La casa principesca de Liechtenstein vive este viernes su día nacional con dos bodas a las puertas que llegan después del nacimiento del primer hijo del príncipe Josef Emanuel y su mujer Claudia Echevarría. En este pequeño país del que apenas se habla ocurren muchas cosas y si pestañeas te las pierdes. En una familia real tan rica como discreta, nada se anuncia a bombo y platillo. No aspiran a abrir titulares, ni a ser los príncipes más conocidos ni los más populares de Europa, les basta con preservar un sistema tan peculiar como conservador que les ha funcionado desde hace 300 años hasta ahora.
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Como muestra de su hermetismo, la llegada al mundo de Nikolaus, el hijo de los príncipes Josef Emanuel y Claudia resultó del todo inesperada ya que llevaron el embarazo en la más estricta intimidad. No es la primera vez que grandes acontecimientos familiares se hacen públicos casi por sorpresa, encontrándonos sin apenas preaviso con bodas reales llenas de invitados de casas reinantes, porque la de Liechtenstein está estrechamente ligada a otras casas como la luxemburguesa o la belga, entre otras. Precisamente ahora, en la cuenta atrás del enlace de la princesa María Carolina, nieta del soberano, con el venezolano Leopoldo Maduro Vollmer que tendrá lugar el 30 de agosto, casi pasa desaparcibido que otra princesa se prepara para el 'sí, quiero' sin apenas hacer ruido. Es Leopoldina de Liechtenstein, quien a finales de mayo hizo su primera aparición oficial con su prometido, Bruno Walter Pedrosa Joao, durante el 80 cumpleaños del duque de Braganza, cuyas imágenes pudieron verse en exclusiva en ¡HOLA!
Esta falta de transparencia o de interés por la publicidad, que se traslada también (y especialmente) al ámbito financiero, encaja a la perfección con la cultura de un país que con 40.000 habitantes tiene el segundo PIB per cápita más alto del mundo, detrás de Mónaco. Es, además, uno de los aspectos que hacen que esta monarquía sea única en Europa.
Monarquía casi absoluta por decisión popular
Si pueden permitirse el secretismo imperante es también porque la rendición de cuentas no forma parte de su ADN. La Constitución de Liechetenstein otorga al Príncipe poderes ejecutivos, legislativos y judiciales casi absolutos. Es el soberano de Europa con más competencias y no parece que la tendencia vaya a cambiar teniendo en cuenta que en 2003 un referéndum reforzó aún más estos poderes. Esta situación es posible en un país que toma su nombre de la dinastía reinante, algo insólito en el mundo.
El Príncipe es desde 1989 Hans Adam II, pero la regencia la ostenta su hijo Alois, que es quien se encarga de la política diaria en representación de su padre. Se trata de una decisión del jefe del Estado, de 80 años, para facilitar la futura sucesión. En una monarquía con tantas atribuciones no son pocas las tareas, como vetar o promulgar leyes, nombrar a los jueces, nombrar o destituir al Gobierno y hasta disolver el Parlamento si fuese necesario. Eso sí, hay un botón rojo. Los ciudadanos pueden solicitar una moción de censura al Príncipe lo que le obliga a convocar un referéndum de confianza como sucedió en 2003.
Alois es el mayor de los cuatro hijos que el Príncipe tuvo con Marie de Liechtenstein, fallecida en 2021. Le sigue Maximilian, Constantin, que falleció inesperadamente a los 51 años en diciembre de 2023, y Tatiana. En su caso, el azar ha querido que su única hija quede bastante lejos en la línea sucesoria, pero de haber sido la primogénita en ningún caso hubiese podido reinar. Estamos ante el único país de Europa donde se aplica la ley sálica desde 1606.
El complejo equilibrio entre tradición y modernidad
Este conservadurismo en una de las familias nobiliarias más antiguas de Europa, cuyo linaje que se remonta a la época medieval, convive con el ejercicio del poder en su versión más actual. Con residencia en el imponente castillo medieval de Vaduz, con 130 habitaciones y emblema del país, el Príncipe lidera un auténtico conglomerado empresarial que incluye un banco privado, viñedos históricos en Liechtenstein y Austria, y numerosas propiedades inmobiliarias, como dos palacios en Viena y grandes propiedades agrícolas y forestales. Además, la casa principesca posee una de las colecciones de arte más importantes de Europa. Con todo, es el soberano más rico de Europa con una fortuna que se estima en unos 10.000 millones de euros.
A pesar de la riqueza, la élite y el hermetismo, no hablamos de una familia real ensimismada en lo alto de su castillo. En otro curioso equilibrio, el Príncipe y su familia mantienen una actitud de sorprendente cercanía con los ciudadanos de Liechtenstein. Es habitual ver a Hans Adam II y a sus hijos de paseo por Vaduz, tomando algo en sus restaurantes o visitando sus galerías de arte. Pese a las singularidades de esta monarquía, hasta la fecha, la mayoría de la población respalda este sistema. En su Día Nacional, que se celebra este viernes, se espera que príncipes y ciudadanos se den cita en las calles entre banderas, música tradicional y fuegos artificiales.
La siguiente cita de los liechtensteinianos con su familia principesca será el próximo 30 de agosto cuando se case la princesa Maria Carolina, hija del príncipe Alois. El enlace paralizará Vaduz y dado el tamaño de la ciudad, será imposible no toparse con la celebración que comenzará a las 11 de la mañana en la Catedral de San Florín, para después dirigirse a la gran recepción en el castillo. Aunque la ceremonia, como es lógico, está reservada para la familia y los invitados "los novios y la familia agradecerá la presencia de todas aquellas personas que deseen acompañar la entrada y la salida solemne ante la iglesia”, reza el comunicado con el que en este caso han roto su habitual silencio.