Psicología

Sonia Martínez, psicóloga: “Cuando los niños se sienten comprendidos, se relacionan mejor, confían más en sí mismos y son más capaces de resolver conflictos”


La psicóloga explica las claves para detectar la falta de inteligencia emocional en niños y adolescentes y cómo ayudarles a desarrollarla


Sonia Martínez, psicóloga© Centros Crece Bien
17 de septiembre de 2025 - 7:30 CEST

La inteligencia emocional es imprescindible en la vida de todo individuo. Carecer de ella va de la mano con más rabietas, peor comportamiento, dificultad para relacionarse con sus iguales… Es, por tanto, necesario cultivarla en los niños desde que son pequeños, así como es fundamental saber darnos cuenta de que nuestro hijo, ya sea un niño de corta edad o un adolescente, pueda no tenerla suficientemente desarrollada. Pero… ¿cómo? Sonia Martínez, psicóloga y directora de los Centros Crece Bien, nos da las claves.

Para ti que te gusta

Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!

Para disfrutar de 5 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.

Este contenido es solo para suscriptores.

Suscríbete ahora para seguir leyendo.

TIENES ACCESO A 5 CONTENIDOS DE CADA MES POR ESTAR REGISTRADO.

Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.

¿Cuáles son las señales más claras de falta de inteligencia emocional en niños y adolescentes?

Una de las cosas que más vemos en consulta es que muchos niños y adolescentes no saben identificar lo que sienten. A veces ni siquiera saben que lo que están sintiendo tiene un nombre. Por ejemplo, cuando están nerviosos o tristes dicen que les duele la tripa o la cabeza, o simplemente se enfadan y explotan. 

Otras veces lo que notamos es que no saben cómo gestionar sus emociones. Ante una pequeña frustración, lloran desconsoladamente, se enfadan con facilidad, contestan mal o se bloquean. Y en adolescentes, esto puede traducirse en aislamiento, irritabilidad, rabia o en una actitud desafiante que, en el fondo, esconde un malestar que no saben expresar.

Muchas veces malinterpretamos lo que vemos. Pensamos que es “desobediente”, “caprichoso” o “demasiado sensible”, cuando en realidad solo necesita que le enseñemos a gestionar sus emociones.

Sonia Martinez, psicóloga

¿A qué puede deberse esa carencia en niños que no tienen ningún trastorno o condición que les pueda afectar al respecto?

Muchas veces pensamos que si un niño no tiene ningún diagnóstico todo va bien… pero la inteligencia emocional no viene de serie. Se aprende. Y si nadie se la enseña, simplemente no la desarrolla. Puede deberse a que en casa no se habla mucho de emociones, o a que se ha protegido demasiado al niño y no ha tenido la oportunidad de enfrentarse a pequeños retos. 

También influye si está muy expuesto a pantallas o si no tiene momentos tranquilos para hablar, jugar o simplemente aburrirse. No es que haya algo "mal" en el niño, es que nadie le ha enseñado cómo identificar, entender y manejar lo que siente. Y eso se puede cambiar.

¿Por qué es importante que los padres reconozcan estas señales lo antes posible?

Porque cuanto antes actuemos, más fácil es ayudarles. Si esperamos demasiado, esas dificultades pueden afectar a su forma de relacionarse, a su autoestima y a su conducta en casa o en el cole. Además, muchas veces malinterpretamos lo que vemos. Pensamos que es “desobediente”, “caprichoso” o “demasiado sensible”, cuando en realidad solo necesita que le enseñemos a gestionar sus emociones. Reconocerlo a tiempo nos permite acompañarles mejor.

¿Qué podemos hacer para fomentar la inteligencia emocional según la edad?

Cuando son pequeños, lo más eficaz es hablarles de emociones en el día a día. Algo tan sencillo como decir: “Hoy estoy contenta porque me ha salido bien el trabajo” o “Estoy enfadado porque se ha roto algo importante”. Eso les ayuda a poner nombre a lo que sienten.También podemos usar cuentos, dibujos o juegos para hablar de cómo se sienten los personajes. Y si están alterados, enseñarles a calmarse, por ejemplo, respirando como si inflaran un globo o yendo juntos a un rincón tranquilo.

En la adolescencia, lo importante es no juzgar y estar disponibles. Aunque a veces no quieran hablar, saber que estás ahí sin presionar es clave. Puedes decir algo como: “No hace falta que me cuentes nada ahora, pero si en  algún momento te apetece, estaré encantada de escucharte”. Esos pequeños gestos construyen confianza.

© Getty Images/Westend61

¿Qué hacemos cuando nuestro hijo adolescente no quiere hablar ni escuchar?

Lo primero: no forzar. Cuanto más insistimos, más se cierra. En lugar de buscar “la gran conversación”, es mejor aprovechar momentos informales, como cuando vais en coche o cocinando juntos. A veces basta con comentar cómo te ha ido a ti el día para que se animen a compartir algo. También funciona mucho mostrar comprensión sin necesidad de hablar: una mirada, un gesto de cariño, una nota, un mensaje. Lo importante es que sientan que estamos cerca y que pueden contar con nosotros sin miedo a ser juzgados.

Un adolescente que puede reconocer que está triste o frustrado, tiene más opciones para buscar ayuda o explicarse, en lugar de reaccionar con rabia o indiferencia

Sonia Martinez, psicóloga

¿Tener una buena inteligencia emocional influye en su conducta? 

Claro. Un niño que entiende lo que siente y sabe calmarse no necesita gritar, pegar, huir o encerrarse para expresarse. Y un adolescente que puede reconocer que está triste o frustrado, tiene más opciones para buscar ayuda o explicarse, en lugar de reaccionar con rabia o indiferencia. Además, cuando se sienten comprendidos, se relacionan mejor, confían más en sí mismos y son más capaces de resolver conflictos. No es magia, pero sí se nota muchísimo en el día a día.

¿Se puede reconducir un problema de conducta relacionado con esto?

Sí, y lo vemos todos los días. Incluso niños o adolescentes que han tenido muchas dificultades pueden aprender a regularse, a expresarse de forma más adecuada y a convivir mejor con los demás.Eso sí, no hay fórmulas mágicas ni soluciones instantáneas. Es un proceso que requiere paciencia, constancia y, muchas veces, apoyo profesional. Pero se puede, y merece la pena.

¿Cuándo es recomendable acudir al psicólogo?

Cuando ves que lo que está pasando afecta al bienestar del niño o del adolescente, o al ambiente familiar de forma significativa. Si no se relaciona bien con otros, si está siempre enfadado, si se encierra en sí mismo, si tiene muchos cambios de humor, si duerme mal, si sufre en el colegio o tiene baja autoestima... es el momento de pedir ayuda. No hace falta esperar a que la situación sea muy grave. A veces, una orientación a tiempo evita que el problema crezca.

¿Cómo les ayuda un profesional desde la terapia?

El primer paso es crear un espacio donde el niño o adolescente se sienta seguro. Desde ahí, vamos trabajando poco a poco para que entienda lo que siente, lo exprese mejor y aprenda formas de regularse. Lo hacemos a través de juegos, dinámicas, ejercicios prácticos y mucha conversación adaptada a su edad

También damos herramientas a las familias para que en casa puedan acompañar ese proceso y reforzarlo. Nuestro objetivo no es que “se porten mejor”, sino que se sientan mejor. Porque cuando un niño se entiende a sí mismo y se siente comprendido, su conducta mejora de forma natural. 

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.