Afincada en Madrid desde hace unos años, la cordobesa Victoria Ortiz, perteneciente a una conocida saga de Andalucía vinculada a la agricultura y la ganadería, ha sabido mantener el arraigo por su tierra natal y por todos aquellos lugares que la vieron crecer. El cortijo Monte Alto, que lleva en su familia más de un siglo, es uno de ellos. Aquí atesora cientos de recuerdos: charlas frente a la chimenea, tardes pintando y restaurando muebles, atardeceres caminando por el campo junto a sus hermanos, paseos a caballo, el sonido de los pájaros por las mañanas...
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Situada prácticamente donde empieza el Parque Natural Sierra de Hornachuelos, esta propiedad típicamente andaluza, reformada por su bisabuela en los años 60, y posteriormente actualizada por su abuela María Victoria Eguilaz de Prado y su madre Victoria Martínez Sagrera, no solo ha servido como lugar de trabajo, sino también como punto de encuentro familiar.
“Es un sitio muy especial para mí porque, cada vez que vengo, siento que regreso a mis raíces. Encuentro la serenidad y la paz. Es un refugio donde se acallan el ruido y las prisas, y puedo reconectar conmigo misma”, apunta la diseñadora de moda y diestra amazona, que, en estas páginas, decide compartir este “lugar feliz” con tres de sus íntimas amigas.
Victoria se enfunda el traje de anfitriona para recibir a Ana Cristina Portillo Domecq, Clara Andrada Vanderwilde e Inés Ybarra y disfrutar juntas de un agradable día acompañadas de su perra Pumba, montando a sus caballos Arc en Ciel y Coco, y rodeadas de esta dehesa natural con plantaciones de naranjos y almendros.
“Este cortijo familiar es un lugar muy especial para mí. Cada vez que vengo, siento que regreso a mis raíces y reconecto conmigo misma” Victoria Ortiz
“Me encanta ver esta casa llena de vida”, señala entusiasmada a las puertas de la vivienda principal, con una fachada encalada -como dicta la tradición- y un interiorismo rústico y tradicional. “Disfruto con todos y cada uno de los preparativos que implica invitar. ¡Ojalá tuviera tiempo para desarrollar más esta faceta!”, continúa. Una jornada para la que nuestra protagonista ha elegido disponer un pícnic al aire libre, aprovechando el buen tiempo del sur.
“Con esta reunión celebramos la amistad y la creatividad. Siempre es inspirador estar con ellas y recargarnos de energía positiva en un entorno tan único”, expresa Ortiz. Y es que esta pandilla de socialites y prescriptoras va servida de talento y ganas.“
"A Victoria la conozco desde hace muchísimo. Los campos de nuestras familias quedan muy cerca y siempre coincidíamos en comidas por la zona, además de tener bastantes amigos en común. Es muy buena anfitriona.
Sabe equilibrar el cuidado por los detalles y la naturalidad. Sus veladas están muy bien organizadas, pero sin perder ese toque de espontaneidad que hace que te lo pases en grande y te sientas cómoda nada más llegar”, cuenta Ana Cristina, que también se dedica al diseño y ha llevado los coloridos estampados que ella misma pinta a prendas de vestir y textiles para el hogar.
“En el confinamiento descubrí las acuarelas y todo empezó a encajar. Estaba cansada de ver que la gente iba igual a bodas y eventos... Yo quería justo lo contrario, poner en valor la unicidad de cada mujer. Así fue cómo nació mi firma homónima”, rememora la hermana menor de Alejandra, Eugenia y Claudia Osborne, que hace menos de un año contraía matrimonio en un precioso enlace, en Jerez, con el ingeniero Santiago Camacho.
“Nunca lo hemos hablado, pero sería divertido crear juntas una colección. Victoria y yo trabajamos desde un lugar muy personal y seguro que saldría algo interesante”, plantea Portillo, dejando volar la imaginación en un terreno tan fértil para las ideas como es una escapada con amigas, apartadas de cualquier distracción y consagradas al placer de su compañía.
En este idílico marco, Inés Ybarra nos habla del nuevo proyecto que la tiene ocupada y que sus íntimas, probablemente, conocían mucho antes de que viera la luz: su firma de zapatos Figura Concept, que llega poco después de su proyecto de decoración Casahari, que significa “casa feliz” y está especializado en alfombras y mesas.
“Siempre busco hacer cosas distintas. Para mí el truco es no caer en lo accesorio. La base es lo importante; si luego quieres ornamentarla, fenomenal. Cuando se trata de arquitectura, interiorismo o moda, la pieza se tiene que ver bien al desnudo”, explica la directora de arte, cuya amistad con estas tres mujeres viene de largo.
“A Clara la conozco desde que tengo 11 años. Estuvimos internas en Irlanda y éramos uña y carne. Con Victoria y Ana Cristina la relación se forjó siendo ya más mayor”, cuenta, convencida de que les une una misma forma de ver y desenvolverse en el mundo. “Somos superdisfrutonas. Entre mis planes favoritos está ir a verlas a casa o que vengan a la mía”, apunta Inés.
No importa si, en vez de en la capital, hace falta cambiar de aires y recorrer unos kilómetros extra en coche para pasar tiempo de calidad charlando en torno a una mesa o montando a caballo, una afición que cobra especial relevancia para Victoria y Clara, que compitieron durante años, pues ambas son grandes apasionadas del mundo ecuestre.
“Nos conocemos desde pequeñas por nuestro amor por los caballos. Ella es de Córdoba y yo de Sevilla, y nos encontrábamos siempre en los concursos hípicos”, relata Andrada Vanderwilde que, en contraposición al resto, se dedica a la banca de inversión, pero halla en los caballos su propia vía de escape.
“Me encanta la conexión tan bonita que se establece con ellos. Es algo que no se puede explicar con palabras. Estos animales son pura entrega. Desde que recuerdo, me he sentido atraída por su intuición, sus movimientos y la disciplina que conllevan, la cual puede trasladarse a todos los ámbitos de la vida.
Además, se genera un profundo respeto hacia estos compañeros de batallas”, reconoce la aristócrata, quien, junto a Antonio Sainz Suelves, nieto de Victoria Eugenia Figueroa y Borbón, la marquesa viuda de Tamarit, recibía a su primera hija el pasado verano. Una de tantas alegrías que celebran juntas, y que se suma a la atmósfera festiva que impregna este número.
Un toque campestre
Muebles de madera, cestas de mimbre, cerámicas pintadas a mano, textiles bordados y estampados... Las cosas que no pueden faltar en una casa de campo andaluza son muchas, pero siempre están relacionadas con materiales naturales y oficios artesanos.