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Mayo es uno de los meses preferidos por las parejas para celebrar su boda; los días duran más, las temperaturas son suaves y las ganas de festejar parecen multiplicarse. Este sábado, día 3, ha sido muy especial para Emilio Butragueño. Natalia, la mayor de los tres hijos que tiene con Sonia González, se ha casado con Samuel Poutignat, que es jugador de pádel y también trabaja en una empresa tecnológica. Y lo han hecho en la Parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de Torrelodones, a las afueras de Madrid, cerca de donde los Butragueño tienen fijada su residencia. Fue a su llegada a la iglesia cuando pudimos descubrir el secreto mejor guardado: el vestido de la novia.
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Un vestido clásico con escote a la espalda
La novia, que es bailarina de la Compañía Nacional de Danza, eligió un vestido sencillo y de corte clásico. Se trata de una prenda minimalista, con falda de silueta A modificada, que se adaptaba con suavidad a la figura de Natalia. El diseño, con manga de tres cuartos ligeramente abullonada en la zona del hombro, tenía escote de barco, uno de los acabados más elegidos por las prometidas de 2024 y que sigue siendo tendencia durante estos meses.
Una de las ventajas de este tipo de escotes cerrados en la parte delantera es que permiten que haya aperturas más o menos amplias en la espalda, como fue el caso. Y no solo porque equilibran el diseño, sino porque para conseguir un escote trasero que siente bien y no se abra, es importante una base en la zona delantera.
El vestido contaba, además, con una amplia cola que acompañaba los pasos de la novia y que estaba sujeta en la zona de la cintura mediante varios botones forrados, iguales que los que recorrían la parte baja de la espalda. Gracias a este sistema, la novia puedo desprenderse de la cola durante la celebración, para estar mucho más cómoda y poder disfrutar del día junto a sus invitados.
Un ramo con significado y un velo con blonda
El minimalismo y la sencillez no solo impregnaron el vestido de la novia, también el resto de elementos del look nupcial. En contra de lo que podríamos imaginar, Natalia no optó por un moño de inspiración bailarina, un peinado al que está muy habituada por su profesión, sino por un recogido bajo, con raya al lado, que despejaba su rostro; una elección más especial y muy elegante. Lo combinó con una sencilla peineta de flores blancas y un velo de tul, acabado en blonda.
Este detalle, el de la blonda, no solo estuvo presente en el velo: también adornó el escote y el final de las mangas, dando un toque diferente al diseño, sin sobrecargarlo. En cuanto a las joyas, se decantó por unos favorecedores pendientes ligeramente colgantes y con perlas, una opción muy apropiada para prometidas de gustos clásicos.
La nota de color la pusieron los zapatos —en un azul muy oscuro— y el ramo. En un momento en el que los diseños tipo cascada son tendencia y las composiciones protagonizadas por un solo tipo de flor gustan mucho, Natalia optó por un bouquet de tamaño medio salpicado de flores blancas y hortensias azules, en el que también había cardos de este último tono, con un matiz malva. Una elección en la que muchos han visto un guiño a los colores que vistió su padre, excapitán del Real Madrid, durante tantos años.