Llegar a tener un lenguaje propio en la industria de la moda es un don del que no todos pueden presumir. Ser diferente, reconocible a simple vista y hacer gala de un sello personal sin caer en la estridencia, es lo que ha conseguido la diseñadora Sol Prado con todas sus novias e invitadas.
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Había poco margen de error cuando, aun sin saberlo, nos aventuramos a predecir que el vestido de Ane era de T.ba Brides. Ese patrón tan especial y el movimiento de sus tejidos eran casi inconfundibles. La novia confirmó nuestras pesquisas. “Quería un vestido 'muy T.ba'”, reconoce.
La historia de un vestido de dos piezas
Su historia con la firma de influencias jerezanas parte de un flechazo, pero también de un vínculo muy especial. “Mi hermana Amaia trabajó muchos años en T.ba y conozco la marca a la perfección. Ellas son casa”, apunta. “Además, no puede encajarme más su estilo”. Un estilo que define como romántico, nada encorsetado, sino fluido y delicado. Eso es lo que buscaba, un diseño con mezcla de tejidos, de aspecto ligero y de líneas depuradas, que se alejara del tradicional blanco nupcial, a favor de otras tonalidades algo menos neutras y más naturales.
Al recordar cómo fue el proceso de confección del vestido, Ane solo tiene palabras de agradecimiento hacia Sol y su equipo. “Lo hacen todo fácil, confié ciegamente en ellos”. Nuestra protagonista vive a caballo entre Madrid y su Bilbao natal, por lo que se sintió como en casa cada vez que visitaba el atelier que la firma tiene en la capital. Si alguna vez se tuvo que desplazar, el resultado bien mereció esos 400 kilómetros de ida y vuelta, porque el dos piezas que le confeccionaron era tan ella que fue un sueño cumplido.
Llevar un dos piezas no es solo cosa de invitadas elegantes. En este caso, hablamos de un diseño nupcial que parte de una falda que bailaba al caminar, confeccionada en crepe con organza de seda y bajo asimétrico, de la colección de T.ba Brides. Recordemos que esta firma decidió incorporar un nuevo enfoque a principios de año, lanzando una colección prêt-à-porter para novias. De este modo, ofrecen la innovadora posibilidad de elegir entre sus distintas piezas y mezclarlas con otras de manera coherente, sin perder el ADN de Alta Costura que les caracteriza. Así, y bajo cita previa, cada novia puede construir su propio proceso de una manera más flexible y personal.
La parte de arriba del look de Ane era un corpiño, con una base de crepe forrado en gasa de seda trabajada a mano por Sol, con unas delicadas mangas de gasa de seda. La novia tenía pensado quitárselas durante la fiesta para darle un carácter más festivo al look, pero a veces los planes toman otros derroteros por una buena causa: “me lo estaba pasando tan bien que ¡se me olvidó por completo!”, sonríe.
Accesorios que rematan un look perfecto
La revolución de los velos nupciales evoluciona al ritmo frenético de los propios vestidos de novia, aunque siempre hay clásicos que perduran en el tiempo. Es el caso de los velos cortos, como el de tul que eligió Ane, “una auténtica maravilla” firmada también por T.ba. Un clásico entre los clásicos con cierto regusto retro, que se actualizó con bordados.
Esta joven bilbaína siempre quiso ser una novia velada y, aunque los recogidos suelen marcar la pauta, no quiso renunciar a su esencia. “Soy una chica que siempre lleva la melena suelta y quería que así fuera en el día de mi boda, pero con la cara descubierta. Bego, de peluquería Dúo en Bilbao, se encargó de recogerme la parte de arriba de la melena y hacerme unas ondas muy muy naturales, para después ponerme encima el velo”, nos cuenta. Del maquillaje se encargó Maider Martínez, que ya le había maquillado en otras ocasiones “y siempre lo clava”. Fue sencillo, muy natural y con los ojos ligeramente marcados.
La naturalidad que Ane buscaba en su look nupcial también va de la mano de la comodidad, de ahí que se desmarcara eligiendo unas alpargatas de Castañer, un calzado de carácter mediterráneo que está ganando terreno en la industria nupcial. “Me las regalaron mis amigas. En mi día a día suelo usar mucho ese tipo de diseños en verano, así que tampoco lo dudé”, defiende.
Los pendientes también fueron un regalo muy especial para la novia. “En este caso, de tres de mis testigos y son de Aristocracy. Son sencillos y elegantes, como nos caracterizamos mis amigas y yo, perfectos para la ocasión”.
En la elección del ramo, sin embargo, delegó en su hermana, una fanática confesa de las flores. “Las chicas de Liken Estudio captaron su idea a la perfección”, asegura Ane. Hablamos de una composición floral con mezcla de rosas inglesas, lisianthus, margaritas salvajes, pimienta, thalaspi y esparraguera, tal y como nos han confirmado desde la propia floristería. “Era un ramo espectacular. ¡Todo el mundo me lo dijo!”.
Entrelazados en el tiempo: la historia de amor de Ane e Ignacio
Ane e Ignacio se conocieron siendo unos niños por amigos en común y empezaron a salir cuando ella tenía 16 y él 18. Surgió en Bilbao, tierra natal de ambos, y llevan juntos 14 años. Bueno, “casi” 14 años. “Tuvimos un parón de tres años. Le llamamos el periodo de “madurar”, mientras él vivía en Londres y yo en Italia y Alemania”. Lo que no sabían aquellos jóvenes por aquel entonces es que la física jugaría a su favor.
Hay una teoría, la del entrelazamiento, que asegura que cuando dos cuerpos interactúan juntos durante un periodo de tiempo, luego, cuando se separan, siguen teniendo influencia el uno en el otro a pesar de la distancia. Y eso les pasó a ellos. A finales de 2020, cuando la pandemia puso a prueba la estabilidad de muchas parejas, a ellos les volvió a unir. “Siempre hemos tenido claro que estábamos hechos el uno para el otro. Yo llevo enamorada de él desde que le conocí”, reconoce nuestra protagonista. Muchos coinciden en que la teoría del entrelazamiento es la más bonita del mundo, de ahí que siempre se asocie al amor. Razón no les falta y a la vista está.
Fue en Cerdeña, en la soledad de un barquito en mitad del Mediterráneo, cuando Ignacio decidió dar el paso el pasado verano. “Fue algo muy nuestro”.
La pareja se casó el pasado 28 de junio en Cantabria, una boda tan reciente que actualmente estarán leyendo este reportaje en su luna de miel desde algún lugar de la India. Fue una ceremonia religiosa, celebrada en la Iglesia de San Juan Bautista de Colindres de Arriba, una joya del siglo XVI de las que salpican el pintoresco paisaje cántabro.
¿Lo más especial? Los discursos de amigos y familiares, “no pudimos parar de llorar”, asegura.
Una vez convertidos en marido y mujer, se subieron a bordo del coche que tenían cuando eran jóvenes. “La mañana de nuestra boda, nuestros amigos llevaron latas, sartenes, cuerdas y spray y nos pintaron todo el coche para que saliéramos de la iglesia con él. Nosotros teníamos esa idea en la cabeza y nunca la llegamos a ejecutar, pero ¡ellos nos dieron la sorpresa! Fue muy gracioso”, recuerda la novia. De ahí, tomaron rumbo a un lugar muy especial.
Una celebración impecable
La celebración fue en Pico Velasco, cuyo chef es Nacho Solana, del restaurante Solana. “A pesar de que somos de Bilbao, cuando probamos este sitio, que está a unos 50 minutos de casa, ¡nos enamoramos! Se come increíble y la gastronomía es muy importante para nosotros”, apunta Ane.
Si la gastronomía fue impecable, el entorno idílico en el que se ubica no hizo, sino sumar puntos y hacer la velada aún más especial. “El sitio en sí ya es increíble, ya que se encuentra en mitad de un parque natural con vistas a las marismas, entre Limpias y Carasa”. Los novios no necesitaron la ayuda de una wedding planner y orquestaron los preparativos junto a sus familiares y una amiga muy especial que llevó todos los timings y la organización del día.
Para la decoración volvieron a contar con las chicas de Liken Estudio, que se encargaron de crear un ambiente mágico, la papelería fue obra de Gloria de Rivolta Crayón y el objetivo de Jorge Vela captó las mejores sonrisas del día – y alguna que otra lágrima de emoción-. “Fue increíble ver lo animados que estaban todos, lo bien que comimos y lo bien que lo pasamos. La gente estaba arribísima y fue lo mejor que nos pudo pasar”.