Érase una vez… una ruta de cuento por Alemania 

El río Neckar, que nace en la Selva Negra, baña en su camino hacia el Rin ciudades con tanto encanto como Heidelberg o Esslingen. Entre ambas, un recorrido en coche por el estado federado de Baden-Wurtenberg va descubriendo castillos espectaculares, monasterios Patrimonio de la Humanidad y elegantes palacios donde uno se quedaría a vivir como un príncipe.  

por ESPERANZA MORENO
Palacio de Ludwigsburg, Alemania

En Heildelberg, situada a 80 kilómetros del aeropuerto de Frankfurt (50’ en tren o 55’ en coche), da comienzo esta ruta. Una bella ciudad que tiene su mejor imagen desde el monumental puente Theodor-Heuss o el inspirador sendero de los Filósofos, con su rojiza fortaleza en lo alto y el casco antiguo a sus pies. En una impresionante ubicación, la ladera del monte Königstuhl, está el que fuera durante casi cinco siglos residencia de los príncipes del Palatinado, todo un arquetipo del romanticismo alemán. Desde abajo no se aprecia, pero el castillo es una ruina (eso sí, la más bonita de Alemania), y con mucho que ver.  

Un largo rato pasaremos entretenidos contemplando las fachadas de los distintos palacios que se abren a su patio central, asomándonos a sus terrazas, paseando por sus jardines, visitando el museo alemán de la farmacia o en la bodega, que guarda la barrica más grande del mundo. Tres veces al año, el castillo de Heidelberg se ilumina de noche en verano con fuegos artificiales recordando las tres veces que fue incendiado. 

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HEIDELBERG, UNA CIUDAD ANTIGUA... Y JUVENIL 

Al descender del monte, el casco antiguo requiere también su tiempo. Porque hay que sentarse en las terrazas de la principal Markplazt, a la sombra de la imponente iglesia del Espíritu Santo, descubrir las tiendas de la comercial Haupstrasse, pasear por el barrio de los Jesuitas o por las orillas del Neckar, entrar en los bares de la Unterestrasse o hacernos una foto en las bonitas plazas Kornmarkt y Karlsplatz. Todo al ritmo de los jóvenes que llenan de alegría y vida esta ciudad antigua pero juvenil que tiene el honor de acoger la universidad más antigua de Alemania (1386). Y eso siempre es una inyección de vitalidad. 

EL PALACIO DE VERANO DE LOS PRÍNCIPES ALEMANES 

A diez minutos de Heidelberg está la siguiente parada, el palacio de Schwetzingen, el que fuera residencia de verano de los príncipes germanos (el de invierno era el de Malheim, que queda a 15 kilómetros). Barroco, teatral y de inspiración francesa, sus infinitos jardines fueron creados para competir con los de Versalles. En ellos hay lagos, una mezquita, un teatro rococó, templos dedicados a dioses mitológicos, ruinas romanas… Aquí nació la música clásica alemana, también el primer rey de Baviera, y por aquí pasaron Casanova, Mozart, Voltaire…  

MAULBRONN, PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD 

El complejo monástico de Maulbronn queda más al sur, a 60 kilómetros. Fundado por los monjes cistercienses hace 800 años y en la lista de la Unesco, más que un monasterio es un pequeño pueblo medieval protegido por una muralla en el que sigue viva la vida monacal, pero además ejerce como centro de la vida local. Aquí está la iglesia, el ayuntamiento, las oficinas de la policía, algunos comercios y restaurantes y en su plaza central, lo mismo se celebra una fiesta medieval o de oficios antiguos que un encantador mercadillo navideño. 

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BRETTEN Y SUS CASAS CON ENTRAMADOS DE MADERA 

A pocos kilómetros y entre viñedos queda Bretten, una pequeña gran ciudad con un encantador casco antiguo en torno a la plaza del Mercado, en el que sobresalen bonitas casas con entramados de madera y la que llaman la Pisa de Bretten, por esos 12 centímetros de inclinación que recuerdan a la torre italiana. 

LUDWIGSBURG, EL VERSALLES ALEMÁN 

De nuevo al volante ponemos rumbo al que es uno de los mayores y más impresionantes palacios barrocos de Europa, el de Ludwigsburg, residencia de los duques de Wurtemberg. El interior de este Versalles alemán es abrumador, con una galería barroca, un museo de la moda y otro de la porcelana, un teatro del siglo XVIII, el Kinderreich, donde los niños pueden disfrazarse y conocer la vida en la corte del duque... Pero también la finca en la que se emplaza, con dos palacios más, Favorite y Monrepos, y 30 hectáreas de jardines de ensueño: el del Barroco en Flor y el singular Jardín de los Cuentos. Los jardines del palacio de Ludwigsburg también acogen un festival de castillos de arena en agosto y el Festival Europeo de las Calabazas, en otoño. 

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STUTTGART, LA CAPITAL DEL ESTADO 

Casi sin darnos cuenta llegamos a Stuttgart, una gran ciudad que alardea de calidad de vida, espacios verdes, ambiente, de la comercial Königstrasse y de su rincón más concurrido, la plaza del Palacio, que enmarca el Neues Schloss (castillo nuevo), otra de las residencias de los duques de Wurtemberg –hoy sede de diferentes ministerios–, y, al lado, en la bonita Schillerplatz, el Altes Schloss (el castillo antiguo), que ahora es museo. 

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PALACIO DE SOLITUDE 

El último de los palacios que añadir a la ruta es el de Solitude, a las afueras de Stuttgart, que el duque Carl Eugen, amante de la diversión y la buena vida, hizo construir como un pequeño pabellón de caza de estilo rococó y al que hoy muchos escapan para improvisar un pícnic con vistas en las praderas que lo rodean. 

ESSLINGEN, UN PUEBLO DE CUENTO 

Una corta excursión desde Sttutgart lleva a Esslingen, un pueblo medieval de cuento rodeado de viñedos que no tiene palacios, pero sí un castillo en lo alto de una colina, una iglesia con dos torres unidas por una pasarela, torres medievales en las que hacen equilibrios funambulistas y, sobre todo, las casas con entramado de madera más antiguas de Alemania. Con cava, de la bodega Kessler, también la más antigua de espumoso, uno se despide feliz del Neckar y de esta monumental ruta monumental por el suroeste del país. 

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PARA DESCANSAR EN LA RUTA 

Una experiencia es dormir en el hotel Ritter, que ocupa la considerada casa más bonita de Heidelberg, de 1592. Y también cómodo, el Crown Plaza City Centre (crowneplaza.com), con buenas instalaciones y perfecto para llegar andando al casco antiguo. En un edificio tradicional con entramados de madera de la histórica plaza del Mercado de Bretten está el hotel familiar Krone (krone-bretten.de) y en una inmensa finca de Ludwigsburg con lago, castillo, viñedos y campo de golf, el moderno Schlosshotel Monrepos (schlosshotel-monrepos.de). Un gran hotel en Stuttgart es el hotel Maritim (maritim.com), en el centro de la ciudad, con todas las comodidades, incluida una zona de bienestar con piscina climatizada. 

CERVEZA ALEMANA, POR SUPUESTO 

En cada una de las paradas de la ruta, la oferta gastronómica basada en los productos de la región es amplia. Cervezas artesanales y platos tan sabrosos como el lechón asado en Heildelberg Kulturbrauerei (heidelberger-kulturbrauerei.de), una antigua fábrica cervecera con jardín. Junto al palacio de Schwetzingen está la cerveceria Brauhaus zum Ritter (brauhaus-zum-ritter.de). En Bretten, buena elección es Lamm (lammbretten.de) y en Ludwigsburg, el restaurante del Schlosshotel Monrepo (schlosshotel-monrepos.de/de.gutsschenke). Dos opciones muy distintas, una tradicional y otra a la última en Stuttgart son la cervecería Carls Brauhaus (carls-brauhaus.de), en la misma plaza del Palacio, y el restaurante Cube (cube-restaurant.de/en/cube/), en el edificio de cristal que acoge el Kunstmuseum. En Esslingen, se acierta si se come en Kielmeyer’s Besen (kielmeyersbesen.de) o en Posthöernle (posthoernle.de). 

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