No hay muchas certezas en la vida, pero una de ellas es que cuando Amal Clooney acompaña a su marido a un estreno, ambos se convierten en un ejemplo claro de power couple. Así volvió a ocurrir el pasado viernes en el Festival de Cine de Londres, durante la premiere de Jay Kelly, la nueva película de George Clooney para Netflix. Amal acaparó los flashes con un espectacular vestido de lentejuelas rosas firmado por Tamara Ralph, pero lo que no vimos —al menos no de inmediato— fue su segundo look: un minivestido fucsia de volantes que redefinió el concepto de “after-party dress” e hizo un guiño a Barbie y a la nueva era The Life of a Showgirl de Taylor Swift.
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Amal apareció en la alfombra roja con un vestido de Alta Costura Otoño/Invierno 2025 de Tamara Ralph, un diseño palabra de honor en rosa metálico, completamente cubierto de lentejuelas y rematado con flecos que caían en cascada. Un abrigo de plumas color melocotón completaba el conjunto, junto con unas sandalias de Jimmy Choo y joyas de Cartier. Era un look perfectamente pensado para la foto: elegante, teatral, casi cinematográfico. Pero lo mejor estaba por llegar.
En el interior del Ham Yard Hotel, lejos de los flashes del photocall, Amal cambió el registro por completo. Se desprendió del brillo solemne de las lentejuelas y reapareció con un minivestido fucsia que redefinió el tono de la noche. El diseño, construido a partir de volantes etéreos y capas superpuestas, tenía uno de los largos más atrevidos que le hemos visto: varios centímetros por encima de la rodilla. En lugar de plumas o flecos, esta vez el movimiento venía de la propia textura del vestido, ligero y casi hipnótico al caminar.
Acompañó el look con accesorios metálicos —unas sandalias de Gianvito Rossi con puntera dorada y un clutch tipo caja— y unos pendientes de diamantes que aportaban el punto de luz justo. A los 47 años, Amal parece haber encontrado el equilibrio exacto entre la elegancia clásica y una feminidad más contemporánea. El nuevo corte de pelo —más corto, con volumen y ondas amplias— le da un aire renovado. El peinado, con raya lateral y ondas ligeramente marcadas, tenía ecos de las estrellas de los años cincuenta, pero actualizado con un acabado más moderno. El maquillaje siguió la misma línea: ojos con matices rosados, labios satinados, mejillas suaves. Un cambio sutil respecto a su paleta habitual de tonos tierra.
Puede que el momento coincidiera con la llamada “histeria Swiftie” que marcó el inicio de octubre —Taylor Swift acaba de lanzar The Life of a Showgirl, y sus apariciones recientes han sido una oda al brillo, al rosa y a la teatralidad—, pero el giro de Amal Clooney no tiene nada de improvisado. Su armario lleva meses anunciando una transición: del minimalismo pulcro que definió sus primeros años de fama hacia una versión más brillante, más divertida y menos contenida de sí misma. Su vestido largo de Tamara Ralph, todo lentejuelas y plumas, era la antesala perfecta: el glamour oficial, el “uniforme de gala” para la alfombra roja. Pero el mini en color fucsia fue la réplica que nadie esperaba: un guiño irónico al mismo concepto de glamour, ejecutado con un aire más informal y juvenil.