes salones de baile. En resumen: era el lugar para ver y ser visto, donde las jóvenes casamenteras (y también sus padres) veían la clara oportunidad de encontrar al marido perfecto.
Jane participó de esta vida social y observó todo con esmerado detalle. Cada una de las seis novelas que escribió a lo largo de su vida haría referencia a las calles de Bath, gran fuente de inspiración para sus escenarios y conflictos entre personajes: en Persuasión, por ejemplo, Jane habla del singular conjunto de casas de The Royal Crescent; en La Abadía de Northanger, sitúa la trama en la ciudad. Una urbe que hoy resplandece como entonces, solo que la alta sociedad ha sido sustituida por los miles de turistas que la visitan interesados en su historia y, por supuesto, en la huella de Austen.
En el 40 de Gay Street se halla el Jane Austen´s Centre, una casa georgiana de cinco pisos en la que personas de todas las partes del mundo hacen cola para conocer el legado de la escritora de la mano de actores disfrazados de personajes de sus novelas. Aunque la familia Austen no vivió en esta casa, sí lo hizo, entre 1801 y 1806, en el 13 de Queen Square, el 4 de Sidney Place o el 25 de Gay Street. Durante su estancia en la ciudad, Jane logró vender la primera de sus novelas, La abadía de Northanger –por aquel entonces titulada Susan—, aunque el negocio no tuvo todo el éxito esperado: tras ceder los derechos a la editorial de Richard Crosby & Son por 10 libras, vio como pasaba un año sin que su novela se publicara, así que decidió tomar cartas en el asunto. ¿El resultado? El editor le confesó que no pensaba continuar con el proyecto y le ofreció devolverle los derechos por el mismo precio. Con el esfuerzo que debió suponer para su bolsillo, y la ayuda de uno de sus hermanos, el manuscrito volvió a sus manos.
Pero las desgracias rara vez llegan solas, y solo un año después de aquel duro revés, Jane sufrió la pérdida de su padre. Un trágico hecho que lo cambió todo: en aquella época, una vez fallecido el cabeza de familia, su mujer e hijos no tenían derecho a recibir ningún tipo de pensión, por lo que Jane, Cassandra y su madre se vieron en una situación delicada. Se mudaron entonces a una dirección en un barrio más modesto de Bath, algo que no soportaron durante mucho tiempo. A partir de ese momento, no tendrían más remedio que vivir de la beneficencia y el cuidado de sus hermanos varones, así que hicieron las maletas y partieron a Southampton, donde residía Francis, el quinto hijo. Casado y con 11 hijos, su profesión en la Marina Real Británica –en la que coincidía con otros dos hermanos, de ahí que Jane conociera los detalles de ese mundillo y los plasmara en sus novelas– lo llevaba a pasar largas temporadas fuera de casa, por lo que la compañía de sus hermanas y madre era más que bienvenida. ¿Qué mejor ayuda para sacar adelante a una familia tan numerosa? Otro aspecto que marcaría para siempre el rumbo de su vida. Lo que no imaginaba Jane es que, cuatro años más tarde, en 1809, volverían a cambiar de residencia. Esta vez, para siempre.
Jane Austen siempre procuró mantenerse en el anonimato y falleció con solo 41 años, sin llegar a conocer el inmenso éxito de su obra
LA VIDA EN CHAWTON
El viento sopla suave, pero con suficiente fuerza como para mover la ropa de época que, rememorando tiempos pasados, cuelga tendida en los jardines de Jane Austen’s House. Esta es la casita de ladrillo rojo que, en un cruce de caminos en pleno pueblo de Chawton (Hampshire), alojó durante los últimos ocho años de su vida a Jane, a Cassandra y a su madre. Los autobuses repletos de visitantes –la gran mayoría, norteamericanos–, paran hoy sin cesar en su puerta, atraídos por el fervor literario por la escritora, que ha sabido sobrevivir en plena forma al paso de los siglos.
Puede que visitar este escenario sea la manera más fiel de sentir, de palpar, el universo Austen. Al fin y al cabo, es la única casa, de todas las que realmente habitó la escritora, que se puede visitar hoy en día. Adentrarse en sus terrenos es como viajar atrás en el tiempo, empaparse del ambiente que acompañó a las tres mujeres cuando su hermano Edward decidió hacerse cargo de ellas y cederles esta pequeña propiedad de manera totalmente gratuita. Edward, el tercero de los hijos del matrimonio Austen, había sido adoptado a los 16 años por los Knight, unos familiares lejanos sin descendencia que sí pertenecían a la alta burguesía inglesa. Ellos, en la búsqueda de quién podría merecer heredar todos sus bienes, vieron en el joven, inteligente y apuesto, al hijo que nunca tuvieron. Así fue como Edward acabó heredando la fortuna y las propiedades de sus padres adoptivos.
Recorrer las diferentes estancias de Jane Austen’s House y conocer de primera mano los lugares en los que la escritora dio forma a las versiones finales de la mayoría de sus grandes novelas resulta, cuando menos, emocionante. Hay expuestos retazos del papel pintado de las paredes originales. En la cocina, un pequeño armario conserva los utensilios para elaborar té, la única tarea –junto a preparar el desayuno y cuidar del armario del vino y del café–, que Jane desempeñaba durante los ocho años que pasaron en Chawton: toda la familia era consciente de su potencial creativo, así que era el momento de que lo explotase al máximo y se volcara en escribir.
En una pequeña mesa, en el rincón de uno de los salones, recuperó antiguos manuscritos que empezaron a ver la luz. El primero de ellos fue Elinor y Marianne, que renombró como Sentido y Sensibilidad y fue publicado en 1811. Después retomó el texto de Primeras Impresiones, que rebautizó como Orgullo y Prejuicio, ya en 1813. En 1814 llegó el turno de escribir Emma, al mismo tiempo que se publicaba Mansfield Park. La primera saldría a la luz finalmente en 1816 con un detalle llamativo: la obra estaba dedicada al príncipe regente, Jorge IV. Las novelas empezaban a tener éxito, pero su autoría seguía siendo desconocida por el gran público. Solo unos cuantos –entre ellos, el propio Príncipe de Gales– sabían la verdad. De manera póstuma, eso sí, serían publicadas otras dos novelas: La abadía de Northanger y Persuasión, ambas en 1818.
Leer sus novelas muestra que, si en algo fue transgresora Austen –además de en la temática que abordaba en sus escritos, centrada en los aspectos más cotidianos de la vida–, fue en el uso magistral de una novedosa técnica literaria: el estilo indirecto libre. Gracias a este, era capaz de fusionar la tercera persona del narrador con la propia voz del personaje, logrando mantener a sus lectores en una cercanía emocional con los protagonistas mucho más subjetiva, como si estuviera en sus propias mentes.
A apenas 500 metros de la casa de campo donde Jace daba rienda suelta a toda esa creatividad, allí, donde Chawton prácticamente llega a su fin, se halla Chawton House, la inmensa residencia en la que vivía su hermano Edward. Una enorme casa repleta de salones y estancias, de biblioteca y extensos jardines por los que la escritora daba plácidos paseos, como a ella le gustaba. Hoy, en la pequeña capilla exterior, se puede contemplar la lápida que honra la memoria de Cassandra y de su madre, pues fueron enterradas aquí. Una hermosa estatua homenajea también a Jane Austen, haciendo que se sienta eterna, como sus libros, incluso más de 200 años después de su muerte.
LA RUTA DEFINITIVA (Y MÁS PRÁCTICA) PARA CONOCER A JANE AUSTEN
Como hemos comentado, cualquier ruta debe arrancar en Steventon, su pueblo natal, aunque nos conformaremos con contemplar sus paisajes. En Chawton hay que visitar Jane Austen’s House (janeaustens.house), la casa donde Jane disfrutó los últimos ocho años de su vida, con exposiciones temáticas, días de teatro y cine. Un té en Cassandra’s Cup (cassandrascup.co.uk), antes de caminar hasta la majestuosa Chawton House (chawtonhouse.org), pondrá la guinda al pastel antes de seguir hasta Reading (visit-reading.com), donde por primera vez en la historia se permiten las visitas al aula del colegio en el que Austen y Cassandra estudiaron. Lacock (visitwiltshire.co.uk), en los Cotswolds, sirvió de escenario a muchas de las películas inspiradas en las novelas de la autora.
Las visitas temáticas de Strictly Jane Austen (strictlyjaneausten.com) –con guías caracterizados de la época– muestran Bath tras los pasos de la escritora: no hay que dejar de visitar el Jane Austen’s Centre (janeausten.co.uk), la glamurosa Royal Crescent, o tomar el afternoon tea en el Gainsborough Hotel (thegainsboroughhotel.co.uk).
A pesar de que el amor de los hombres que con tanto entusiasmo describía Jane en sus obras no existió en su propia vida, supo disfrutar de todo cuanto tuvieron y le brindó el destino... hasta que una enfermedad cambió el rumbo de su historia. En 1816, Jane comenzó a sentirse mal, y a lo largo de los meses siguiente, los intensos dolores y las fiebres la obligaron a guardar cama. En mayo de 1817 dejó Chawton para trasladarse a Winchester junto a Cassandra, con el fin de estar más cerca de su médico, el Dr. Lyford. A pesar de los esfuerzos, poco se pudo hacer por ella; Jane Austen empeoró y falleció a primera hora del 18 de julio de 1817, a la edad de 41 años. Aún hoy se desconoce claramente qué enfermedad sufría. Winchester cuenta con rutas centradas en su vida que incluyen parada en P&G Wells Bookshop (pgwells.co.uk), la librería más antigua de Inglaterra y frecuentada por Jane, el 8 de College Street, donde vivió sus últimos días, y la catedral de Winchester, donde fue enterrada.
El cortejo fúnebre que la trasladó desde el 8 de College Street, donde vivió sus últimas semanas, hasta la catedral de Winchester, estuvo formado únicamente por cuatro hombres: sus hermanos Henry, Edward y Frank, y su sobrino James Edward. Cassandra y su madre no pudieron acompañarla en ese último adiós, ya que las mujeres no tenían permitido asistir a los funerales. Las últimas palabras que le dedicó Cassandra fueron hermosas: «El sol de mi vida, el dorado de todos los placeres, la calma de todos mis dolores, jamás le oculté ni un solo pensamiento». Hoy, un ramo de flores frescas se coloca a diario sobre la lápida, como tributo a una mujer, sin duda, adelantada a su tiempo: Jane Austen, una de las figuras más aplaudidas de la literatura universal.
