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La belleza de las cicatrices. Eso es exactamente lo que trata de poner en valor el kintsugi, una técnica japonesa centenaria que se basa en la reparación de piezas de cerámica rotas mediante laca y polvo de oro. El resultado es tan especial, que los objetos son más bellos y valiosos de lo que lo eran en un principio, antes de romperse. Hemos hablado con la ceramista Nuria Pozas (www.nuriapozas.com) y ella nos ha desvelado la esencia del kintsugi.

 

¿Qué es el kintsugi?

La palabra kintsugi podría traducirse por carpintería de oro. Se trata de una técnica japonesa muy antigua que consiste, tal y como indica su nombre, en reparar piezas de cerámica que se han roto utilizando una resina especial llamada urushi y destacando la cicatriz que resulta con polvo de oro.

No se pretende dejar el objeto tal y como estaba antes de romperse, sino resaltar su imperfección, la evolución que experimenta por el azar o el paso del tiempo.

Nuria Pozas, ceramista experta en esta técnica, nos explica que “el proceso del kintsugi es simple y complejo a la vez. Consiste en volver a unir los pedazos rotos de forma que las señales de deterioro cobren una belleza especial, convirtiendo el objeto en algo único, con una nueva luz”.

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El valor de lo imperfecto

La esencia del kintsugi o kintsukuroi no es la simple búsqueda de la belleza a través de una restauración de la cerámica, sino que responde a una filosofía profunda y trascendental.

“Se basa en la filosofía wabi-sabi que expresa tres ideas fundamentales: nada es perfecto, nada es permanente y nada está completo”, nos cuenta Nuria Pozas. “La belleza está entrelazada con la imperfección y la fugacidad de las cosas, por lo que todo es más bello si es único, irremplazable y está en cambio permanente”.

El kintsugi no es una simple técnica decorativa, sino que tiene un sentido más relevante que conviene descubrir e interiorizar.

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Más de cinco siglos de historia

El origen del kintsugi se remonta al siglo XV, cuando el general shogun Ashikaga Yoshimasa mandó reparar unos cuencos de té rotos que tenían un valor especial para él. En aquellos tiempos la ceremonia japonesa del té era muy apreciada.

Cuando los cuencos fueron reparados, el resultado disgustó profundamente al general, puesto que los fragmentos se habían unido con unas feas grapas. Entonces encargó a unos artesanos japoneses que enmendaran el desaguisado y reparasen las piezas de una manera diferente.

Ellos, en lugar de ocultar las grietas, las resaltaron con oro aportándoles un nuevo resplandor. El resultado de aquel trabajo apasionó a Ashikaga Yoshimasa, y supuso el inicio del kintsugi que fue cobrando fuerza con el paso de los años. Dos siglos más tarde, a inicios del XVII, esta técnica de reparación y enriquecimiento de la cerámica era ya muy frecuente y apreciada en Japón, y posteriormente lo sería también en Europa.

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El kintsugi hoy

A finales del siglo XIX el kintsugi se dio a conocer en Europa a través de las Exposiciones Universales, tan apreciadas en la época. Esta técnica especial de reparar cerámica rota con oro causó sensación en Francia, por ejemplo, donde vivió un momento de auge.

Hoy día, quizás motivado por los últimos y convulsos acontecimientos que hemos sufrido a nivel mundial, el kintsugi y la filosofía de resiliencia y aceptación que transmite vuelven a estar de plena actualidad.

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La técnica tradicional

El procedimiento se basa en recomponer la pieza rota con una resina especial y polvos de oro, aunque también se utiliza platino o plata. Esto es lo que le da a las cicatrices un valor añadido.

Tradicionalmente se empleaba urushi, una resina japonesa elaborada a partir de la savia de un árbol autóctono del mismo nombre. La laca resultante era un adhesivo potente, perfecto para las reparaciones del kintsugi, que se iba secando y endureciendo poco a poco. El proceso de secado de la resina urushi podía durar semanas o incluso meses.

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El proceso de reconstrucción

Todo comienza cuando la pieza de cerámica cae al suelo y se rompe. Una vez recopilados los fragmentos, es necesario limpiar los bordes y ensamblarlos previamente para ver si coinciden. A veces es necesario completar el objeto de alguna manera, si se ha perdido un pequeño fragmento de cerámica.

En la actualidad se utiliza resina epoxy, un adhesivo bicomponente muy potente con el que se van uniendo los fragmentos. La ceramista Nuria Pozas explica que “existen diferentes métodos para realizar la técnica del kintsugi. El primero es el método del relieve: consiste en mezclar la resina epoxy con polvo de oro hasta lograr una pasta con la que pegar las distintas piezas. El resultado es una gruesa cicatriz dorada".

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Distintos métodos para un resultado espectacular

Otra forma de desarrollar trabajos de kintsugi consiste en hacerlo en plano o al ras, uniendo los fragmentos con resina epoxy y retirando el sobrante para lograr una unión más lisa, sin relieve. Después, se destaca la cicatriz con ayuda de un pincel fino y el polvo de oro mezclado con barniz.

“Hay una técnica mixta que se suele realizar cuando hemos perdido un pequeño trozo de la pieza a reparar. En estos casos es posible rellenar el hueco con yeso y recubrirlo después con oro, o también se puede poner un fragmento de cerámica de forma y tamaño similar al perdido, lo que añade interés al trabajo”, nos cuenta Nuria.

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La paciencia es esencial

Aunque el kintsugi parece sencillo, la realidad es bien distinta. Unir las piezas es más complicado en la práctica, sobre todo cuando se emplea la resina tradicional urushi, que tarda tanto en secarse. Durante ese periodo pueden suceder imprevistos que den al traste con el resultado final.

“La clave del proceso es la paciencia. El proceso de secado es un factor determinante en el kintsugi y, en función de los materiales empleados, puede tardar mucho tiempo. El secado es lo que garantiza la cohesión y durabilidad de las piezas reparadas. No hay recomposición ni resurgimiento sin paciencia”, explica Nuria Pozas.

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El tamaño de los fragmentos

Uno de los aspectos que complican el proceso de reparación es el número de fragmentos en que se ha roto el objeto y el tamaño de los mismos. La experta explica que cuantos más pedazos de cerámica tengamos que unir, más difícil será el trabajo y menos limpio el resultado final. "A veces hay que descartar trozos muy pequeños y sustituirlos por fragmentos de cerámica de piezas distintas, o por otros materiales, empleándose entonces la técnica mixta de la que hemos hablado antes. El acabado debe ser lo más limpio posible".

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