Hay vestidos que reflejan perfectamente la esencia de quien lo lleva, aunque eso, en ocasiones, sea difícil de definir. "Estaba muy perdida, no sabía ni siquiera cuál era mi estilo. Es curioso, porque yo he confeccionado para mí misma muchas prendas de ropa, aunque no me dedique a ello, pero para el día de mi boda, tenía la mente en blanco", confiesa Mónica. Sin embargo, en medio de ese desconcierto, encontró en Luis Infantes la guía y la sensibilidad que necesitaba. Y fue por casualidad. “En el momento menos esperado, me topé con su Instagram y me enamoré de la sencillez y la elegancia de todas sus creaciones. Cuando me quise dar cuenta, la mayor parte de los diseños que había guardado en Pinterest como inspiración... ¡eran suyos!".
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El diseñador sí supo definir a Mónica con palabras y, más tarde, también con tejidos. “La primera vez que la vi, pensé que era el claro ejemplo de que la elegancia es una cuestión de educación”, confiesa el creativo. Buen punto de partida para comenzar a crear.
El vestido: una obra de arte en dos tiempos
“Elegante”, esa fue la palabra en la que novia y diseñador coincidieron a la hora de definir la idea principal, que finalmente se materializó en una creación a medida que combinaba dos piezas: un vestido y un abrigo. “Luis supo captarme desde el principio y me guio en todo momento. Bastaron un par de minutos, dos dibujos y ya teníamos el vestido perfecto", nos cuenta.
“Ella y su familia destilaban ese aire clásico y sofisticado desde la más absoluta sencillez y cercanía, encarnando perfectamente el estilo Luis Infantes”, reconoce el diseñador, que ideó un dos piezas confeccionado en crepe italiano y bambula de seda. “La pieza principal era un vestido de corte triangular para resaltar la elegancia de Mónica, drapeado hasta la cintura, dejando caer la bambula y poder apreciar su movimiento”, explica. “El movimiento espectacular”, reafirma la novia.
Sobre este vestido, con el que se quedó únicamente para el momento de la celebración, Mónica llevó una chaqueta que se realizó con la técnica moulage para evitar cualquier corte sobre ella. Un diseño que hacía gala de esas geometrías que Luis adopta en muchas de sus creaciones. Además, llevó un cinturón forrado, un accesorio cada vez más popular entre las novias, con peplum y palas que creaban una imagen más “seria” y regia para una iglesia como la de Santa Bárbara. Se acompañó finalmente con una cola en pala, tal y como nos describe el diseñador.
El proceso de creación fue, para ella, una experiencia inolvidable. “Añoro las pruebas... fueron una superexperiencia y todo fue rodado”, nos cuenta la novia. “Luis y su equipo hacen que todo sea fácil y les estoy muy agradecida. Siempre recordaré el meticuloso protocolo con el que realiza cada prueba y como tiene controlado los tiempos e incluso tus emociones. Sinceramente, el vestido fue de las cosas que menos me preocuparon durante el proceso”. Y este punto es algo vital para el diseñador. “Fue un proceso de absoluta entrega a nuestras decisiones y respeto enorme hacia nuestro proceso. Siempre digo que es la mejor decisión que puede tomar una novia: dejar que sea el creativo y su equipo quien tomen las mejores decisiones para llegar al vestido perfecto”, explica.
Y lograron la excelencia, porque este vestido convertible no pasó desapercibido: "Era una obra de arte. Todo el mundo me preguntaba por el diseñador", recuerda la novia. “Eso denota muchísima calidad, ya no solo en el vestido, sino también en el diseño. Luis sabe combinar elegancia, perfeccionismo y sencillez, todo en uno. Y así es como lo describían”. “Fue un privilegio tenerla en el atelier y agradezco cada día poder hacer mi trabajo con clientas, así que valoran de verdad la realización de un vestido Couture”, remata Luis.
Complementos con significado
Fiel a su estilo sencillo y natural, Mónica optó por accesorios discretos y sin demasiadas florituras. Lo que sí tenía claro que quería llevar velo: "Siempre me imaginé con él y al novio le hacía especial ilusión". Era un velo sencillo, que nacía del recogido en coleta que le hizo María Serrano Parra, que también le maquilló. “Es una tremenda profesional y la verdad es que solo recibí buenas críticas de ella”, asegura.
Los zapatos los encontró en Flor de Asoka, con un tacón muy bajito que le permitió disfrutar de todo el día sin preocuparse de nada más. Las joyas, de Vintage by López Linares, eran unos rosetones de circonitas geométricos que le iluminaban la cara. “Le daban un toque al vestido y, sobre todo, me iluminaban la cara muchísimo”.
El ramo fue la parte más improvisada. "Una odisea", cuenta entre risas. Finalmente, optó por hortensias blancas y eucalipto, inspirándose una vez más en Pinterest. Como guiño personal, lo ató con un lazo de terciopelo en azul grisáceo y una medalla grabada con sus iniciales, regalo de sus mejores amigas de la infancia. "Las adoro y este detalle lo guardo en el corazón".
Una historia de amor que empezó en la universidad
Mónica y Ángel se conocieron en la universidad. Dependiendo de a quién se lo preguntes hay dos versiones: la primera, que él fue su profesor; la segunda, que simplemente coincidieron en actividades académicas y extraacadémicas. "Fue un proceso de un año y medio en el que el destino quiso que coincidiésemos", recuerda con cariño la novia. Las miradas, las charlas y los encuentros fortuitos fueron tejiendo una historia que se fue consolidando con el tiempo. Ocho años después, y tras un viaje al Lago de Como en familia, surgieron las ganas de dar el paso. "Sin darnos cuenta dijimos: '¡Anda! ¡Pero si nos acabamos de comprometer!'"
El 25 de enero de 2025 celebraron su boda en Madrid. La ceremonia tuvo lugar en la parroquia de Santa Bárbara, un lugar muy vinculado a la familia de Mónica. La celebración posterior fue en La Casa de Mónico. "No vimos otros sitios, fue verlo con Teresa y Belén y enamorarnos", explica. Gracias al trato recibido, nacieron incluso lazos de amistad.
Una organización muy familiar
La gestión de los preparativos fue completamente familiar, pero contaron con la ayuda imprescindible de las responsables del espacio. “Es increíble, todo el mundo nos felicitó por la organización. Nos preguntaron si habíamos contratado a una wedding planner y ¡para nada! Fue todo ayuda de nuestros familiares y, una vez llegados a la finca, de las grandísimas Belén y Teresa”, explica.
La decoración fue obra de Aquilea Flores junto con el equipo de La Casa de Mónico. "Todo fue espectacular y quedó de miedo", resume. El objetivo era crear una atmósfera cálida, elegante y sin estridencias y se consiguió con creces. “Creedme que todo pasa desapercibido y nadie le da la importancia que le querréis dar vosotras en el proceso de organizarlo (flores, detalles, canciones, etc.). Yo lo he vivido como un proceso mágico, pero no me he agobiado para nada”, reconoce.
Porque al final, hay que poner el foco en lo esencial, que es el compromiso adquirido con la otra persona. “Es un momento para disfrutar con tu futuro marido. Lo importante es que habéis decidido compartir vuestra vida con vuestro mejor amigo y que ese día lo compartiréis con vuestra familia y amigos. Disfruta que te casas con tu media naranja y déjate llevar”.