Crianza

Sol Carmona, educadora en disciplina positiva: “Cuando un niño tiene algo dentro que le pesa, lo que necesita es un adulto disponible que le acompañe”


La experta explica cómo ganarse la confianza de los hijos para poder ayudarlos cuando verdaderamente lo necesiten


Soledad Carmona, fundadora del proyecto Infancia Respetuosa© Soledad Carmona
27 de noviembre de 2025 - 7:00 CET

Estar seguros de que nuestros hijos nos van a contar cualquier preocupación que tengan, por pequeña o grande que sea, es uno de los mayores logros que, como padre o madre, se pueden alcanzar. Esa confianza por parte de los niños será un potente escudo que los protegerá en multitud de situaciones.

Para ti que te gusta

Lee 5 contenidos gratis al mes con
solo registrarte

Navega de forma ilimitada con nuestra
oferta de Black Friday: 1 año
+ smartwatch valorado en 129€ por 29€

Este contenido es solo para suscriptores

Navega de forma ilimitada con nuestra
oferta de Black Friday: 1 año
+ smartwatch valorado en 129€ por 29€

TIENES ACCESO A 5 CONTENIDOS DE CADA MES POR ESTAR REGISTRADO.

Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.

Sobre ello hemos hablado con Soledad Carmona, educadora en disciplina positiva, divulgadora en crianza consciente y fundadora del proyecto Infancia Respetuosa, que acaba de publicar El secreto de Nora (Ed. Literatura con alma). Se trata de un cuento con el que los niños “van a aprender que hablar libera, que pedir ayuda es necesario y que siempre habrá alguien cerca dispuesto a escucharles y a protegerles”, según la propia autora, que nos explica en esta entrevista cómo ganarnos la confianza de los hijos para que estos se sientan seguros cuando necesiten contarnos algo.

Para que un niño pueda contar un secreto que no le hace bien, lo más importante es la relación de confianza que construimos con él cada día.

Soledad Carmona, educadora en disciplina positiva

Los secretos llaman mucho la atención a los niños e incluso se sienten importantes cuando un amigo les cuenta uno. ¿Cómo ayudarles a distinguir entre un secreto “bueno” y otro que no lo es?

Tenemos que entender que todos los niños guardan secretos, y precisamente por eso, y sabiendo que todos los secretos no son buenos, ahí es donde los adultos tenemos un papel fundamental. Y la clave no está en meterles miedo, sino en que ellos puedan tener un criterio sencillo para poder distinguirlos.

Es esencial enseñarles a distinguir lo que es un secreto positivo de uno negativo y, sobre todo, cómo les hace sentir. Por eso es tan importante que, desde bien pequeños, enseñemos a nuestros niños a identificar y a gestionar sus emociones, porque es vital que ellos entiendan cómo se sienten.

Un secreto positivo te hace estar alegre, tenemos ganas de contarlo y no te aísla. Cuando hablamos de secretos negativos, hablamos de secretos que nos hacen sentir incómodos, confundidos, que pueden asustarnos, darnos miedo o incluso vergüenza. Ese tipo de secretos no se pueden guardar bajo ningún concepto, y nuestros hijos tienen que tener muy claro que, si alguna vez sienten algo así, deben contárselo a un adulto de confianza.

¿Por qué es necesario hablar a los niños, desde pequeños, de lo que es y lo que implican los secretos?

Los principales problemas y situaciones vulnerables para la infancia se hacen fuertes con el silencio. Problemas como el acoso escolar o el abuso sexual crecen cuando no son contados. Y aunque esto sea algo que nos resulte incómodo, es muy importante que eduquemos a nuestros hijos con esa prevención. Y no solo pensando en problemas graves, sino también en situaciones cotidianas de su día a día.

Es necesario hablar con los niños, desde pequeños, de lo que son y de lo que implican los secretos. Porque cuando un niño entiende lo que es y entiende lo que siente, está más protegido. Y no se trata de asustarles, sino de darles recursos útiles y sencillos para que sepan qué hacer y cómo actuar si esto ocurre. “Si algo te hace sentir mal, debes contarlo. Estaré aquí siempre”. 

Porque un niño que sabe identificar lo que siente y confía en sus padres es un niño mucho más seguro.

En tu libro, Nora se da cuenta de que debe contar el secreto tras una visita de Eva a su clase. ¿Cómo pueden los padres ayudar a los niños a que cuenten un secreto que no les hace bien?

Para que un niño pueda contar un secreto que no le hace bien, lo más importante es la relación de confianza que construimos con él cada día. A veces pensamos que los niños no cuentan las cosas porque no saben cómo… pero muchas veces es porque tienen miedo a decepcionarnos, miedo a nuestras reacciones o a que les regañemos. Por eso es tan necesario que el vínculo sea fuerte.

Los niños tienen confianza cuando sienten que el adulto está disponible, que está presente. Cuando saben que pueden acercarse sin temor y que lo que digan lo acogeremos desde la tranquilidad. Esa seguridad no se construye en un solo día; se construye en lo cotidiano, en cómo les miramos, en cómo les hablamos, en cómo reaccionamos frente a sus errores o emociones.

Por eso es tan importante conectar con ellos: hablar, preguntar, mostrar interés por su mundo, por lo que sienten, por lo que les preocupa. Decirles con palabras y con hechos: “Estoy aquí para ti. Puedes contarme cualquier cosa. Nada de lo que digas va a cambiar el amor que siento por ti”.

Cuando un niño tiene ese espacio de confianza y presencia adulta, le es mucho más fácil compartir aquello que le pesa. Porque entiende que no está solo, que no va a ser juzgado y que será acompañado. Y esa es la base para que pueda pedir ayuda cuando algo no le hace bien.

© Literatura con alma

¿Por qué a veces ocurre que niños que siempre han tenido confianza con sus padres, de repente, les ocurre algo que les hace sentir mal y no son capaces de contárselo?

 A veces pensamos que, porque un niño ha tenido siempre confianza con nosotros, nos va a contar absolutamente todo. Pero puede ocurrir que, cuando algo les hace sentir mal, no sepan cómo decirlo, porque pesa demasiado para ellos. Además, cuando un niño guarda un secreto que le duele, normalmente hay alguien que le ha dicho que debe guardarlo, que “no puede contarlo a nadie”, que “es un secreto entre los dos”. Y eso, para un niño, tiene muchísimo peso.

Y ahí es donde realmente entendemos la importancia de la prevención. No podemos esperar a que ocurra algo para explicarles qué hacer. Hay que educarles desde pequeños en esa gestión emocional que les permita reconocer cómo se sienten, distinguir entre un secreto que les hace bien y uno que les hace daño, y tener claro que su bienestar está siempre por encima de cualquier secreto.

¿Cómo darnos cuenta, como padres, de que a un niño le ocurre algo que le hace daño si no lo cuenta?

Los niños nos hablan constantemente a través de su comportamiento. Si somos capaces de entender qué hay detrás de lo que vemos, podremos ayudarles. Cuando a un niño le ocurre algo, lo más habitual es que veamos cambios: cambios en su estado de ánimo (más irritables, más apagados o más sensibles), cambios en sus costumbres (ya no les apetece hacer algo que antes disfrutaban o evitan situaciones o personas concretas).

También pueden aparecer retrocesos: no querer dormir solos o volver a hacerse pipí. También puede haber cambios en el sueño y en la alimentación: dificultades para dormir, tener pesadillas, despertares más frecuentes o menos apetito.

Un niño que sabe identificar lo que siente y confía en sus padres es un niño mucho más seguro.

Soledad Carmona, educadora en disciplina positiva

Los niños siempre hablan así. Si observamos esos cambios, será más fácil detectar que algo no va bien. Y lo más importante es no quedarnos solo en interpretarlo como “mal comportamiento”; podemos estar perdiéndonos a un pequeño que necesita ayuda. Por eso, si observamos cambios en su conducta, debemos verlo como un mensaje: “Necesito ayuda, no sé cómo decírtelo.”

¿De qué manera hablar con los niños de esos silencios que pesan?

No podemos tener miedo a hablar con nuestros hijos. El silencio nunca les protege; nuestra presencia, sí. Cuando un niño tiene algo dentro que le pesa, lo que necesita es un adulto disponible que le acompañe. Es importante hablar con ellos de manera habitual y hacerles saber que estamos ahí.

Escucharles con calma, validar sus emociones, poner nombre a lo que sienten y evitar frases que minimizan o invalidan (“no es para tanto”, “no exageres”, “no deberías enfadarte”, “siempre te pones igual”) es fundamental. Porque cuando hacemos eso, sin querer lo que hacemos es cerrar puertas. Les enseñamos a no aceptar lo que están sintiendo. Y lo que necesitan, simplemente, es que estemos a su lado y que mostremos un interés real por su mundo emocional y por sus preocupaciones.

Y, por supuesto, algo realmente importante: si en algún momento nuestros hijos nos cuentan algo serio o difícil, aunque nos cueste procesarlo, tenemos que creerles. Tenemos que apoyarles. Es esencial que sientan que nos tienen ahí y que pueden confiar en nosotros.

¿Cómo ayudarles a entender lo que sienten?

Lo primero es recordar algo que repito mucho: no hay emociones buenas ni malas; todas son necesarias. A veces, como adultos, queremos que nuestros hijos estén siempre tranquilos y alegres, pero la realidad es que sentir rabia, frustración, miedo o tristeza también forma parte de la vida. Y si queremos que aprendan a gestionarlas, primero necesitan saber que pueden sentirlas.

Para ayudarles, es importante poner palabras a lo que observamos: “Creo que estás enfadado porque querías seguir jugando", Parece que te has asustado", "Entiendo que estés triste"... Cuando validamos y nombramos sus emociones, les estamos enseñando que lo que sienten tiene sentido. Cuando las minimizamos ("no es para tanto", "eso no debería afectarte", "no llores por esa tonteria"), lo que aprenden es a esconderlas o a desconectarse de ellas.

Los niños tienen confianza cuando sienten que el adulto está disponible, que está presente.

Soledad Carmona, educadora en disciplina positiva

Nombrar, validar y permitir. Ese es el camino. Ayudarles a entender que todas sus emociones son mensajes, que vienen a decirles algo, y que no están solos para gestionarlas. Esa la manera en la que un pequeño empieza a conocer su mundo interno, a regularse, entenderse y a confiar más en sí mismo. Cuando acompañamos sus emociones, estamos acompañando su desarrollo emocional. 

Los cuentos también son una herramienta excelente que les ayuda a poner palabras a lo que sienten. Por eso me encanta escribir para la infancia. El secreto de Nora, es un cuento para abrazar nuestros sentimientos, es un recurso maravilloso para tender puentes, abrir conversaciones y acompañar emociones que a veces no saben cómo expresar. A través de la historia, los niños se ven reflejados, comprenden que no están solos y encuentran un espacio seguro para hablar de lo que sienten.  

¿Qué pueden aprender los niños que lean ‘El secreto de Nora’?

Es un cuento muy especial que está ayudando a miles de niños, niñas y sus familias. Con El secreto de Nora, los niños van a aprender y a sentir que, cuando algo les preocupa, les incomoda o les asusta, no tienen por qué guardarlo solos. Van a aprender que hablar libera, que pedir ayuda es necesario y que siempre habrá alguien cerca dispuesto a escucharles y a protegerles.

Es un cuento que les ayuda a identificar emociones, a reconocer aquello que no les hace sentir bien y a poner palabras a lo que les pasa por dentro. El secreto de Nora les muestra que sus sentimientos no son un problema, sino señales que merecen atención y cuidado. Y, sobre todo, van a aprender que hay secretos que nunca deben guardar y que siempre tendrán cerca a alguien que les ilumine, les acompañe y les ayude a sentirse seguros.

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.