Galicia presume de una costa diversa y espectacular, donde cada playa tiene su propio carácter y encanto. Desde arenales inmensos y solitarios, hasta calas protegidas por pinares y acantilados, esta colección es el reflejo de un territorio rico en belleza natural e historia. Perfectas para quienes buscan desconectar, disfrutar del mar, pasear, surfear, contemplar puestas de sol memorables y sentir la energía del océano Atlántico.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 5 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 5 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.

PLAYA OS CASTROS-ILLA, LUGO
Puede que no sea tan conocida como la playa de Las Catedrales, pero Os Castros-Illa, en la Mariña lucense y muy cerca de ella, guarda un encanto propio. Aquí, el paisaje cambia según el vaivén de las mareas, transformando la playa en cada momento del día. Para bajar al arenal, puedes hacerlo por una rampa con escaleras talladas entre las rocas o a través de una gruta natural que parece sacada de un cuento. Cuando la marea está baja, la playa se convierte en una superficie lisa y compacta, perfecta para pasear descalzo, bañarse en las pozas que se forman entre las piedras o simplemente quedarse a admirar los acantilados que la rodean.
PLAYA DE AREA LONGA O CASTRO DE BAROÑA, A CORUÑA
Custodiada por la sierra de Barbanza, esta playa es mucho más que un lugar donde darse un baño: es una auténtica lección de historia al aire libre. En un promontorio junto al mar, muy cerca del arenal, se encuentra uno de los yacimientos castrenses litorales más impresionantes de Galicia: el castro de Baroña. Para llegar, hay que dejar el coche cerca de la carretera y caminar unos 300 metros por un sendero que atraviesa el bosque. El trayecto es corto, pero la recompensa es grande. La playa aparece de repente, salvaje y abierta al océano, en un entorno completamente virgen y con vistas directas al antiguo asentamiento celta. Aquí no hay chiringuitos, ni duchas, ni urbanizaciones. Solo arena, rocas, mar y silencio. Un lugar perfecto para viajar al pasado.
PLAYA DE RODAS, PONTEVEDRA
A las Cíes las llamaban los romanos "las islas de los dioses", y no les faltaba razón. Este pequeño paraíso frente a la costa de Vigo está formado por tres islas: San Martiño, O Faro y Monteagudo. Las dos últimas están unidas por una lengua de arena que se ha hecho famosa en todo el mundo: la playa de Rodas, considerada por el periódico The Guardian como la mejor del planeta. ¿El secreto? Un paisaje que parece sacado del Caribe: aguas cristalinas de color esmeralda, arena blanca y fina, y un espeso manto de pinos verdes que lo envuelve todo. Las Cíes son parte del Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas, y una visita aquí es como entrar en otro mundo, donde la naturaleza es la auténtica protagonista.
PLAYA DE MELIDE, PONTEVEDRA
En el punto más cercano del continente a las Islas Cíes –a tan solo 2,5 kilómetros– se encuentra el cabo Home, en el extremo más occidental de la península del Morrazo. Allí, en pleno espacio protegido, espera un rincón muy especial: la playa de Melide. Para llegar hay que caminar un rato por un sendero de tierra que recorre la espectacular costa de la Vela. El paseo ya merece la pena, pero lo mejor está al final. Entre los cabos de Punta Subrido y Punta Robaleira, se abre el pequeño arenal, de unos 250 metros de largo y 40 de ancho, rodeado de un gran pinar y con tres faros como guardianes del paisaje. Melide es tranquila, salvaje y sin construcciones. Ideal para pasar el día lejos del bullicio y, sobre todo, para quedarse a ver cómo el sol se pone justo detrás del archipiélago de las Islas Atlánticas.
O FUCIÑO DO PORCO, LUGO
La punta Socastro es un saliente de tierra que se adentra en el Cantábrico desde la localidad de O Vicedo, marcando el extremo oeste de la ría de Viveiro, en plena Mariña lucense. Pero casi nadie la llama así. Todo el mundo la conoce como O Fuciño do Porco, que en gallego significa “hocico de cerdo”, por la curiosa forma que dibuja la costa desde el aire. Hasta allí se llega por una espectacular pasarela de madera que serpentea sobre los acantilados, larga, estrecha y con vistas que dejan sin palabras. Al final del recorrido, espera un mirador natural con una panorámica impresionante sobre la playa de Pereira y el mar abierto.
PLAYA DE CAIÓN, A CORUÑA
En el concello coruñés de Laracha, la villa marinera de Caión guarda un secreto que cada vez conquista a más visitantes: una playa espectacular, rodeada de naturaleza y abierta al Atlántico. También conocida como Caracoleiro, esta playa combina lo mejor de la costa gallega: arena blanca y fina, buen espacio para pasear… y un oleaje potente para quienes practican surf. Cuando baja la marea, queda unida a la playa de Carce Vella, formando un arenal aún más amplio. Muy cerca se encuentra además el espacio natural de Baldaio, un paraíso de marismas y dunas que merece una visita aparte. Caión es perfecta si buscas mar abierto, paisajes sin artificios y pueblos marineros.
LAS CATEDRALES, LUGO
La Mariña lucense tiene en esta playa entre Ribadeo y Foz su mejor imagen. A lo largo de los siglos, la erosión marina y el viento han modelado a su antojo este monumento natural dando forma a pequeños acantilados y playas de arena intercaladas entre promontorios e islotes. Una auténtica catedral de piedra al borde del mar que disfrutaremos pasando bajo sus grutas, pasadizos y arcos o desde el acantilado, porque cuando sube la marea, la arena desparece.
PLAYAS DE CEDEIRA, A CORUÑA
Cedeira tiene su propia colección de playas, cada una con su encanto particular, pero la principal es la tranquila de la Magdalena, justo en el corazón de la villa, perfecta para pasear o pasar el día sin complicaciones. Muy cerca, junto al muelle pesquero, está Arealonga, protegida del viento y con ambiente más recogido. Quienes buscan rincones menos accesibles eligen la playa de Sonreiras, algo más escondida. Y si lo que apetece es madrugar y tener el mar para uno solo, la cala de Miseñora, situada en la punta de la Robaleira, es ideal a primera hora. El recorrido termina en las Cerdeiras, un conjunto de pequeñas calas de arena esponjosa y salpicadas de piedras, justo en la desembocadura del río das Mestas, donde se encuentran los municipios de Cedeira y Valdoviño.
LA LANZADA, PONTEVEDRA
Para llegar a la península de O Grove hay que cruzar una de las playas más emblemáticas de las Rías Baixas: A Lanzada. Este impresionante arenal de 2,5 kilómetros, rodeado de dunas y mar abierto, es todo un símbolo para los pontevedreses, especialmente para quienes aman el surf y los largos paseos junto al océano. Forma parte del complejo intermareal Umia-O Grove, uno de los mejores lugares de Galicia para observar aves, sobre todo en invierno, cuando las migratorias llegan a descansar entre las marismas. Y al final del arenal, casi escondida entre el viento y la arena, espera la ermita románica de Nosa Señora da Lanzada, vigilando la costa desde hace siglos.
PLAYA DE AREIA MAIOR, A CORUÑA
Siguiendo la ría de Muros-Noia de norte a sur, el primer arenal que aparece es el de Ancoradoiro, una playa preciosa de un kilómetro que arranca en el faro de Lariño y se extiende hasta rozar otro paraíso: Areia Maior. En esta playa de Louro desemboca el río Negro, y no es raro ver a surfistas entrando al agua, ya que sus olas están entre las mejores de Galicia. Pero Areia Maior no es solo mar: detrás del arenal se levantan las dunas, la laguna de Xelfas y, presidiendo el paisaje, el mítico monte Louro. Un conjunto salvaje, fotogénico y lleno de fuerza, que se ha convertido en símbolo del turismo gallego.
PLAYA AMÉRICA, PONTEVEDRA
Alrededor de 1,5 kilómetros de arena tiene la playa más grande del sur de Galicia, que está en el municipio de Nigrán y es también uno de los mejores escaparates arenosos de las Rías Baixas. Flanqueada por el monte Lourido, esta playa urbana está unida a otras dos con nombre propio: Paxón y, separada por la península de Monteferro, Patos, paraíso del surf. Un paseo marítimo la recorre y una pasarela de madera preserva su ecosistema dunar. Enfrente se ve el castillo de Monreal de Baiona. Y a sus espaldas, al otro lado de la carretera, una casa construida por el gran arquitecto gallego Antonio Palacios, autor de algunos de los edificios más emblemáticos de Madrid y también del cercano Templo Votivo del Mar, situado en Panxón.
PLAYA DE CARNOTA, A CORUÑA
Con sus ocho kilómetros de longitud, la playa de Carnota tiene el honor de ser el arenal más largo de toda Galicia. Abierta al océano y rodeada de naturaleza, es el lugar perfecto para perderse, pasear sin rumbo y dejarse llevar por el sonido del mar. Además de su tamaño, destaca por su gran valor ecológico: en su sistema de marismas y dunas habita una gran variedad de aves migratorias, lo que convierte este entorno en un paraíso para los amantes de la naturaleza. Y cuando cae la tarde, desde su arena se disfrutan algunas de las puestas de sol más espectaculares de la costa gallega.
PLAYA DE AREA, LUGO
Viveiro, una de las villas más importantes de la Mariña lucense, conserva un valioso patrimonio histórico... pero también un entorno natural envidiable. Entre sus tesoros está la playa de Area, de arena blanca, aguas cristalinas y oleaje suave, perfecta para relajarse o practicar deportes náuticos. Se encuentra muy cerca de la ladera del monte Faro, en un paisaje de gran belleza. El arenal es rectilíneo, con dunas y, en uno de sus extremos, se alza la isla de Area, un pequeño refugio natural para las aves marinas. Además del mar y la arena, en las inmediaciones se pueden visitar los restos de la villa romana de Estabañón y de la medieval Arenas, que fue tragada por el mar. Un lugar donde la historia y la naturaleza se dan la mano frente al Atlántico.
PLAYA DE SIEIRA, A CORUÑA
El río Sieira da nombre a este precioso arenal, en el que desemboca tras recorrer la parroquia de Xuño. Rodeada por un sistema dunar protegido –como muchos otros en Porto do Son, parte de la Red Natura 2000–, esta playa es un pequeño paraíso natural. A su espalda, el pinar da Coviña ofrece sombra, aire fresco y un merendero público ideal para comer o simplemente descansar tras un día de playa. Además, por aquí pasa la Ruta das Furnas, un sendero que recorre la belleza salvaje de esta costa. Parte del camino va por pasarelas de madera, pero también atraviesa aldeas y se acerca a un puente medieval lleno de historia. Las olas fuertes la convierten en un lugar de referencia para surfistas experimentados, y sus atardeceres son de los que se graban en la memoria.