Entre los invitados a la boda del músico James Vaquero —baterista habitual de Dani Fernández—, dos presencias acapararon todas las miradas: Anna Castillo y Macarena García. Las actrices, amigas dentro y fuera de la pantalla, llegaron con una mezcla de espontaneidad y estilo que parece haberse convertido en su sello personal. Nada de protocolos rígidos ni fórmulas de invitada perfecta: su versión del dress code fue libre y con ese punto rebelde que comparten ambas.
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Anna y Macarena han construido una complicidad que se siente genuina, alejada del artificio de la alfombra roja. Su historia compartida se remonta a La llamada, aquella película dirigida por Los Javis que convirtió su química en un fenómeno generacional. Años después, su vínculo sigue intacto y se refleja tanto en sus proyectos —actualmente ruedan Se tiene que morir mucha gente, serie basada en el libro de Victoria Martín— como en sus apariciones públicas.
Anna Castillo eligió el rojo amapola de un vestido de tafetán firmado por Koahari, una pieza con silueta estructurada y falda con volumen que, lejos de parecer teatral, desprendía energía y movimiento. A su lado, Macarena García apostó por la elegancia del marrón chocolate, uno de los tonos tendencia de la temporada, en un vestido fluido de inspiración años 90.
Ambas completaron sus looks con accesorios poco convencionales en una boda: gafas de sol y chaquetas de piel. La combinación de cuero, tafetán y gafas oscuras evocaba más a un paseo cinematográfico por las calles de Madrid que a un evento de etiqueta. Una estética que, curiosamente, conecta con un largo linaje de mujeres que en la historia de la moda han usado la rebeldía como forma de expresión: de las bohemias de los 20 que mezclaban seda y piel, a las actrices de los 60 que bajaban del coche con el eyeliner intacto y el cigarro en la mano. Anna y Macarena son herederas de esa estirpe, aunque su rebeldía no sea tan escandalosa.
Lola Rodríguez, también presente en la boda, completaba el trío con un vestido negro de líneas limpias y una cazadora de cuero en la mano. Juntas, parecían las protagonistas de una road movie española y no tres invitadas posando para el álbum de boda.