El instinto no siempre sirve para educar o, al menos, no solo. Es necesario informarse, saber qué es normal y qué no en el comportamiento de un niño, por qué tiene determinadas reacciones. Afortunadamente, la mayoría de familias ya son hoy en día plenamente conscientes de que, por ejemplo, las rabietas no solo son normales en niños de corta edad, sino también necesarias. Pero ¿sabías que también hay una explicación científica al hecho de que algunos niños se rían cuando se les riñe? De todo ello nos habla Elvira Perejón, neuroeducadora, especialista en neuropsicología infanto-juvenil y divulgadora (@educacionincondicional), que acaba de publicar el libro Educar con cerebro (Ed. Grijalbo).
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Detalla con impecable claridad y en un lenguaje comprensible para todo tipo de lectores los hallazgos de la Neurociencia sobre el cerebro de los niños. Descubrimientos que dan respuesta a muchos de los interrogantes que plantea la crianza de los hijos. Hemos hablado con ella.
El estilo de crianza no solo influye en lo emocional, sino también en lo cognitivo y biológico
¿Qué ha aportado y aporta la neurociencia a la educación y a la crianza?
La neurociencia nos ha permitido comprender cómo aprende, siente y se desarrolla el cerebro desde los primeros días de vida. Ha desmontado mitos (como el de que los niños son "hojas en blanco") y ha mostrado que el desarrollo cerebral depende del entorno, el vínculo, el juego, el sueño y la relación con los adultos. Nos da herramientas para criar con más conciencia, más respeto mutuo y menos miedo.
¿Qué diferencia hay entre neuroeducación y educación?
La educación tradicional muchas veces se centra solo en el resultado o la conducta. La neuroeducación parte del conocimiento del cerebro: entiende qué necesita un niño o una niña para aprender de forma saludable. Integra emoción, regulación, juego, movimiento y vínculo. No busca solo enseñar, sino respetar el ritmo del desarrollo.
Explicas en el libro que el estilo de crianza y la educación que brindamos a los niños actúa como ‘director de orquesta’ de los genes, ayudándoles a crear nuevas conexiones neuronales que podrán potenciar ciertas habilidades. ¿De qué modo ocurre esto?
La experiencia moldea la estructura cerebral. No nacemos con el cerebro completamente desarrollado: se va formando según lo que vivimos. La interacción con el entorno activa o silencia genes a través de mecanismos epigenéticos. Por eso el estilo de crianza no solo influye en lo emocional, sino también en lo cognitivo y biológico.
En caso de una familia que no haya sabido cómo estimular de manera adecuada al bebé y este empiece a presentar, a causa de ello, alguna dificultad que no corresponde a su edad, ¿es demasiado tarde? ¿Si se ha perdido la ventana de oportunidad, ya no se puede recuperar?
No es demasiado tarde. El cerebro es plástico y, aunque hay ventanas de oportunidad, también hay posibilidad de reparación. Lo importante es actuar cuanto antes. Crear un entorno emocionalmente seguro, ofrecer juego libre, lenguaje, movimiento, regulación emocional y vínculo seguro puede revertir muchas dificultades.
¿Por qué es tan importante el contacto físico y el vínculo seguro en el desarrollo de los niños?
Porque el cerebro se regula a través de la relación. El contacto físico libera oxitocina, reduce el estrés y activa zonas del cerebro vinculadas a la calma y el apego. Un vínculo seguro construye la base desde la que el niño explora, aprende y se siente suficiente.
¿Podemos afirmar que un niño que se ha criado con apego seguro tendrá un mejor desarrollo no solo emocional, sino también cognitivo?
Sí. Numerosos estudios demuestran que un apego seguro favorece el desarrollo de habilidades como la atención, la resolución de problemas, la planificación y la autorregulación. Sentirse seguro emocionalmente permite al cerebro liberar recursos para aprender, pensar y crear.
Citas en el libro a la neurocientífica Elizabeth Chrastil, cuyas investigaciones han comprobado cómo el cerebro de la madre “se convierte en un superordenador emocional” que se adapta a las necesidades de sus hijos. ¿Cómo se produce esa adaptación, en qué consiste?
Durante el embarazo y el posparto, el cerebro de la madre se reorganiza. Estas transformaciones hacen que aumente su sensibilidad emocional y su capacidad de percibir y responder a las necesidades de su bebé. Es una adaptación natural, no mágica: el cuerpo y la mente se preparan para proteger, cuidar y conectar desde el primer día. Lo explico en el libro con ejemplos muy cotidianos y reales.
Las rabietas son oportunidades para enseñar regulación desde la presencia y el amor incondicional
¿Este 'superordenador' funciona durante toda la vida o solo cuando nuestro hijo es un bebé? ¿No se ‘bloquea’ ante comportamientos disruptivos, por ejemplo?
La sensibilidad materna puede mantenerse, pero también necesita regulación y autocuidado. Cuando el adulto está desbordado, ese "superordenador" puede saturarse. Por eso es tan importante que también cuidemos el cerebro adulto, nos escuchemos y aprendamos a responder desde la calma, no desde la reacción.
¿Qué papel ejercen las emociones en el correcto desarrollo del mismo?
Un cerebro emocionalmente seguro aprende mejor, ya que las emociones están implicadas en todos los procesos de desarrollo. Un entorno emocionalmente seguro favorece el aprendizaje, la curiosidad y la autorregulación. No se trata de dividir el cerebro en partes, sino de entender que sentir y pensar van de la mano. Por eso acompañar emocionalmente a la infancia es también acompañar su desarrollo cognitivo.
Explicas en el libro que las emociones de la madre influyen en las del hijo; ¿cómo?
No solo las de la madre, sino de cualquier adulto a cargo, ya sea los cuidadores de apego o el profesional educativo que acompaña a tu hijoo a tu hija en la escuela. Todo ello ocurre por resonancia emocional y por las neuronas espejo. El estado emocional del adulto se transmite física y emocionalmente al niño o niña. Si estoy calmada, le ayudo a calmarse. Si estoy ansiosa o desconectada, su cerebro lo percibe. Cuidar nuestras emociones es cuidar también las suyas.
¿Por qué son necesarias las rabietas?
Porque son parte del desarrollo emocional. El cerebro aún inmaduro necesita expresar lo que no puede regular solo. Las rabietas son oportunidades para enseñar regulación desde la presencia y el amor incondicional. No se educa ignorándolas ni apagándolas, sino acompañándolas.
¿Los desbordes emocionales se pueden seguir dando de manera habitual después de los 6 años o es una señal de que algo puede estar ocurriéndole al niño, de algún malestar?
Puede ser normal si hay situaciones estresantes o cambios, pero también es una señal para observar. Si el desborde es constante o muy intenso, quizá esté pidiendo más regulación externa, más acompañamiento emocional o hay algo que necesita ser escuchado.
¿Es normal que los niños se rían cuando su madre o su padre se enfadan?
Sí, y no es burla. Puede ser una estrategia de defensa del cerebro ante una situación de tensión o incomodidad. La risa en esos casos es una descarga. No hay que interpretarla como provocación, sino como un intento inmaduro de gestionar lo que está ocurriendo.
¿Por qué es tan importante la música en el neurodesarrollo de los niños?
Porque activa al mismo tiempo el desarrollo cognitivo, emocional y físico. Estimula el lenguaje, la atención, la memoria y fomenta el movimiento. Nuestra voz y nuestro cuerpo son las mejores herramientas: cantar, moverse, contar cuentos cantados... todo eso construye conexiones cerebrales muy potentes. En mi cuento Lupita quiere ser mariachi muestro cómo la música también fortalece el vínculo, la autoestima y la expresión emocional desde la primera infancia.
El juego es una piedra angular en el desarrollo de todo niño. ¿Cómo y cuándo debemos empezar a jugar con nuestro hijo?
Desde el nacimiento. Jugar no es solo usar juguetes: es imitar sonidos, cantar, mirarse, moverse. Es la forma natural que tiene el cerebro de aprender. El juego fortalece la atención, la memoria, el lenguaje, la empatía y la autorregulación. Por eso creé BrainyPlay, una metodología para estimular las funciones ejecutivas sin pantallas, con juegos sencillos, en casa y con lo que ya tienes. Es una forma práctica de aplicar todo lo que explico en Educar con cerebro y acompañar a las familias sin exigencia, pero con intención.
¿Cómo ir adaptando el juego a su edad?
Respetando sus intereses y su momento de desarrollo. No hay que adelantar etapas ni imponer actividades. Observar, seguir su iniciativa, ofrecer materiales simples y seguros. A medida que crecen, introducir juegos de reglas, de cooperación, de imaginación. El juego evoluciona con ellos, y nosotros podemos acompañar sin dirigir.