Brian Giner© Brian Giner

Acoso escolar

Brian Giner, víctima y activista contra el bullying: ‘En todos los colegios hay acoso escolar’

Hablamos con él y nos cuenta su propia experiencia como víctima de acoso escolar, el sufrimiento físico y emocional que conllevó y cuyas secuelas arrastra, en ciertos aspectos, hasta día de hoy


21 de mayo de 2025 - 7:30 CEST

Hoy Brian Giner es activista contra el acoso escolar, un tipo de violencia del que en su día fue víctima (durante 12 años, desde Infantil y hasta que finalizó la ESO). En su caso, el acoso era físico; sus compañeros llegaron, incluso, a tirarle por las escaleras. A pesar de agresiones tan evidentes, en el centro escolar decían a sus padres que “eran cosas de niños”. Brian, por su parte, acabó por creer que el problema estaba en él.

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Ahora, ya adulto y tras haber publicado el libro Golpeado pero no derrotado, reclama que, para hacer frente al bullying, se ponga el foco de atención en los niños que ven lo que pasa y no dicen nada y, por supuesto, en el personal del centro educativo porque “en todos los colegios hay acoso escolar”, asegura. Y advierte: “si tu hijo está en un centro en el que nunca has escuchado nada, preocúpate”. 

Hablamos con él durante la presentación del proyecto solidario Todos pintamos contra el Bullying (todospintamoscontraelbullying.com), desarrollado por la marca de material escolar GIOTTO en colaboración con la Asociación Española para la Prevención del Acoso Escolar (A.E.P.A.E.), y su testimonio resulta revelador.

 

Es tan fácil pisarte que te conviertes en una persona vulnerable a la que cada vez es más fácil hacerle daño

Brian Giner, víctima de acoso escolar

A pesar de haber sufrido durante años acoso escolar, lanzas un mensaje positivo y aseguras que de él también se sale, pero imagino que aún así ciertas secuelas pueden permanecer. ¿Cómo estás a día de hoy?

A día de hoy estoy bastante mejor, pero sí que es cierto que tengo miedos. Al final, el bullying lo sufres tanto tiempo que piensas que el problema eres tú y eso deja marcas, pero, bueno, con planes como este, de Todos pintamos contra el bullying, poco a poco, aunque no lo vas no superando, sí lo vas sobrellevando.

Sufriste el 'bullying' durante 12 años y en diferentes colegios, de los que te ibas cambiando precisamente para evitar el acoso escolar. ¿Cómo empezó todo?

Empezó todo en Infantil por el problema del equipo docente porque me sentí excluido de todo el grupo porque yo tenía parche y estrabismo del ojo derecho. Eso se fue magnificado hasta que, en 5.º de Primaria, me cambio de colegio, pensando que todo iba a cambiar y, no: volvió otra vez a ser lo mismo, con insultos y amenazas. Ahí me tiraron una vez por la escalera.

Y, cuando paso a la ESO en otra población, pensando, de nuevo, que eso iba a acabar, que había tenido mala suerte dos veces y que a la tercera va la vencida, se vuelve a repetir lo mismo porque era el nuevo: me volvieron a tirar por la escalera, me escupían, ciberacoso, se bajaron los pantalones e intentaron orinar y encima de mí en el lavabo del patio... Utilizaban los puntos ciegos donde no había vigilancia para intentar atacar.

Yo creo que los inicios fueron que el equipo docente no supo en ningún momento cómo incluirme o saber detectar, de primera mano, cuál era el problema. Tampoco existía el protocolo tal y como lo conocemos hoy en día y, en el instituto, digamos que hubo una negligencia por parte del equipo del profesorado y directivo, que no supieron ni encajarlo ni ofrecer ayuda a mis padres; dijeron que, si me hacían bullying, pues que era cosas de niños, o sea que imagínate.

Resulta llamativo que todo empezara en Infantil, una etapa en la que no se suele dar importancia a que se le diga a otro niño “tú no juegas”. ¿Es necesario centrar esfuerzos contra el 'bullying' también en estos cursos?

Ellos eran conscientes de lo que hacían; en este caso, yo tenía un parche en el ojo derecho y ellos me llamaban pirata, se reían de mí, siempre me dejaban marginado porque era el raro, el que se salía un poco de lo normal, pero ¿qué es lo normal? Básicamente, me excluían. 

Y en la ESO pasó lo mismo: por llevar gafas y por ser físicamente fuera de la norma, de lo que está establecido socialmente. Por eso, en este plan de sensibilización nos hemos enfocado mucho desde el inicio y también en educar a los profesores; ese es un poco también el papel que voy a hacer dentro de de las conferencias, porque creemos que es necesario sensibilizar a los profesores, al equipo docente, que son los que están al final con los niños cada día y los que tienen que educar desde los más pequeños hasta a los más grandes. Vamos a intentar partir de la base y que no cometan los errores que cometieron conmigo y con muchísimas más personas.

Brian © Giotto
Brian Giner, activista contra el 'bullying', durante la entrevista

¿La clave es recurrir antes a los protocolos?

Sí, pero es difícil. Es difícil porque, para activar un protocolo, se tienen que hacer muchas cosas y, a veces, lo tiene que activar una persona que está en un despacho, y el equipo directivo prefiere no hacerlo porque son problemas menores. O también porque, vamos a ser claros, no hay recursos suficientes. Entonces, claro, tú no puedes abarcar a todas las necesidades de un colegio cuando no tienes el equipo de profesores adecuado, pero no porque no sean profesionales, sino porque, por el número, no llegan, no abarcan.

Has cambiado varias veces de colegio y, aún así, el acoso escolar ha continuado, algo que le ocurre a muchas víctimas de bullying. ¿Cuándo acabó el acoso?

Acabó todo cuando me clavaron un boli en la mano. Un chaval estuvo una hora calentando un boli bic de estos de punta. Después de una hora, se levantó y me lo clavó en la mano ardiendo. Me dejó marca. De hecho, esta marca blanca de aquí (la muestra mientras le hacemos la entrevista). Y luego me iba a clavar el boli en el cuello, pero entonces yo reaccioné negativamente y me defendí.

Pues al que echaron del centro educativo fue a mí, al que pusieron un parte negativo fue a mí y, desde ese momento, no sé si es porque vieron que realmente sabía defenderme o porque me veían con un grupito... No lo sé porque yo tenía amigos, pero claro, solo estaba con ellos la media hora del recreo; cuando tenía que ir desde el recreo a clase, que era un pasillo inmenso, tenía miedo a pasar por ahí, no había nadie. En el momento que me defendí, pararon, frenaron, y luego pasaron al ciberacoso por redes sociales. Una bola que al final frenó y hasta hoy.

¿Cómo te afecta todo esto desde el punto de vista emocional?

Emocionalmente es un palo muy duro porque no sabes gestionarlo y, mucho menos, cuando eres pequeño. Crees que el problema eres tú. Al final, como no acabas de entenderlo hasta que no eres más mayor, quedan heridas o miedos, vamos a decirlo así, que solamente aparecen en momentos concretos. Por ejemplo, cuando estás dentro de un aula y estás dando una conferencia, una risa de fondo te teletransporta, o un insulto entre compañeros te teletransporta. Son marcas que quedan ahí para siempre. Son huellas y yo no sé si se puede sacar o no -imagino que sí con ayuda psicológica-, pero es algo que yo creo que te define y te marca para para siempre.

¿Has acudido a ayuda psicológica?

Para ser sincero, he necesitado, y más estos dos últimos años, porque los que me ayudaron frente al acoso escolar, los que fueron los pilares para mí, que eran mis padres, desgraciadamente hace dos años fallecieron ambos. Fue un jarro de agua fría encima. Y creo que aprendí tanto a gestionar emocionalmente que no he necesitado psicólogo hasta día de hoy, pero no porque no lo necesite, sino porque, hasta ahora, creo que sé gestionar. Va a haber un momento en el que petaré y diré “hasta aquí, necesito ayuda”, pero ahora mismo no siento la necesidad de que tenga que acudir ya, puedo darme un tiempo.

 

Cuando hablamos de bullying, siempre nos fijamos en la víctima, pero vamos a fijarnos también en la persona que está agrediendo porque te está gritando a los cuatro vientos que algo está ocurriendo

Brian Giner, víctima de acoso escolar

¿Cómo eran los chicos que te acosaban? ¿Cuál era su perfil?

Era el típico perfil que podemos ver en cualquier serie de televisión o película: eran personas normales, pero que destacaban mucho por su carisma o por su carácter y faltaban mucho a clase o insultaban o amenazaban...

Sí que es cierto que, con el tiempo, yo me junté mucho con uno de los acosadores porque me lo encontré en una barbacoa de un amigo en común y hoy en día hablamos, me apoya en redes sociales y está a tope conmigo; me confesó que hacía acoso escolar porque a él le hacían bullying de pequeño, en Primaria. La carta que él tomó en el asunto fue “voy a hacerlo yo ahora para que no me lo hagan a mí”. No justifica sus actos, pero te da a entender que la gente no es mala por naturaleza, sino que hay algo que le hace ser malo.

Cuando hablamos de bullying, siempre nos fijamos en la víctima -yo fui víctima 12 años-, pero vamos a fijarnos también en la persona que está agrediendo porque te está gritando a los cuatro vientos que algo está ocurriendo y que algo no está bien.

© Punto Rojo Libros

Los psicólogos cada vez dan más importancia al papel de los testigos silenciosos del ‘bullying’. ¿Había otros niños que no hacían nada, pero que sabían lo que te estaba pasando?

Observadores ha habido siempre. De hecho, cuando me intentaban pegar o me pegaban, se hacía un círculo en el patio y todos los que estaban alrededor eran observadores. Lo que pasa es que tenemos la manía de creer que los que observan no forman parte del problema, y el principal problema es la gente que mira y no actúa. Estamos en una sociedad en la que es mejor sacar el móvil y grabarlo porque es un vídeo viral, a llamar y pedir ayuda o directamente meterte en el foco y echar una mano.

Si eres observador, lo primero que tienes que hacer es ayudar, no denunciar grabándolo y publicándolo en redes sociales, porque si no es una bola de nieve y esto nunca acaba. Si la gente que lea esta entrevista en algún momento se cruza con alguien que hace acoso escolar, que grite y que pida ayuda.

¿Se hacía un círculo a tu alrededor y ningún profesor o encargado de vigilar el patio veía nada?

Esto fue en el instituto y esta es una pregunta que yo me hago siempre porque no lo recuerdo. Es decir, sí que había profesores, pero solo dos o tres en todo el recreo y, efectivamente, me hacían el corro en el tiempo que tardaban en venir, que serían dos minutos o 30 segundos, pero a mí se me hacía interminable, el daño ya estaba hecho: te hacían pequeñito, te avergonzaban delante de todos.

Al final, por muy pocos segundos que sean, es tan fácil pisarte que te conviertes en una persona vulnerable y tímida a la que cada vez es más fácil hacerle daño porque saben que, cuando te vean, vas a bajar la cabeza. No hace falta estar ahí cinco minutos machacándote; con diez segundos ya puedes hacer a una persona pequeña, y más si no tienes ayuda de personas externas que te echen una mano. Ese es el problema.

Comentabas anteriormente que tus padres fueron tu gran apoyo; ¿cómo se enteraron?, ¿les contaste tú que sufrías acoso escolar?

Uno de los problemas de los que siempre pequé y de los que me arrepiento mucho es de no haber pedido ayuda antes. No lo hice por lo que decía, porque lo normalicé, pensé que el problema era yo y que era mejor callarme.

Poco a poco fui faltando mucho a clase. Me levantaba a media noche y paraba el despertador a mis padres para no ir al colegio y yo me hacía el dormido o hacía que me encontraba mal, siempre decía que tenía de todo para no ir. Intentaba inventar mil cosas y, al final, se dieron cuenta.

¿Qué pasó una vez que ellos se enteraron?

Lo primero que hicieron fue hablar con el centro educativo. El centro educativo negó que hubiese acoso escolar; de hecho, decía que eran cosas que hacían los niños y ya está, que no iba a más. Evidentemente había un problema y era que, si yo decía algo, los demás se lo tomaban como que era un chivato y eso magnificaba aún más el acoso, con lo cual al final yo opté por callarme.

Si tu hijo está en un centro en el que nunca has escuchado nada, preocúpate

Brian Giner, víctima de acoso escolar

Incluso mis padres pararon a uno de los chavales que hacía bullying y continuó; fuimos a la policía, denunciamos, pero tampoco funcionó... La única solución era cambiarme de centro otra vez. Nos habíamos cambiado ya tres veces, nos habíamos mudado tres veces, no íbamos a hacer una cuarta; me quedaba muy poco, así que acabé la ESO con 12 asignaturas suspendidas. Fui en junio, aprobé todas, me fui y me metí en otra cosa.

¿Qué le dirías a un chico o a una chica que ahora mismo está siendo víctima de acoso escolar?

Yo espero que en algún momento, con estas conferencias, con las charlas, la gente joven que nos escuche o nos vea como referentes de alguna manera y vean que el bullying no es el final y que hay luz más allá, que se puede salir de ello. Porque, si nosotros hemos salido y estamos aquí, gritando, ¿por qué ellos no pueden?

Espero que tomen como iniciativa esta imagen y salgan adelante y que vean que pueden salir fuertes, pero, sobre todo, que no estén callados ni calladas, que pidan ayuda aunque sea a un amigo o a una amiga o a un primo... a quien sea. No es a la persona a la que se lo cuentas; es cómo lo cuentas y qué haces con lo que le cuentas.

¿Qué crees que habría que cambiar o hacer de inmediato en los centros escolares para hacer frente, de verdad, a los casos de bullying?

Al equipo directivo de los centros escolares, les diría “dejemos a un lado la imagen del centro educativo”. En todos los colegios hay acoso escolar, en absolutamente todos los colegios, en las universidades… en todos. Partiendo de esa base, que no piensen en una reseña negativa de Google o en que los padres van a pensar que hacen bullying y no hacemos nada. Cambia este protocolo y, cuando veas un caso, actúa. Que los padres, las familias, empiecen a ver que, cuando hay un problema, el centro actúa.

Si actúa el centro, significa que algo bien están haciendo. Si se callan y tu hijo está en un centro en el que nunca has escuchado nada, preocúpate, porque ahí algo está pasando y, seguramente, si eres familia y luego vas a buscar ayuda, te vas a encontrar solo o sola. El silencio no ayuda a nadie, así que lo hablemos, que es necesario.

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