El collar más famoso de la historia del cine no nació en un plató. Nació en el cuello de una reina. Mucho antes de que Nicole Kidman lo llevara en Moulin Rouge! (2001), ese gesto —el diamante alto, casi oprimiendo la respiración— ya había sido utilizado como lenguaje visual por Alexandra de Dinamarca. La consorte de Eduardo VII, empezó a llevar collares tipo dog-collar —collar de perro— no por coquetería, sino para ocultar una pequeña cicatriz en el cuello, probablemente consecuencia de una operación en la infancia. Aquello que comenzó como un acto íntimo de ocultación terminó convirtiéndose en una de las señas estéticas más poderosas de finales del siglo XIX.
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Un collar no para adornar, sino para dirigir la mirada. Para controlar dónde se posa el ojo. Alexandra entendió que el cuello es territorio simbólico. Es donde se siente el pulso, donde nace la voz, donde se delata la respiración. Y cubrirlo, ceñirlo, marcarlo, es una forma de poder.
El collar de Satine en Moulin Rouge! no es un adorno
Moulin Rouge! heredó este simbolismo. El collar que lleva Nicole Kidman como Satine no es una joya decorativa: es un dispositivo narrativo. Marca posesión, vigilancia, poder. Importa quién lo abrocha, quién lo desabrocha y, sobre todo, cuándo es arrancado violentamente de su cuello.
La joya fue diseñada por Stefano Canturi, uno de los joyeros más prestigiosos del mundo, tras semanas de investigación sobre la joyería opulenta y ecléctica de finales del siglo XIX. Su principal referencia fue el estilo Luis XVI, con sus motivos de encaje abierto, roleos y una estructura que parece flotar sobre la piel.
Una joya creada para un cuello concreto
El collar, bautizado “Satine”, fue tratado casi como un personaje más en el rodaje. El equipo se refería a él en femenino. Nicole Kidman preguntaba: “¿Está ella aquí?”. La pieza está realizada en oro blanco de 18 quilates y engastada con 1.308 diamantes que suman 134 quilates. En el centro, un diamante esmeralda de cinco quilates; en el cierre, un zafiro azul de Sri Lanka de 2,5 quilates tallado en cabujón.
Su creación exigió tres meses de pruebas constantes para adaptarlo exactamente a la forma del cuello y el escote de la actriz. Debido a su valor —2,5 millones de dólares, récord Guinness como la joya más cara jamás creada para una película— se fabricó una réplica en plata y cristales con cierre magnético para la escena en la que el collar es arrancado con violencia.
Alexandra de Dinamarca y el lenguaje del collier de chien
Alexandra Caroline Marie Charlotte Louise Julia nació en 1844 y fue reina consorte del Reino Unido y emperatriz de la India. Fue, además, una de las mujeres más imitadas de su tiempo. No solo por su elegancia, sino por la intensidad casi fanática que despertaba su imagen pública. En la mayoría de sus retratos aparece con capas de perlas y collares de diamantes ajustados al cuello, los llamados colliers de chien. Lo que pocos sabían es que aquel gesto tenía un origen médico, no estético.
La cicatriz que quiso ocultar acabó definiendo una moda. Y no fue el único caso. Cuando una fiebre reumática le provocó una cojera visible, la llamada Alexandra Limp, mujeres de las clases acomodadas comenzaron a imitarla deliberadamente. Encargaban zapatos desiguales —uno con el tacón más alto que el otro— a zapateros que también trabajaban para la reina. Caminar con dificultad se convirtió, durante un tiempo, en aspiración social. Tal fue el delirio que incluso las revistas de moda de la época tuvieron que anunciar el fin de la tendencia, no por razones estéticas, sino por las consecuencias físicas de la cojera crónica.
Del símbolo privado al poder público
A finales del siglo XIX, ese lenguaje visual viajó. Cruzó el Atlántico y apareció en los cuellos de herederas estadounidenses como Mary-Louise McKay. Subió a los escenarios del Londres eduardiano con actrices como Lily Elsie. Se instaló en la Belle Époque de la mano de Carolina “La Belle” Otero, donde los diamantes no eran promesa romántica, sino moneda de cambio.
El dog-collar tenía una gramática precisa. Alto y ceñido: disciplina, control, autoridad. Más bajo, casi como collar convencional: exhibición, lujo, suavidad. Un mismo diseño, dos mensajes. La Edad Dorada entendió esa diferencia a la perfección.
Cuando el cine entiende la historia de la moda
Moulin Rouge! ganó el Óscar al Mejor Vestuario. El collar subraya el apodo de Satine, “The Sparkling Diamond”, pero también el precio de serlo.
Deseo, posesión, lujo y pérdida están concentrados en ese gesto alrededor del cuello.
