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Novias virales

La boda de María en Madrid: un vestido de novia con blusa de gasa y una pulsera vintage de su abuela

Esta joven se casó el pasado mes de mayo con Ramón y confió su look nupcial a la diseñadora Flor Fuertes


17 de julio de 2025 - 19:00 CEST

Cuando María empezó a imaginarse vestida de blanco, no tenía nada claro qué quería. Ni cortes, ni tejidos, ni siquiera un estilo definido. “Vemos tantísimos vestidos en Instagram hoy en día que te puedes volver un poco loca”, reconoce. Pero sí sabía algo: quería que lo diseñara Flor Fuertes. El vestido de María fue un ejemplo perfecto del trabajo a medida de la diseñadora, que supo plasmar la idea de una novia que buscaba “algo no muy clásico, pero sí atemporal, que dentro de 20 años lo viera y me siguiera gustando”. Juntas comenzaron a crear, hasta que dieron con un look nupcial que se ha convertido en uno de los más inspiradores de la temporada.

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Un vestido de novia único, con el sello de Flor Fuertes

El nombre de Flor Fuertes ya sonaba en la familia de María. Su prima y una amiga cercana habían confiado en ella para diseñar sus propios vestidos, y ambas habían quedado felices. Su conexión fue inmediata: “Flor me dio tanta paz y tan buen rollo, que no podía ser otra. Tiene un gusto exquisito, te guía en todo el proceso, pero a la vez te deja crear tu propio vestido. Es maravillosa”, asegura.

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Aunque en julio Flor le presentó tres bocetos, tras las vacaciones María le escribió para confesarle: “No tengo ni idea de cómo quiero que sea mi vestido y creo que no es ninguno de estos bocetos, pero tengo claro que quiero que seas tú quien me lo haga”. Juntas lo hicieron realidad.

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El proceso fue emocionante, acompañada de su madre, su abuela de 90 años y su tía presentes en las pruebas. Partieron de esta premisa: María sabía que quería llevar cola y quedarse en tirantes para la fiesta. A partir de ahí, fueron perfilando cada detalle. En cada prueba, el vestido fue cambiando, adaptándose e improvisando hasta el último momento. “Lo mejor fue eso, que en cada prueba íbamos cambiando, adaptando y decidiendo cosas nuevas. Literalmente, hasta la última prueba no vimos el resultado final, pero yo confiaba tanto en ella que tenía claro que iba a quedar bonito”, asegura.

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La base del vestido tenía un escote cuadrado y espalda baja, un patrón que le favorecía y ya había llevado como invitada en otras bodas, así que apostaba sobre seguro. Hablamos de un diseño que estaba confeccionado en satén y gasa de seda, con tirantes de tul y una falda con quillas plisadas que le daba cierto movimiento.

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Por encima, la verdadera joya: un cuerpo desmontable que cubría la base y partió de una idea que fue evolucionando. “Al principio iba a ser más camisero con fajín y corte en cintura, luego pensamos en ponerle jaretas en la camisa y al final, a través de un diseño de Flor que yo le enseñé, decidimos cambiar completamente y hacer un cuerpo plisado ajustado al cuerpo”.

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El resultado fue espectacular: una blusa de gasa plisada, con acabado asimétrico y cuello alto, delicadeza en estado puro. "El cuello lo improvisamos en la penúltima prueba, inspiradas por un vestido de Colima, la marca que tienen mi cuñada y su prima", recuerda.

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Aunque no llevó un segundo vestido, todo fue diseñado para poder quedarse en tirantes en la parte final de la boda. "Da tanta pena usar el vestido solo un día, cómo para hacerte dos y no aprovechar uno", bromea. De hecho, confiesa que planea reutilizar el cuerpo plisado en alguna ocasión especial.

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Los complementos, el velo y un maquillaje natural

Desde el principio, María sabía que quería ser una novia velada. "Era lo único que tenía clarísimo", asegura. Huyendo de los clásicos velos de tul, nuestra protagonista eligió un diseño mucho más enigmático que daba todo el protagonismo a la textura, con un acabado rústico muy especial, que combinaba mejor que cualquier otro con el carácter único de su vestido.

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En cuanto a joyas, todo tenía un gran valor sentimental: una pulsera de su abuela, que fue su regalo de pedida hace más de 60 años, y unos pendientes que también eran de ella. Además, llevó el anillo de pedida que le regaló Ramón, “un solitario superespecial que diseñó con un joyero en Italia”, nos explica.

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Como nota curiosa, María quiso hacer un guiño a su madre llevando los mismos zapatos que ella. “Me hacía mucha ilusión”, confiesa. Ambas apostaron por el modelo Ginol-Pi en blanco roto de Lodi, un diseño acordonado de corte retro que combina la gracia del estilo baile con la elegancia del salón. Y, aunque pueda parecer un detalle menor, María también cuidó la elección de sus medias y es que completó su look con un diseño estampado de Falke, inspirado en el sol de Cuba, tal y como explican desde la firma. “Me enamoraron en cuanto las vi”.

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El ramo fue obra de Mario, de Metatopy, con quien también diseñaron toda la decoración floral de la boda. “Fui con mi madre a su floristería del mercado de San Antón unos días antes y en cuanto vimos esta flor no dudamos”, explica. Los centros de mesa también incluían esa misma flor, como guiño a su ramo.

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Para el maquillaje y el peinado confió en Álvaro Talayero, recomendado por dos amigas. “No solo tiene muchísimo talento, sino que también es una persona maravillosa y aporta paz y tranquilidad, que son muy necesarias el día de la boda”, asegura. Eligieron juntas un moño tipo bailarina y un maquillaje natural. “Lo recomiendo 100% a todas las futuras novias”.

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La historia de amor y una boda en Madrid

María y Ramón se conocieron en enero de 2022, cuando ella estaba haciendo la residencia de Dermatología. La casualidad quiso que coincidieran en Formigal, gracias a una amiga en común que hacía la residencia en su hospital. “Nos fuimos un finde a esquiar y en Marchica coincidimos con los amigos de Ramón. Nuestra amiga nos presentó y ese viernes ya estábamos quedando a cenar”, recuerda. Desde entonces, todo fue muy rápido: “Cuando lo sabes, lo sabes y no necesitas esperar más”, confiesa.

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Poco más de un año después, en febrero de 2024, Ramón le pidió matrimonio en Lourdes, un lugar muy especial para ellos. Él había ido durante años con la Hospitalidad de Lourdes y, el primer año juntos, María le acompañó. Allí, cuenta, supieron que lo suyo era definitivo. Por eso eligió ese mismo lugar para pedirle matrimonio, aunque el plan no saliera exactamente como lo había previsto: “Al pobre se le fue la hora, se hizo completamente de noche y no sabía dónde llevarme. Encendió la linterna del móvil, me leyó una carta preciosa y me regaló el anillo”.

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Contrajeron matrimonio en una ceremonia religiosa el pasado 10 de mayo en Madrid. Fue en la iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. Uno de los momentos más especiales del día para ella fue su llegada del brazo de su padre y el primero abrazo con Ramón en el altar. “Solo podía verle a él. Ese momento de decir ‘ya estamos aquí’ y saber que ese día comenzábamos nuestra familia juntos”.

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 La celebración posterior tuvo lugar en El Jaral de la Mira, una finca gestionada por los hermanos Sandoval del restaurante Coque. María y Ramón lo tuvieron claro desde el principio: “Solo habíamos visitado una finca y fuimos a esa porque nos habían dicho que se comía espectacular. Cuando la vimos lo decidimos al momento, cogiendo la última fecha disponible que nos cuadraba. Nuestra prioridad era que en la boda se comiera bien y sabíamos que en ese lugar lo teníamos asegurado”.

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No contaron con wedding planner porque la boda era en Madrid y prefirieron organizarlo ellos mismos. María destaca el papel fundamental de Ramón en toda la organización. “Parece un tópico que los novios no se involucran en nada y es la novia la que organiza todo, pero en nuestro caso no fue así para nada. Tomamos juntos cada mínima decisión y él era el encargado de hablar con todos los proveedores y cerrar los presupuestos”.

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La decoración fue obra de Mario, de Metatopy. “Todo lo que hace me gusta. Tiene un gusto exquisito y es encantador”, dice la novia. La papelería, por su parte, corrió a cargo de Almudena, una ilustradora que conocieron a través de una amiga. “Todo estaba dibujado a acuarela, desde las invitaciones a los misales, meseros y minutas. Volvería a elegirla mil veces”.

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Esos meseros de los que hablamos estaban inspirados en las finales de Champions ganadas por el Real Madrid y en las respectivas ciudades en las que habían tenido lugar. Aunque Ramón y su familia son muy madridistas, a María, inicialmente, no le convenció la idea. “Cuando me lo contó no me pudo horrorizar más”, reconoce, “pero al final estaba equivocada. Quedó precioso”. Para acompañarlos, incluyeron fotos antiguas con sus abuelos.

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Entre los momentos más especiales de la celebración, menciona su entrada a la finca con la canción Sweet Caroline, haciendo un guiño al lugar donde se conocieron, su baile con su padre al ritmo de Rosas, de La Oreja de Van Gogh, o el improvisado baile con Ramón con la canción de Phil Collins You’ll Be in My Heart. “Ni siquiera lo practicamos, decidimos improvisar, y ese momento de hecho no me hacía especial ilusión y al final lo recuerdo superbonito”, nos cuenta. Y, por supuesto, el momento en que entregó su ramo a su madre con “su” canción.

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El broche perfecto lo pusieron al llegar a su recién estrenada casa, ya como marido y mujer, y compartir una hamburguesa mientras repasaban el día antes de partir al día siguiente rumbo a su viaje de novios por la Polinesia Francesa y Nueva Zelanda. “Esa sensación de felicidad absoluta me la guardo para siempre”.

Un consejo para futuras novias

Cuando le pedimos un consejo para otras novias que están organizando su gran día, María lo tiene claro. “Los novios y su actitud lo es TODO. Da igual el grupo, el photocall y el dinero que gastes en hora loca. Lo importante es que los novios estén juntos dándolo todo y disfrutando, porque trasmiten esa felicidad y ganas a sus invitados. Nosotros casi no nos separamos y lo agradecimos porque ese día pasa tan tan rápido que da mucha pena cuando acaba”. En un mundo que va tan rápido, en el que parece que en cada boda hay que inventar algo diferente, esta pareja se centró en lo realmente importante. “No se necesitan mil detalles, solo ganas y actitud”.

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