Basta una imagen, una silueta, un gesto, una sombra con abrigo de corte impecable, para saber que Miranda Priestly ha vuelto. Y sí, lo ha hecho vestida de gala, de rojo escarlata, y en el único lugar que puede rivalizar con el Olimpo de la moda: una versión ficticia de la Gala del MET, filmada en el imponente Museo de Historia Natural de Nueva York. Porque si El diablo viste de Prada nos enseñó algo, es que la moda no espera, y que las verdaderas reinas no repiten look… pero sí papel.
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En las nuevas imágenes del rodaje de El diario viste de Prada 2, Meryl Streep aparece envuelta en una nube de tafetán rojo: un vestido asimétrico con una manga larga y un escote que deja al descubierto el hombro con la arrogancia justa. La falda se despliega como una flor carnívora a punto de devorar la alfombra azul cian, detalle nostálgico para los devotos del cerúleo, mientras su pelo blanco platino, perfectamente peinado, recuerda que el tiempo puede pasar, pero Miranda no envejece: evoluciona.
A su lado, Stanley Tucci, Nigel, el único hombre que jamás le tembló la voz delante de ella, viste esmoquin negro, pajarita de lunares y una pañuelo bicolor. Entre ellos, un aura de complicidad, de haber sobrevivido juntos a muchas temporadas de moda (y de haberlo hecho sin sudar).
El MET según Miranda: más teatro que alfombra roja
Que el Diablo viste de Prada 2 haya recreado una gala del MET no es una casualidad, es un gesto calculado: el gran teatro de la moda dentro de la gran ficción de la moda. Y por supuesto, los nuevos fichajes también marcan tendencia. Simone Ashley, conocida por Bridgerton, aparece en escena como una Venus gótica: vestido negro ceñido, transparencias y cuello alto bordado con cristales. Su personaje aún es un misterio.
La secuela que muchos pidieron
Han pasado casi dos décadas desde que Miranda lanzara el abrigo al escritorio y el mundo temblara. Ahora, con Streep de nuevo al frente, junto a Tucci, Anne Hathaway y Emily Blunt, el regreso no parece una secuela, sino una redención. El lujo, esta vez, no está solo en los looks, sino en el arte de volver con dignidad, humor y una lección de estilo bajo el brazo. Y si alguien duda de que Meryl haya vuelto a hacer historia, solo tiene que mirar la cola de su vestido. Como el recuerdo imborrable de un "that's all" que sigue resonando.