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Si los animales sienten o tienen inteligencia emocional es una pregunta hoy ampliamente contrastada y con una respuesta contundente: ¡sí!  Hay suficientes evidencias para no dudarlo y el sociólogo, antropólogo y experto en comportamiento animal Pablo Herreros Ubalde, autor del libro 'La inteligencia emocional de los animales' (Ed. Destino), aporta algunos de los estudios más importantes sobre ello. 

Nos encontramos así con un fascinante viaje a la mente de varias especies para, finalmente, llegar a los orígenes de emociones que hasta ahora creíamos exclusivamente humanas. Tal como reflexiona el experto “si tenemos en cuenta que las emociones y sentimientos surgen en el cerebro y que la 'maquinaria' de la mente que los hace posibles es compartida con otros seres vivos, ¿por qué absurda razón iban a carecer de ellos? Cada especie es única a la hora de tener miedo o estar triste. Puede que el amor que mueve a una hembra de elefanta a cuidar a su cría muriéndose no sea al cien por cien idéntico al que siente una humana, como tampoco es igual en todas las mujeres, pero eso no quiere decir que no se trate de amor. Nunca podremos llamar al amor animal 'amor humano', pero al menos sí 'amor de elefante', por ejemplo.”

Con motivo del Día Internacional de los Derechos de los Animales, que se celebra hoy 10 de diciembre, a continuación, os mostramos algunos de los ejemplos, basados en investigaciones científicas, de cómo sienten algunos animales: 

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Guacamayos: amor para toda la vida

Los guacamayos son unas aves muy bellas que conservan la misma pareja toda la vida. Durante los primeros años, deben escoger con quien vivirán para siempre en su hábitat, acantilados de barro que se forman en las riberas de los ríos de México y Argentina. Pero cuando uno de ellos pierde a su pareja por accidente o es atrapado por alguna rapaz depredadora, el viudo o viuda suele dejar de comer y se debilita. Pierde la fuerza para agarrarse y entonces se precipita al vacío, golpeándose contra las rocas y muriendo. Algunos expertos hablan de suicidios. Cuando el amor une a dos personas, los humanos hacemos cosas inimaginables.

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Chimpancés: se reconocen ante el espejo

Uno de los signos de inteligencia es ser consciente del yo, es decir, reconocerse. Y los experimentos han visto que los chimpancés lo hacen. Así lo explica Pablo Herreros en su libro. “Mientras estudiaba primatología lo quise comprobar por mí mismo, así que un día lleve un espejo a Patricia, una chimpancé de Santillana del Mar, con la que realicé varias pruebas. Ella al verlo comenzó a sacarse los mocos, se inspeccionó las axilas y se explotó los granos de la cara como si fuera una adolescente con acné. Estas reacciones dan a entender que se percata de esa imagen, se reconoce y la usa como hizo Patricia para sus 'tratamientos faciales'."

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Delfines: amigos para siempre 

La proximidad física y el número de interacciones en las que se tocan, acicalan o se rozan los mamíferos son otras evidencias de que nos encontramos ante una amistad. Entre los delfines, el número de caricias que se hacen cuando nadan y frotan suavemente su piel en el agua es un buen indica­dor de amistad. El mismo objetivo tienen los elefantes cuando enredan sus trompas. Son comportamientos que demuestran la intensidad de la relación. De idéntica forma, en humanos podemos saber quiénes mantienen una relación preferencial observando cuánto tiempo dedican a hablarse uno al otro; o ya en contextos más íntimos, midiendo el número de caricias, besos y abrazos.

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Primates: cuidan y protegen a sus crías con dificultades

Christina, una hembra de chimpancé de Mahale (Tanzania), dio a luz a una preciosa bebé hembra que nació con esta dificultad. Además sufría un hernia que le impedía sentarse si no era con ayuda de terceros. Christina continuó con todo su cariño, proporcionando esos cuidados especiales que su cría necesitaba. Ese comportamiento nos recuerda a las madres humanas que luchan y se esfuerzan para que sus hijos con problemas de salud tengan la mejor calidad de vida. Christina cuidó de ella, la protegió y no la soltó, dejó de comer termitas para poder sujetar a la cría entre sus brazos. Continuó luchando por su hija hasta el final, a pesar de la ansiedad que eso le provocaba.

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Primates capuchinos: también sienten celos y se frustran

Los científicos De Waal y Sara Brosnan han probado que los primates se niegan a trabajar y cooperar cuando sienten que se les trata de forma injusta. En unas pruebas por parejas con primates capuchinos, primero les enseñaron a intercambiar fichas de plástico por trozos de pepino. En el siguiente paso, se introdujo la condición de injusticia, dando solo a uno de ellos la uva, una comida que les gusta más que el pepino, a cambio de la misma ficha. La reacción de la 'víctima' cuando vio a un compañero recibir una recompensa mayor que la que él percibía por la misma ficha fue rechazar el pepino y negarse a realizar el intercambio, arrojando el alimento fuera de la instalación o a la cara de investigador y comportándose con inequívocos signos de frustración.

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Elefantes: lloran de felicidad al reencontrarse 

Un comportamiento que ilustra la intensidad e importancia de los lazos emocionales y maternales entre los elefantes es la historia de una bebé de elefante llamada Mabei, robada de su manada y puesta a trabajar como esclava en Tailandia. Finalmente Mabei fue liberada y llevada con la organización de Karen Elephants Experience. Estos buscaron a la madre de la cría y organizaron un encuentro. “Cuando se produjo el esperado momento ambas se quedaron en shock y estuvieron en silencio durante media hora. Pero después comenzaron a unir sus trompas, abrazándose y acariciando sus cuerpos, una escena que puso la piel de gallina a todo los que allí estaban, que no pudieron contenerse y rompieron a llorar.”, explica Pablo Herreros. 

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Grandes simios: el poder de la empatía 

Los grandes simios tienen la capacidad de ponerse en el lugar de otros, incluso cuando no son de su propia especie. La psicóloga Penny Patterson enseñó en los años setenta el sistema americano de signos a una hembra de gorila llamada Koko. Esta aprendió a usar varios cientos de signos y a entender un número parecido de palabras habladas. Un día, Patterson mostró a Koko un grupo de gatos para que escogiera el que más le gustara. La reacción de la imponente gorila ante el minúsculo gatito puso de manifiesto la precisión que la empatía nos otorga a algunas especies, ya que un ser del tamaño de un gorila, para interactuar con un felino tan pequeño sin lastimarlo, debe ajustar sus movimientos y caricias teniendo en cuenta su tamaño, peso, fragilidad, necesidades, etc., algo que Koko realizó como si fuera la madre del gatito.

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Perros: lealtad sin límites 

Y acabamos con uno de nuestros mejores amigos: el perro. Muchos expertos apostaron por la idea de que el ser humano es la única especie que ayuda a otras de modo consciente. Pero los casos de asistencia de algunos animales a individuos de otras que están en peligro han revelado la presencia inesperada de niveles de empatía superiores en otras.

En unos estudios de la Universidad de Londres Glodsmiths, se analizó la respuesta de los perros ante personas que simulaban llanto frente a dos grupos de control, uno de los cuales solo hablaba y el otro tarareaba una canción. Los resultados de las pruebas mostraron que los perros estaban más preocupados y se acercaban más veces a las personas que estaban tristes que a las de los otros dos grupos. De nuevo, los perros segregaban oxitocina cuando los miraba su dueño.

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